En la reunión de planificación semanal que realizamos los integrantes de Un Caño en el bar The Oldest, se debatió largo y tendido sobre lo ocurrido en la jornada de las elecciones de medio término.
Los que hacemos Un Caño, no lo deben saber los lectores aunque suponemos que lo sospechan, es un grupo variopinto. Los hay de casi todas corrientes políticas existentes (kirchneristas, peronistas, socialistas, anarquistas y hasta algún trotskista) pero ningún macrista. No es que se haya dictado una proscripción ni nada parecido. Simplemente sucedió: no hay macristas.
Por lo tanto, también hay que decirlo, el debate era sesgado. Coincidíamos en que el oficialismo había manipulado los resultados de las elecciones en la Provincia de Buenos Aires y en Santa Fe para disfrutar de un lunes con titulares favorables en los diarios y para, también, tranquilizar a los mercados. Sin ir más lejos, el dólar se mantuvo quieto los días subsiguientes y se consiguió el principal objetivo económico de la semana: evitar que el vencimiento de 500 mil millones de pesos en lebacs se fueran hacia el dólar, lo que automáticamente habría desatado una corrida difícil de controlar por parte del Banco Central.
Pero más allá de los análisis políticos, nuestro debate se centró básicamente en si era comparable la manipulación de los resultados de ese domingo con la ya mítica suspensión del partido entre Deportivo Riestra y Comunicaciones: es decir, la invasión del campo de juego y la posterior resolución del resultado con unos cinco minutos extra jugados una semana después. ¿Eran similares las trampas?
Por un lado se sostenía que sí. Que el partido (o sea el recuento de votos) había sido suspendido cuando faltaba el 4,5 por ciento de las mesas y CFK estaba a punto de pasar al frente. O sea, Riestra ganaba 2-0 y paró el partido cuando Comunicaciones le estaba cascoteando el rancho.
Por el otro se afirmaba que no. Que una cosa era parar un partido cuando se estaba buscando un resultado (un hecho no consumado) y otra muy diferente era parar un conteo de votos cuando estos ya se habían realizado (hecho cosumado). Se dijo que, realidad, sólo serían situaciones comparables si la votación se hubiera parado a las 17.30 con alguna excusa y no hubieran podido votar aquellos que todavía no lo habían realizado. Es decir, si se le impedía a Comunicaciones marcar el gol que estaba buscado.
En eso estábamos cuando alguien, tal vez el más sensato (nunca daré a conocer el nombre porque seguramente se ofenderá al ser tratado como sensato), se preguntó si efectivamente estábamos convencidos de que los datos habían sido manipulados. Todos le respondimos que sí, pero al mismo tiempo había sembrado en el grupo cierto grado de duda. Por esa razón, antes se saldar el tema anteriormente discutido, nos propusimos buscar información al respecto para tener una certeza mayor de que esos datos que favorecían a CFK en verdad habían sido escondidos.
Así fue como analizamos una por una a las localidades de conurbano bonaerense y cómo se desarrolló el recuento de votos hasta su suspensión.
Hasta las 6 y 55 del lunes 14 se había escrutado 34.052 mesas, es decir el 95,68 por ciento del padrón.
A esa hora, Cambiemos obtenía un porcentaje del 34,19 por ciento de los votos y Unidad Ciudadana el 34,11, es decir una diferencia de a favor de Cambiemos de 6.915 votos.
Bien.
Quedan por computar 1491 mesas, es decir algo más de 300 mil votos, lo que tranquilamente podría indicar que le sería muy difícil a Unidad Ciudadana descontar esa diferencia.
Por eso es interesante mirar cómo se compone ese 34,19 por ciento de los votos de Cambiemos y el 34,11 de Unidad Ciudadana. Y también, por supuesto, hay que mirar muy bien qué es lo que falta.
El primer dato que surge es que fueron 35 los districtos en lo que se contaron el 100 por ciento de los votos. De estas 35 jurisdicciones, Cambiemos ganó en 34 con un promedio del 43,83 por ciento sobre el 25,54 de Unidad Ciudadana. En el único en que se impuso Unidad Ciudadana, lo hizo por 39,19 a 38,70 por ciento. Primer dato extraño.
También realizamos un desagregado del resto de los lugares en donde falta contar votos.
De los 1491 mesas restantes, 564 corresponden a lugares en donde se impuso Cambiemos con un promedio de 40,71 a 26,75 por ciento. Las otras 927 mesas son de lugares en donde ganó Unidad Ciudadana, con un promedio 39,89 a 28,12 por ciento.
Sin embargo, ese promedio es engañoso, ya que 158 mesas son de La Matanza, en donde la ventaja de Unidad Ciudadana sobre Cambiemos es de 46,73 a 24,49 por ciento. O 68 de Malvinas Argentinas, con un promedio de 41,95 a 25,75 para la fuerza de CFK. O 52 de Merlo, con un promedio de 45,69 a 21,77.
La única situación comparable a favor de Cambiemos es la que se da en La Plata: quedan 82 mesas sin computar con un promedio favorable al tándem Bullrich-González de 41,02 a 26,02.
Si se hace una proyección de los números que restan y si no se produjo además un mal recuento de votos como ya se ha denunciado en tantos lugares, CFK se impondría en las PASO por una diferencia de entre el 0,25 y el 0,35 por ciento.
O sea: a las 9 de la noche Bullrich llevaba a CFK casi 6 puntos ventaja y diez horas después esa diferencia se revirtió con una carga que jamás tuvo el efecto serrucho habitual en cualquier elección.
Así llegamos a la conclusión de que los resultados efectivamente se fueron acomodando a la medida de las necesidades mediáticas de Cambiemos. Insistimos: siempre y cuando, además, no se hayan “perdido” en el camino votos para Unidad Ciudadana o 1País, lo que por supuesto sería muchísimo más grave, ya que en ese caso no sólo estaríamos hablando de una carga amañanda sino lisa y llanamente de fraude.
¿Fue parecido al caso Riestra-Comunicaciones? La verdad, ya casi no nos interesa. Lo único que tenemos claro es que, lamentablemente, se hizo una utilización mediática de la soberanía popular. Y eso no nos da bronca. Pero sí muchísima tristeza.