Es imposible comparar al fútbol con el rugby. Como deporte hablamos. Pero sí es posible tomar algunas cuestiones organizativas como para entender de qué se trata ese asunto tantas veces mencionado y nunca concretado en el fútbol: la realización de un proyecto.

Uno puede no estar de acuerdo con algunos manejos autoritarios, como por ejemplo los que lleva adelante Agustín Pichot, que parece haberse convertido en el amo y señor de ese deporte, con lo bueno y lo malo que eso implica. Pero más allá de los matices, en el aspecto netamente deportivo, lo ocurrido en el rugby en los últimos dos años, es un espejo para tener en cuenta.

HourcadeDesde el despido de Santiago Phelan, en octubre de 2013, todos los pasos que se fueron dando fueron virtuosos. Aquí hay que hacer una salvedad: sólo un deporte en desarrollo es capaz de aguantar la serie de malos resultados que azotaron la credibilidad de Los Pumas durante gran parte de ese tiempo. Sería impensable adaptar esa situación al fútbol. Si Martino, para cambiar el paradigma de juego, llegara a perder tanto como lo sufrió el entrenador Daniel Hourcade, su permanencia en el cargo sería efímera.

Pero el rugby se pudo dar ese gusto. Se eligió un entrenador que apostó a una nueva forma de jugar, a cambiar aquel viejo estilo de Los Pumas (fortaleza en el scrum, defensa y ataque cerrado, mucha utilización del pie y apuesta a sumar puntos básicamente con penales) para adaptarlo a los tiempos modernos, a la nuevas exigencias.

Está más que claro que Los Pumas podían seguir compitiendo en los términos anteriores, pero su techo era bajo. Podían ganar, perder y empatar, dependiendo del día, pero nunca iban a sorprender, a dar ese plus de calidad que dejara a los espectadores y amantes de este deporte con la boca abierta.

Con este panorama, en octubre de 2013, asumió Hourcade, quien venía de disputar y ganar con Pampas XV la Copa Vodacom en 2010 y la Pacific Challenge en 2014 y 2015. El objetivo era poner al frente del equipo a alguien que había trabajado con los más jóvenes y que había mostrado en esas competencias que era posible cambiar el estilo para adaptarlo a las nuevas exigencias.

v englandAsí fue como Hourcade debutó con los Pumas, el 9 de noviembre de 2013, ante Inglaterra, con una dolorosa derrota por 31-12. En esa gira también cayó contra Gales por 40-6 y le ganó raspando a Italia por 19-14. Las viejas fortalezas de Los Pumas no se vieron en esos test match, como tampoco el concepto que quería imponer el entrenador.

El camino siguió con derrotas en otra gira europea: ante Irlanda por 29-17 y 23-17 y Escocia 21-9.

Llegó la Championship de 2014 y las derrotas siguieron llegando: 13-6 y 33-31 ante Sudáfrica, 28-9 y 34-13 ante Nueva Zelanda y 32-25 ante Australia. Sin embargo, en ese torneo se dio el primer golpe: 21-17 sobre Australia, en la última fecha.

Siguieron las giras, los partidos, los torneos y ya las derrotas no fueron tantas. La cosa comenzó a repartirse. Los Pumas perdieron 41-31 con Escocia, 28-20 con los Barbarians franceses, 39-18 con Nueva Zelanda, 34-9 con Australia y 26-12 con Sudáfrica. Pero también le ganaron 20-18 a Italia, 18-13 a Francia, 21-9 a los Barabarians y 37-25 a Sudáfrica, el primer triunfo en la historia sobre ese adversario, y de visitante.

Así llegaron al Mundial: 13 derrotas y 6 triunfos, cuatro de ellas obtenidas en el último tramo de la preparación. Hourcade y su equipo sabían que, pese a todo, había empezado a ganar la batalla, ya que los más grandes, los más reacios al cambio, finalmente habían comprendido que la forma de acercarse a las potencias era sumar un plus de calidad al juego, más allá de que el camino se perdieran algunas de las virtudes del pasado.

Hourcade armó el plantel para el Mundial y mechó a los grandes con los más chicos, muchos de los que lo habían acompañado en las experiencias de las copas Vodacom y Pacific Challenge.

Llegó el debut ante Nueva Zelanda en el Mundial y la derrota fue mucho menos dolorosa de lo que se esperaba, habida cuenta del potencial de los All Blacks. Cayeron 26-16 y se concretó en el segundo tiempo, cuando los cuerpos cansados ya no pudieron resistir la fortaleza de los hombres vestidos de negro.

Pero de ahí en más comenzó la fiesta: 54-9 sobre Georgia, 45-16 ante Tonga, 64-19 ante Namibia y 43-20 ante Irlanda, con un rugby audaz, ofensivo y arriesgado. Se sufrieron puntos en contra por buscar el in goal adversario con una voracidad desconocida para Los Pumas. Y la clasificación a las semifinales fue un premio al trabajo, a la concentración, a la elaboración de un proyecto y al talento para ponerlo en práctica. El domingo llega Australia. En el mejor de los casos se llegará a una final ante Nueva Zelanda o Sudáfrica. Y en el peor, la lucha por el tercer puesto ante alguno de esos dos rivales. ¿Importa el resultado final? Por supuesto. Esto es un deporte y es importante ganar. Pero más allá de eso, lo trascedente fue la búsqueda, la convicción de querer dar un salto de calidad, la intención de crecer con armas nobles. Esto que narramos fue la consumación de un proceso de crecimiento, de un plan, de una idea.

 

hernándezEl mismo Hourcade lo ocurrido: “Nos enfocamos en desarrollar las destrezas de nuestros jugadores y les inculcamos una idea parecida a la del hemisferio sur. Ahí se juega con muchísima dinámica. La primera parte fue dura. La realidad nos desnudó y se vieron debilidades. La falta de destrezas individuales, por ejemplo, no nos permitía jugar pelotas rápidas y éramos previsibles. Pero después de dos años, estábamos en condiciones de intentar algo más. Ahí pusimos nuestra impronta: arriesgar. Al hacerlo, sabíamos que nos expondríamos, que nos equivocaríamos, que perderíamos puntos en los partidos… Pero entendíamos también que era parte del trabajo fue convencer a los jugadores, de hacerlos socios de la idea. Les dijimos que jugaríamos al límite, porque esa era la única manera de ganarles a Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica. Y nosotros queremos ganar, no solo hacer partidos dignos… Les dimos tranquilidad a los jugadores para que intentaran. Si las cosas no salían, la culpa sería nuestra. Como a todos les gusta jugar con dinámica y variantes, no fue complicado. Lo único que no sabíamos era si podríamos aguantar 80 minutos a ese nivel, y ya dimos muestras de que se puede. Nos falta un montón, pero hoy los chicos que se integran a Los Pumas ya juegan con esta idea.”

Y remata: “Somos capaces de hacer muy buenos partidos, de lograr resultados, pero todavía no estamos a la altura de los grandes. Más allá de los triunfos, se valora la forma en la que se consiguieron, por el tipo de juego que desplegamos y la convicción que tenemos sobre el camino elegido”.

¿Es aplicable el ejemplo del rugby al fútbol? ¿Es posible que a Martino le den el tiempo necesario para cambiar el paradigma del fútbol argentino? ¿Por qué Martino no trabaja con los juveniles para formarlos? Sólo hay algo que está claro: el fútbol no podría soportar tantas derrotas. Como también es cierto que no arranca desde tan abajo.

¿Respuestas? No las hay. Sólo quedan las preguntas. Y el deseo de que el fútbol también se dé el tiempo para promover un salto de calidad. Materia prima sobra. Sólo hay que convencerse de cuál es el camino a seguir. Y no desviarse del rumbo.