La revista Der Spiegel acaba de sacudir al fútbol alemán con una investigación en la que asegura que la designación para organizar el Mundial 2006 se consiguió mediante la compra de los votos de, al menos, cuatro ejecutivos de la FIFA. Según el informe, que tuvo amplio impacto en medios de todo el mundo (aunque pocos hicieron eje en este punto), el dinero, unos seis millones de dólares, lo puso el entonces CEO de la marca alemana Adidas, Robert Louis-Dreyfus.
Cinco años más tarde, agrega, el comité organizador, que presidía Franz Beckenbauer, devolvió el dinero en una insólita operación que habría sido triangulada por la FIFA. Para el semanario se trata de “una de las mayores crisis del fútbol alemán desde el escándalo de sobornos de la Bundesliga en los 70”. La investigación plantea que además del legendario defensor también estaban al tanto del pago de sobornos varios miembros de la Federación, incluido su titular, Wolfgang Niersbach.
La denuncia no sorprende demasiado, Alemania 2006 apenas cierra un círculo. El diario británico The Independent asegura que ahora, con esta investigación, “todos los procesos de licitación desde Italia 90 están implicados en algún tipo de irregularidad financiera”. Va quedando claro que, desde siempre, los Mundiales se compran, de un modo u otro. La propia película de la FIFA lo admite a su manera.
El mundo económico ideal que la FIFA promete en cada Copa del Mundo, con “beneficios sostenibles para el organizador, antes, durante y mucho después del evento”, se presenta como la gran mentira que es. Un informe de 2010, posterior al Mundial de Sudáfrica, muestra que los países organizadores suelen perder dinero (EEUU 94 perdió casi 10 mil millones de dólares) o, en el mejor de los casos, quedan a mano.
¿Quiénes son, entonces, los que se benefician con los Mundiales? Los que votan donde se hacen y, sobre todo, los patrocinadores. El protagonismo que habría asumido Adidas para asegurar, con billetes verdes, el Mundial 2006 es el mejor de los ejemplos. En junio de 2000, el mismo presidente de la empresa, Louis-Dreyfus, se encargó de juntar el dinero que necesitaba el comité conducido por Beckenbauer para comprar los votos de la elección. Como supo decir el propio slogan de la compañía, “All in o nada”.
“Todos los procesos de licitación de Mundiales desde Italia 90 están implicados en algún tipo de irregularidad financiera”, asegura el diario The Independent.
El dinero que aportó Adidas, cuenta Alejandro Casar González en Canchallena, convenció a los cuatro delegados asiáticos en el comité ejecutivo de FIFA de votar por Alemania. Entre esos nenes, detalla el artículo, estaban el qatarí Mohammed Bin-Hamman (“suspendido de por vida por sobornos relacionados con otra adjudicación mundialista: la de Qatar 2022”), el tailandés Worawi Makudi (“el comité de ética de la FIFA acaba de castigarlo con 90 días de suspensión”) y el coreano Chung Moon-jong (“hace unos días recibió una inhabilitación de seis años”).
Ese día, además, el neozelandés Charles Dempsey, que iba a votar contra Alemania, se ausentó. Dijo que había recibido llamadas amenazantes de “influyentes intereses europeos” y renunció a la FIFA una semana después. El periodista británico Andrew Jennings asegura que no asistió a cambio de 250 mil dólares. “Alguien se fue de la reunión en el último momento… quizás yo era demasiado bienintencionado e inocente”, dijo años después el genio, siempre pulcro, de Blatter. Alemania ganó por 12 a 11 la votación y sus sponsors tuvieron el negocio que habían pagado.
La investigación de Spiegel, en realidad, confirma las denuncias que se apilan hace años. En junio, Idafe Martin contaba en Clarín que Chuck Blazer, el arrepentido que viene ventilando los negocios sucios del FIFAgate, involucró a Alemania 2006 en la lista de Mundiales otorgados mediante sobornos. Y que ya en 2003 la prensa germana decía que Alemania “disponía de, al menos, 3,5 millones de dólares para influenciar el voto” de los directivos de la FIFA.
El artículo afirma que Fedor Radmann, número dos del comité organizador alemán y, casualmente, exdirector de Adidas, junto al exjugador Günter Netzer, vinculado al grupo Kirch, que vendía derechos de TV, organizaron una estructura para esconder el pago de sobornos a tres directivos: el ya famoso Jack Warner (Trinidad y Tobago), Joseph Mifsud (Malta) y el mencionado Makudi (Tailandia). Cada uno habría recibido unos 300 mil dólares. Bayern Munich jugó un amistoso contra Tailandia en junio de 2000 y contra Malta en enero de 2001. El grupo Kirch donó 20 mil dólares para “la restauración del órgano de una iglesia metodista en Trinidad y Tobago” y entregó a Warner los derechos de TV de los Mundiales 2002 y 2006.
Lo novedoso del informe de Spiegel es que tendría probado, con documentos, la ruta del dinero que aportó Adidas. En 2005, un año antes del Mundial y cinco después de pagar los sobornos, Louis-Dreyfus habría pedido la devolución del préstamo. Entonces, el comité organizador alemán contribuyó a FIFA con seis millones de dólares para una gala que debía realizarse en el estadio Olímpico de Berlín. El dinero llegó a una cuenta en Ginebra, pero el evento nunca se realizó. De ahí, la plata habría sido transferida a otra cuenta, en Zúrich, a nombre de Louis-Dreyfus.
Para evitar ser demasiado ingenuos habría que decir, también, que la denuncia llega en un momento justo para voltear a otro aspirante europeo al trono de la FIFA. Después del escándalo que salpicó a Platini ahora le tocó el turno al alemán Niersbach. Incluso la imagen de Beckhenbauer queda dañada. Pero sobre todo es un golpe directo contra una marca enorme como Adidas, pero a la vez uno de los sponsors de la FIFA más tibios a la hora de condenar a Blatter, un amigo histórico. La norteamericana Nike debe estar a la cabeza para intentar sacar provecho. ¿Cómo se dirá carpetazo en Suiza o en Óregon?
La Federación alemana reaccionó como pudo ante la revelación de Spiegel y prometió “su propia investigación”. Con inocultable buen sentido del humor, el vocero oficial anunció que averiguarán también si hay fundamentos para reclamar el dinero que se giró para ese evento que nunca tuvo lugar. FIFA, en tanto, afirmó que se trata de “alegaciones muy serias” y aseguró que habrá una pesquisa interna para esclarecer el hecho. Tranquilos, todo está en buenas manos. Una lavará la otra.