Es imposible predecir un partido de fútbol, y mucho menos dos, pero viendo como viene esta Copa Libertadores para River lo más lógico es pensar que esta noche, contra el Club Deportivo San José de Oruro, clasifique o no, sus hinchas la van a pasar mal. El antecedente del San Lorenzo campeón en 2014 es el ejemplo del que muchos se agarran. Esa es la ilusión. El equipo de Bauza entró por la ventana y terminó en el Mundial de Clubes. Ese calvario, está claro, valió la pena.

Hasta ahora, lo de River viene también en modo pasión religiosa. En los cinco partidos que jugó la pasó mal. Primero fue a la altura y perdió por un par de errores en los últimos diez minutos. De local, contra Tigres, se tuvo que esforzar para salvar un punto. Después fue al sintético peruano, ganaba y le empataron. A la vuelta, le volvieron a empatar, sobre la hora. Recién en México, cuando todo parecía perdido, levantó un 0-2 y, así, llega con chances a la última fecha. Pareció un giño de algún dios sádico que dijo: “Vamos que lo podemos hacerlos sufrir un rato más”. Los griegos hacían teatro con estas cosas.

La opción de que River gane 2-0 a los 15 minutos y que Tigres, con el equipo muleto que llevó a Perú, le vaya ganando a Juan Aurich desde el comienzo la podemos ir descartando. Lo mismo que River golee y los peruanos ganen su partido de punta a punta. No está acorde con lo que viene pasando en este grupo. La resolución pinta para parecerse a esa infartante definición con la que el equipo de Bauza arrancó su camino triunfal hacia la Copa.

Ese día, San Lorenzo llegaba último en su grupo. Le tenía que ganar a Botafogo y esperar que Unión Española, ya clasificado, sacara algún punto de local contra Independiente del Valle. Con eso, clasificaba tranquilo. Hasta el entretiempo las cosas fueron por ese camino. San Lorenzo estaba arriba con gol de Villalba y los ecuatorianos empataban 1-1 en Chile. Después, como dice la crónica de La Nación, se vivieron “minutos de tristeza, delirio y locura”.

Durante todo ese segundo tiempo, San Lorenzo pasó de estar clasificado a quedarse a fuera, y viceversa, un par de veces. Primero, a los 3 minutos, gol de Independiente del Valle que, como tenía mismos puntos que San Lorenzo y un gol de ventaja, quedaba 2do en el grupo. A los 8′, Piatti puso el 2-0. San Lorenzo, con menos goles a favor, necesitaba uno más. A los 12′, gol ecuatoriano. San Lorenzo afuera, dos goles abajo. A los 14′, descontó Unión Española. A los 20′ empató y se gritó en el Gasómetro. Clasificaba San Lorenzo. A los 27′, otros de los chilenos. Parecía resuelto, pero Independiente del Valle lo dio vuelta a los 30′ y 32′ y pasó a ganar 5-4.

Faltaban 15 minutos y San Lorenzo se quedaba afuera. Lo rescató el gol de Piatti, a dos minutos para el final. El Ciclón ganó 3-0 con ese tanto agónico y se quedó en la cancha atento al partido en Chile. No hubo más goles ecuatorianos y se clasificó. Quedó en el aire del Bajo Flores esa idea profética: “Si zafamos de esta, es porque tiene que ser”. Y fue.

A River, como viene en esta Copa, le podría pasar todo lo contrario. Que San José le empate en el último minuto o que Aurich gane en el descuento. O, algo parecido a San Lorenzo. Un resultado servido en Perú y un gol milagroso en el Monumental. Y después habrá que esperar una semana para ver si habrá cruce con Boca o con quién. Los hinchas, según el resultado, se irán puteando o contentos. Pero todos seguirán pensando que por estas cosas es que nos gusta tanto el fútbol.