Menos de diez minutos necesitó Messi para poner en stand by todas las dudas generadas por el equipo en los últimos partidos. El lo preparó y él se lo comió. A él le hicieron la falta y él colgó la pelota del ángulo. El desesperado festejo de Agüero, que salió desde el banco a gritar semejante golazo, dijo todo: la Selección necesitaba sacarse de encima ese camión repleto de presiones que tenía encima. ¿Y quién otro que Messi para hacerlo?
Tan rápido encaminó el partido Argentina que no fue posible evaluar cuánto cambió el juego del equipo. Lo que sí quedó en evidencia fue el cambio de actitud. Por la forma de correr, por la forma de mostrarse, por la forma de presionar (unos cuantos metros más arriba que habitualmente). Aunque hubo un detalle, en el segundo gol, que confirmó que la Selección fue un conjunto algo más ambicioso. Messi recibió como 7, como en tantas otras ocasiones. Sin embargo, aunque pareció que resolvió la jugada solo antes de servirle un centro medido a Pratto, contó con la ayuda de Mercado. Por fin un lateral que sube para algo. Porque Alvarez Balanta se preocupó por su ex compañero de River y le allanó el camino al 10. Y si a Messi le despejan el camino… Pratto sólo tuvo que cambiarle la dirección a la pelota con un cabezazo de pique al piso.
Visto lo visto de Colombia, el partido estaba liquidado en media hora. Porque Pekerman, que parece que no aprende de sus errores, otra vez volvió a jugar un partido decisivo lleno de temores. Ultimamente, Colombia es el rival ideal. Aparece en los peores momentos de Argentina y Argentina, las últimas tres veces, salió revitalizada tras ganarle a Colombia. Pasó en el ciclo de Sabella, pasó en la primera rueda cuando el equipo de Martino venía a los tumbos y la historia, idéntica, se repitió anoche. Así que además del obvio “Gracias, Lionel”; habría que agregar: “Gracias, José”.
El segundo tiempo tuvo poca historia. Pekerman trató de transformar a un equipo que ya no tenía ganas de transformarse y Argentina aguantó bien parada. Esa segunda parte sirvió para otra genialidad de Messi: por el taco a Enzo Pérez pero, sobre todo, por entender que Murillo se iba a dormir con la pelota, birlársela y luego darle el gol a Higuaín. Pero el Pipita, pasado de revoluciones por el deseo de cambiar este presente con la Selección, no llegó a empujarla. El gol que podía devolverle la confianza fue de Di María, que también andaba necesitando un empujón anímico. Eso sí: fue fea la imagen de Higuaín lamentándose por el gol errado en vez de alegrarse por el gol convertido por un compañero. Es cierto que un ratito antes lo había silbado todo el estadio antes de que reemplazara a Pratto, pero sería mejor canalizar esa frustración de otra manera. Y va a tener más oportunidades de hacerlo con un equipo ganador.
Hasta dentro de cuatro meses, la Selección no volverá a competir. Al menos, durante el verano, los jugadores mirarán la tabla y no pasarán tanto calor. El quinto puesto, aunque signifique Repechaje, no deja de ser un alivio. Pero el verdadero alivio tiene nombre y apellido: Lionel Messi.