La Selección ya había avisado un poco en Venezuela y un poco (mucho) más en Perú: no tiene plan. Y, parece, tiene un técnico cabeza dura, que insiste con lo que no funciona. Porque contra Paraguay repitió la misma receta que en los partidos anteriores. Un grupo del equipo para defender y otro grupo para atacar. Dicho así, en el fútbol de hoy en día, suena a broma, pero así fue.

bauzaLa noche de Córdoba arrancó con una Argentina que quiso hacerse la dominadora pero fue sólo un espejismo. Toques intrascendentes entre los centrales y Mascherano que terminaron, indefectiblemente, con pelotas largas a dividir. Primero pateó sin sentido Demichelis, después Romero y al final Mascherano. Tres pelotas regaladas en tres minutos. Así, la Selección confirmaba muy pronto que los avisos de las fechas anteriores no le habían servido para nada.

¿Cuál fue la solución? Que retrocediera Banega para limpiar la salida. Sin embargo, mientras se resolvía un problema, se generó otro: ¿y ahora quién habilita a los cuatro de arriba? Eso: nadie. Y así vivieron los de adelante: completamente aislados. Porque no los asistieron y porque no se ofrecieron tampoco.

Decíamos que lo de Argentina dominadora era un espejismo por una razón muy sencilla: no sabía qué hacer. Y Paraguay, sí. Apenas tuvo la oportunidad, lo demostró. Empecinado Di María en la individual, perdió en la puerta del área rival y Paraguay, con dos toques y aprovechando lo pésimo que marcó Argentina sin pelota, puso a González mano a mano con Romero. ¡Ay, Chiquito! Con un compañero que llegaba al cruce lo único que tenía que hacer el arquero era cubrir el primer palo. Fue lo único que no hizo. En una noche así, también falló uno de los que no suele fallar.

Si el primer tiempo fue un compendio de desconceptos, increíblemente el segundo lo superó.

¡Cuatro nueves! Sí, todos juntos. Esa fue la idea de Bauza para darle vuelta el partido a Paraguay. Higuaín, Agüero, Pratto y Dybala. Todos ahí, amontonados, salvo el cordobés, que intentó bajar un poco para hacer las veces del conector que ya no estaba. Porque ese es otro problema que demuestra Bauza: piensa más en los nombres que en los rendimientos o en lo conveniente para el equipo. Agüero estaba para salir. De hecho, para jugar de supuesto enganche, igual que lo había hecho en Lima, ni siquiera estaba para ser titular. Mucho más después del penal que le entregó a Villar. Confundido por una posición que no conoce, el Kun pedía cambio urgente. Porque si un futbolista tiene la capacidad de eludir a dos rivales no significa que pueda ser el enganche o el cerebro de un equipo. Seguro Bauza sabe algo que nosotros no y por eso lo pone ahí. Pero por lo visto en 180 minutos, no hay razones lógicas para insistir con el experimento. ¿O será que al técnico le cuesta sacar a los grandes nombres?

Cuando salió Banega, Paraguay ya había decidido resignar el contraataque y cuidar el 1 a 0 en los alrededores de su área. ¿Era necesario mantener la línea de cuatro más Mascherano? Por supuesto que no. Banega no tenía que salir porque… ¿quién iba a asistir a tantos delanteros? Y, probablemente, Gaitán, tampoco. Porque Di María tuvo uno de sus días (últimamente, con la Selección, “estos días” son su habitualidad) y no había quien rompiera por las bandas.

Después del empate con Perú deseábamos que a Argentina le hubiera servido el partido de lección. Ahora se vuelve a repetir la historia. Pero con números que empiezan a preocupar. No tanto por los números porque hay partidos de sobra para clasificarse al trote. Pero, primero, hay que empezar a jugar un fútbol coherente.