“Pero si fue un pase de dos metros”, dicen algunos cuando hablan del pase de Valdivia a Isla para el gol de Chile a Uruguay. Gente que no ve. O que no quiere ver. O que no le gusta el fútbol. O que tiene otros conceptos. Básicamente el concepto que manejan es que si la jugada termina en gol, estuvo bien; y si no, el jugador merece el cambio.
Aunque es incomprobable, estamos convencidos de que cualquier jugador argentino, en la misma circunstancia, hubiese pateado al arco. Lo demostró nada menos que Messi en un rebote que le quedó en el borde del área contra Colombia. ¿Qué pasó con el tiro de Lionel? Rebotó en una de las tantas piernas que tenía por delante. Lo mismo que hubiese sucedido si Valdivia pateaba. Justo ahí es donde surge el talento del estratega: en el momento donde pocos piensan y se nublan con el arco (en realidad con el gol, porque si pensaran en pasársela al arco sería más fácil), el 10 es capaz de tomarse unos segundos y ver a un compañero mucho mejor ubicado. Isla, sin oposición, lo único que tuvo que hacer fue no estropear la genialidad de Valdivia. Sí, un pase de dos metros puede ser una genialidad.
Claro que el aporte de Valdivia para Chile no se quedó en ese pase. El primer tiempo contra Uruguay fue fantástico. No hubo ataque que no pasara por él. Y después de él, la pelota salió siempre más limpia, en busca del destinatario apropiado. Con Isla, precisamente, volvieron locos a Fuccile.
Lo paradójico es que Valdivia tiene un estilo que ya está en extinción. Porque la gran mayoría de los técnicos lo suelen despreciar en pos del vértigo, los corredores y los eludidores. Un buen ejemplo es Di María. El argentino debe estar entre los 10 jugadores más habilidosos del mundo pero entre los 10 que menos entienden el juego.
Entender el juego es manejar los tiempos. Saber cuándo acelerar y cuándo hacer la pausa. Si pasársela al lateral al pie o al espacio. Si ir para adelante o tocar para atrás y empezar de vuelta. Parecen pavadas, pero hoy en día no abundan los jugadores que sepan resolver estas cuestiones.
Por más díscolo que pueda ser Valdivia (fue sancionado y apartado dos veces de la selección chilena), los técnicos argentinos siempre confiaron en él: empezando por Bielsa, siguiendo por Borghi (que lo tuvo de pichón en Colo Colo) y ahora Sampaoli. Cuando se dedica a jugar, está claro lo que es capaz de hacer: mejorar a su equipo. Y gracias a él, la Copa América es un poco más bonita.