¡Pum para arriba! hizo la carrera de Tinelli como dirigente de fútbol. Puede acreditar que su club está ordenado financieramente y, sobre todo, jactarse de que la gestión que lo tiene como vicepresidente obtuvo la Copa Libertadores, logro inaudito en las calles de Boedo y del Bajo Flores. Todo, en pocos años. Y ahora va por más. Por la presidencia de la AFA, sillón que, gracias a su veloz logística, se dice que tiene garantizado.
Primero debe sortear un obstáculo estatutario, según el cual no reúne los años requeridos como directivo para presentarse a la elección. Más allá de que Tinelli ha acopiado opiniones de juristas que desautorizan esta inhibición, la rosca política ya le aseguró las voluntades necesarias para que le den luz verde. Luego, lo espera la asamblea, en octubre, donde votarán 75 representantes del fútbol argentino de las distintas categorías y latitudes.
Del otro lado se alinean los vestigios del grondonismo, cuya figura prominente es Luis Segura, un directivo gris criado y fortalecido bajo el ala del difunto don Julio. Independiente y Racing tampoco comulgan con MT, al igual que un sector del ascenso liderado por Claudio “Chiqui” Tapia, hombre de Barracas Central y yerno del versátil Hugo Moyano. Los que saben dicen que no es oposición considerable para el sólido consenso que el conductor de tevé viene cosechando en sus contactos con los caciques de la pelota.
Los dirigentes del fútbol (incluido Raúl Gámez, combatiente de vanguardia contra los aires privatistas que soplaron dos décadas atrás) parecen deslumbrados porque alguien después de José Pekerman puso un par de ideas por escrito. Es decir, elaboró un boceto de proyecto. Tinelli, en rigor, no hace más que proponer racionalidad para un negocio que en teoría es grandioso, pero pocas veces llevó beneficios a los clubes. Y sólo enriqueció a un puñado de dirigentes y empresarios.
Dice Tinelli, palabras más o menos: hagamos más guita y administrémosla mejor. Para lo cual sugiere abrirle la puerta a los privados en el Fútbol para Todos, buscar auspicios y ventas en zonas no aprovechadas como internet, desarrollar un Museo AFA, las Tiendas AFA… En fin, exprimir la imagen y la marca Fútbol Argentino. Hay un elocuente resumen de este paper filtrado a los medios (yo lo tomé de Perfil) en el siguiente párrafo: “Si tenemos al mejor jugador del mundo, tenemos que contar con la Selección con mayores ingresos del mundo. Potenciar el producto Selección Argentina maximizando y readecuando ingresos”. Ganar el Mundial, calculo, también estaría bien. Pero lo primordial, si contamos con el más grande, es disparar hasta el tope nuestra cotización en la Bolsa.
Como contrapartida de la expansión del negocio, Tinelli aconseja monitorear los salarios de los jugadores, evitando que se conviertan en una variable de desequilibrio. Una medida que suena sensata y que tiene equivalencias en organizaciones deportivas mucho más complejas y poderosas como la NBA.
El conductor no descubre la pólvora con su batería de medidas. Pero es el único que arrima un embrión de programa, cuya columna vertebral es multiplicar panes y peces. Y repartir con mayor transparencia, equidad y noción de futuro. Más claro: profundizar la mercantilización del juego, pero con reglas más profesionales.
Los capos del fútbol –el páramo post Grondona– contestan sí bwana sencillamente porque se deslumbran con los antecedentes exitosos de MT. No los deportivos sino los empresariales, bendecidos, para mayor reverencia, por el aura del rating y la fama. Los hombres del fútbol, presuntos sostenes del valor social de los clubes incluso en un escenario súper profesionalizado, se rinden ante los destellos de la inteligencia privada, que aceptan como la única viable.
Es lícito sospechar un fetichismo anacrónico. Quizá el mismo que allanó la carrera de Macri en Boca y en la política. Igual, delegar responsabilidades en manos de un hombre de negocios –que además ostenta el respaldo de toda la paleta política– es ejercer un crudo realismo. Sin padrino, los hombres del fútbol deben sentirse incapaces de trazar el destino, ni siquiera a corto plazo, de semejante maquinaria. Son como niños al volante de un Boeing.
Veremos si la lógica tinelliana es compatible con el hábitat histórico (incluso el jurídico) de los clubes. Veremos hasta dónde llega la resurrección del concepto que coloca la eficacia exclusivamente en los despachos de las corporaciones. Todo puede suceder. Clubes de primer nivel a lo largo del mundo son propiedad de magnates y otros accionistas. El automovilismo nos muestra el ejemplo más gráfico: pocos equipos pueden ufanarse de tener tantos hinchas como Ford y Chevrolet, el clásico de los clásicos de las multinacionales.