Dentro de poco más de un mes, el 30 de julio, se cumplirá un año de la muerte de Julio Grondona. El que hasta hace poco era llamado cariñosamente El Jefe, el prohombre del fútbol argentino, el garante de la institucionalidad, parece ser que ahora, para sorpresa de todos, es el centro de toda la inmundicia que rodea al fútbol argentino e internacional.
Casi por arte de magia aparecieron el FBI, los sobornos, los chanchullos con los canales de televisión, los contactos con empresarios y políticos, el manejo discrecional de los árbitros, del Tribunal de Disciplina, arreglo de partidos, incentivación y todo aquello que se pueda imaginar.
Es curioso, los mismos que antes celebraban a Grondona, ahora lo despedazan. Los hinchas y periodistas que sostenían que su vicepresidencia en la FIFA beneficiaba a la Argentina con zonas convenientes en los Mundiales o con uno que otro favor, ahora se rasgan las vestiduras, se suben al púlpito y le endosan al muerto toda la basura que estuvo durante 35 años escondida debajo de la alfombra.
¿En qué quedamos? Si era bueno que Grondona fuera el vice de la FIFA para que amañara las cosas para favorecer al fútbol argentino, ¿de qué nos quejamos ahora? Para ser directos: nos tienen hartos con la doble moral. Miran la paja en el ojo ajeno y no se dan cuenta de que en el propio hay un bosque.
En Un Caño, modestamente, nos jactamos de haber sido coherentes: siempre supimos que Grondona manejaba al fútbol argentino como si él fuera el dueño y que sus acciones lo destruyeron económica, moral y éticamente.
Desde la revista hemos denunciado cada una de las acciones de Grondona cuando estaba vivo. No esperamos que el viejo caudillo fuera cadáver para ponernos a bailar tap sobre su tumba.
La amoralidad de Grondona no alcanzó sólo al fútbol argentino sino también a muchos de sus adláteres, amigos, dirigentes, periodistas y salpicó la cabeza de los hinchas. La porquería no se fue con Grondona. Todavía esta enquistada en el fútbol argentino.
Las escuchas telefónicas que salieron a la luz, por otra parte, no dicen absolutamente nada. Allí no hay para denunciar ningún ilícito. Son charlas de un viejo dirigentes de fútbol, conocedor de los vericuetos del poder, que acomoda las cosas según su estilo. Pide árbitros, comenta como se benefició Boca con un juez paraguayo, le da cierta cobertura a Estudiantes de San Luis sin especificar cuál es, acomoda horarios de partidos y aparentemente se hace el boludo frente a las incentivaciones. Nada nuevo bajo el puente. ¿O acaso alguien se sorprendió? Es cierto, una cosa es suponerlo y otra verificarlo. Pero las escuchas no tienen más valor que dar testimonio de lo que todos ya sabíamos.
Grondona fue nefasto para el fútbol argentino, de eso no hay duda. Pero no desde su muerte. Lo fue en vida, cuando acomodó los Estatutos de la AFA para que todo el poder recayera en él mismo. Fue tan eficiente y paciente en ese trabajo que la FIFA copió el Estatuto de AFA para replicarlo en su favor.
Para limpiar la AFA no hay que pensar en quién será el nuevo presidente. Hay que pensar quién tendrá el valor y la decencia de transformar los Estatutos para que la transparencia vuelva a reinar en ese nido de ratas. Para que el futuro el presidente sea elegido democráticamente, para que el Tribunal de Disciplina y el Colegio de Árbitros mantenga su independencia, para que los controles de la economía de la institución no dependan del titular de turno, para que no se pueda disponer de recursos a voluntad para beneficiar o castigar a quien decida el presidente y tantísimos desvíos reglamentarios que destruyeron la moralidad en el fútbol argentino y en el fútbol mundial.
Porque Grondona lo hizo. Pero no en estos últimos 11 meses, desde que está muerto. Lo hizo durante 35 años de acumulación de poder y basura en el patio trasero de la AFA.
Nota de la redacción: Si están con tiempo y ganas, repasen nuestro número 56, de febrero de 2013.