A sus 41 años, Juan Sebastián Verón formalizó en los papeles su regresión a la etapa de pantalones cortos. Firmó un contrato por 18 meses para jugar en Estudiantes, club que a la vez preside desde octubre de 2014, y hará su debut en la Florida Cup, el 8 de enero, frente a Bayer Leverkusen.

Como tantos futbolistas de profundo arraigo en sus clubes de origen, la Brujita –el apodo dinástico es un estandarte de ese arraigo– ya tuvo su repatriación victoriosa luego de una extensa turné europea. Maduro, refinado, experto pasador y personalidad influyente, revivió para el Pincha el éxtasis de la Libertadores y se adueñó del equipo. Quizás su naturaleza estratégica (esa apropiación espontánea de las decisiones del equipo dentro de la cancha) lo llevó a pensar ya entonces en una carrera política. En un diseño institucional tan eficaz como el que urdía con la pelota al pie.

0000205704Así, se salteó el puesto de entrenador –a simple vista ideal para su preclara visión del juego– y compitió por el escritorio desde el que se definen los proyectos. Donde se corta el bacalao. Entre otros asuntos, se designa al entrenador.

Con un setenta por ciento de los votos, Verón llegó al cargo encarnando una renovación generacional y la promesa de un plan que acabara con los “personalismos” (textual) y apostara a los grupos de trabajo profesionales. Invocó incluso los contactos asumidos con ídolos de otros deportes para bregar por una cultura deportiva moderna y transversal.

Desconozco si su recorrido como dirigente se atuvo hasta aquí a los postulados de campaña. Pero es notorio que su nostalgia por el regreso –uno más y no jodemos más, habrá murmurado Juan Sebastián ante el espejo– ha hecho añicos su panacea discursiva sobre la gestión compartida y especializada.

Algunos futbolistas, entre ellos Verón, suelen decir que el club es como su casa para describir el grado de identificación y comodidad. De todos modos, no deja de ser una metáfora. Además de una vestimenta más formal que las pantuflas y las bermudas, la gestión en un club reclama ciertos compromisos que restringen la soberanía de amo y señor que uno ejerce (si la patrona y los pibes lo permiten) entre las cuatro paredes propias.

En el hogar uno se permite los caprichos. Y tal parece ser la chispa que encendió la voluntad del presidente. No lo anima ninguna aspiración lucrativa (su contrato es simbólico y el monto será donado). Se trata simplemente de saciar un deseo. Acaso un tanto inoportuno, incómodo para otros, como hacer panqueques a las cuatro de la mañana. Pero para qué estamos en casa.

juan-sebastian-veron-presidente-estudiantes_oleima20141004_0253_14Verón, en su doble faz de futbolista y presidente, ocupará los dos lados el mostrador de los pactos laborales. Sus compañeros de vestuario serán aquellos a los que, luego de ducharse, les pagará el sueldo. Aquellos con los que peleará cada centavo y cada cláusula, aquellos cuyas trasferencias habilitará o no según la conveniencia de Estudiantes, aquellos a los que, llegado el caso, podría tener que sancionar.

Menos confortable aún será la situación de Nelson Vivas. ¿Se animaría el entrenador a dejar que Verón echara raíces en el banco de suplentes si juzgara que su rendimiento no está a la altura del fútbol líquido de estos días?

Una nueva fase del eterno retorno (más parecido al de Troilo que al de Nietzsche) tiene fecha. Y habrá fiesta, claro. Quién no venera a la Brujita en Estudiantes. Quién se resiste a acompañar una batalla, incluso imaginaria, contra los daños y las pérdidas infligidas por el paso del tiempo.