Perdió con China Taipei, empató con Birmania, empató con Bahrein, perdió con Afganistán, perdió con Indonesia, perdió con Tailandia, empató con Filipinas, le ganó a Camboya, perdió con Siria, perdió con Hong Kong… Una victoria, tres empates y seis derrotas en los últimos diez partidos contra “nadie”. Eso es lo que dicen los resultados de Singapur, el segundo rival de la Argentina en la era Sampaoli.
¿Qué sentido tenía este partido? Futbolísticamente, ninguno. Seguro que esta mini gira fue buena para muchas cosas. Para que el nuevo grupo que intenta formar Sampaoli asimile los primeros palotes conceptuales del entrenador. Para que algunos jugadores “europeos” se conozcan entres sí y con los “argentinos”. Para aprender a convivir. Para ganar confianza. Pero el partido en sí mismo contra Singapur no sirvió para casi nada.
Son tantas pero tantas las diferencias con Argentina que si la Selección jugaba sin arquero era lo mismo. Literalmente. Guzmán la tocó dos veces con la mano pero podría haber bajado ese par de pelotas con el pecho. ¿Es posible afrontar hoy en día un partido en serio con dos defensores y un volante de contención? No. Sampaoli no va a usar este planteo nunca más. Ni aunque necesite remontar un 3 a 0. Y si nos obligaran a hacer una “minimísima” evaluación de cómo funcionó esa línea de 2 (Mammana-Fazio) 3 (Salvio-Biglia-Acuña), diríamos que no muy bien. Singapur no atacó nunca. Sin embargo, en el primer tiempo pasó dos veces la mitad de cancha y las dos veces Argentina cortó con foul: primero Acuña por falta de oficio y después Fazio porque había salido de su posición.
La posición de Acuña, precisamente, hay que resaltarla como un error del entrenador. Si va a jugar como 3 (es cierto: con la idea de vivir en ataque), para eso es mejor que juegue un 3 con vocación ofensiva. Porque entiende mejor dos cosas fundamentales: el marcaje mano a mano y la llegada por sorpresa. Acuña, en Racing, está acostumbrado a moverse, a recibir y a desequilibrar desde otra posición. Salvio, quizá por su experiencia europea y porque no tuvo un hombre por su lado, disimuló mejor eso de ser lateral.
Para entender un poco lo que es Singapur… Un equipo que jugó a defenderse pero su método defensivo no fue marcar escalonadamente sino amontonar gente en la puerta del área. No sólo es un equipo sin jerarquía, también es un equipo ingenuo. ¿No marcar a un central rival en un córner? Infantil. Gol de Fazio. ¿No avivarse de un córner corto? Falta de picardía. Gol de Correa. Con ese 2 a 0 se cerró un primer tiempo que tuvo algo bueno: que Argentina no hay subestimado a su adversario. Aunque, convengamos, haya jugado a un 50 por ciento. Seguro que si Argentina necesitaba meter 10 goles en un tiempo para clasificarse al Mundial, los habría metido.
La segunda parte fue para que se mostraran las novedades: Paredes, por ejemplo. El chico de la Roma entró con las ganas de decir “yo puedo estar acá”. Le bajó una pelota al Papu Gómez para el tercero, después reventó el palo y finalmente metió el cuarto y lo festejó como el debutante que era. ¿Bien Paredes? Sí. ¿Contra nadie? También. Exactamente lo mismo que le cabe a la Selección.