Ningún hincha de Boca lo va a reconocer en voz alta. No hablamos del fanático extremista que ve todo lo bueno y nada malo en lo propio y exactamente al revés en lo ajeno. Hablamos del que es capaz de asumir que este Boca de la segunda parte del torneo fue un campeoncito cualquiera. De ese que comparte sus penas con los amigos y enumera: un presidente desagradable que cree que todo lo puedo resolver con billetes y promesas absurdas (sí, ese hincha que no se olvida de que Angelici llegó al cargo prometiendo “volver a Japón”), un técnico desorientado que tiene el dudoso mérito de hacer peores a sus futbolistas por ponerlos en lugares donde rinden menos, un ídolo que con sus últimas decisiones afuera y sus últimas actuaciones adentro fue desdibujando su idolatría… El hincha de Boca sensato, ése que es capaz de reconocer que si el campeonato duraba dos fechas más, el título tan obvio en la primera parte del torneo, ya no lo sería tanto.
Y fue el propio Boca el que generó esa sensación. Más allá de las lesiones de Gago y Benedetto, dos pilares el año pasado, Guillermo no mostró muñeca para resolver nada. ¿Se puede quejar el técnico de dos bajas con el plantel que tiene? Poder puede, pero… Con Barrios y Sebastián Pérez para suplir a Gago y con Wanchope y Bou para sustituir a Benedetto mejor no levantar mucho la perdiz. ¿Qué tendría que decir Kudelka, por ejemplo, a quien Boca le compró a su 10 para usarlo poco y nada?
“Creo que la primera parte del campeonato marcamos una diferencia notable”, dijo Barros Schelotto con razón. Allí Boca ganó 10 de los 12 partidos disputados, con 25 goles a favor. Sin dudas: números y algunas actuaciones de campeón. Pero los problemas llegaron cuando las presiones aumentaron. Porque, no nos olvidemos, la mayoría de los hinchas de Boca reconocieron públicamente (ahí está la encuesta que hizo Paso a Paso) que las prioridades para este año eran: 1) la Libertadores, 2) ganarle a River la Supercopa y 3) el título local. Lo único conseguido hasta ahora es lo menos prioritario. Bueno, y una nueva mancha por una nueva derrota sin atenuantes contra River en un cruce a todo o nada.
Semejante golpe desconfiguró todavía más al entrenador, que quiso tapar esa derrota con declaraciones comparativas innecesarias y que no hicieron más que exponer su incapacidad. Su “nadie nos supera”, a los pocos días de perder la final con su máximo rival fue el colmo del absurdo. Entonces, si Boca llegó al bicampeonato fue por el envión del primer semestre. En la parte final, Boca dejó de ser un equipo confiable, por juego y por resultados. Y los dos últimos partidos son la mejor muestra: resolvió el partido con Unión con ¡un contraataque en la Bombonera! cuando los de Madelón le estaban toqueteando la pelota. Y terminó pidiendo la hora en el Bosque contra un Gimnasia que hace tres meses que no gana un partido.
“La cantidad de goles marca el potencial que tenemos y el hecho de haber sido los que más goles hicimos, habla de que el equipo jugó bien”, quiso sacar chapa Guillermo. Es cierto: Boca fue el equipo que más goles metió pero su potencial daba para mucho más. En ninguna de las grandes ligas el campeón terminó con menos de dos goles a favor por partido. Repasemos los promedios. PSG, 3 (108 goles en 36 partidos); Manchester City, 2,84 (105 en 37); Bayern Munich, 2,75 (91 en 33); Barcelona 2,61 (94 en 36) y (la avara) Juventus 2,33 (84 en 36). El promedio de goles de Boca es 1,81 (47 en 36 partidos). Alguno podrá decir que con los jugadores que tienen esos equipos es normal que metan esos goles. Sin embargo, Boca, en comparación con sus rivales, tendría que haber sacado una diferencia parecida. Lo pudo hacer cuando no debió desenfocarse con la competencia internacional. Pero todos los grandes equipos del mundo saben convivir con dos grandes competencias.
Y justamente será esa competencia internacional, llamada Copa Libertadores, la que marcará el nivel de celebración que merece este bicampeonato. El miércoles, una vez que Boca confirme su clasificación a los octavos, el hincha podrá descargar su alegría. Si no lo hace, este título tendrá sabor a poca cosa.