“Sería bonito y me gustaría que el Barcelona nos hiciera el pasillo de honor.” Cristiano Ronaldo entiende que su equipo, que acaba de consagrarse Campeón Mundial de Clubes merece que su archirrival le rinda homenaje por dicho logro formando una calle con sus jugadores para que por ella ingrese al campo el Real Madrid, antes del clásico.
La fantasía expresada por el luso, teniendo en cuenta sus antecedentes de ególatra de fuste y siendo un poco mal pensados, pudo ser interpretada como un deseo de ver humillados a sus rivales reconociendo la superioridad de los madrileños.
Lamentablemente los catalanes se lo han tomado un poco así y no quisieron saber nada con la calle. Guillermo Amor, ex jugador y actual Director de Relaciones Institucionales de FC Barcelona, salió al cruce de Ronaldo balbuceando una excusa desconcertante. Según él, ningún equipo debe hacer la calle al campeón de un torneo en el que no ha participado. El entrenador Valverde también se encargó de dejar claro, como si esto lo convirtiera en una persona admirable, que su política es no hacerle la calle a nadie y que no le gustaría que se la hicieran a él.
Valverde olvida o ignora un lindo episodio ocurrido en los años sesenta, en oportunidad de la visita de FC Barcelona al Wolverhampton en el Moulinex, por un partido de vuelta de la Copa de Campeones de Europa. En la ida lo había vencido 4 a 0 y en la revancha lo hizo por 5 a 2. Los ingleses, deslumbrados por la excelencia de los catalanes formaron una calle para homenajearlos cuando se retiraban del campo.
También en Argentina, sucedió algo similar:
El sábado 4 de noviembre de 1967, Racing derrotó en Montevideo a Celtic de Glasgow, con el recordado gol de Cárdenas, y se convirtió en el primer equipo argentino en levantar la Copa Intercontinental. Una semana más tarde enfrentó, por el Torneo Nacional, en sus tramos finales, a River en Avellaneda.
Racing, que se había concentrado ese año en la disputa de las Copas Libertadores e Intercontinental, andaba por el fondo de la tabla y ya no jugaba por nada en el campeonato local. River, por el contrario, llegaba al partido contra los flamantes Campeones Mundiales con mucha expectativa. Venía peleando palmo a palmo la punta del Nacional con Independiente y atravesaba una mala racha de ya casi 10 largos años sin títulos.
Para Racing ese partido era poco más que una excusa para encontrarse con su público después de la consagración internacional, dar la vuelta con la Copa y festejar. Para River, la oportunidad de seguir en carrera hacia el título y una cuestión de honor, volver a enfrentar al equipo que lo había eliminado de la Copa Libertadores pocos meses atrás. Y todos sabemos en el clima que se jugaban aquellos partidos de Copa en los años sesenta.
Sin embargo, al salir por el túnel, los jugadores de Racing se encontraron con que sus rivales habían formado una calle para recibirlos con aplausos por el logro de la Intercontinental. “Un homenaje sincero y profundo para quienes nos supieron brindar el halago que durante tiempo veníamos soñando. River supo con su actitud brindar el testimonio de un agradecimiento que abarca a todo el ambiente futbolístico de nuestro país.” Escribió el director de la revista El Gráfico en su editorial de esa semana.
Fue un partidazo y River ganó 4 a 2, aunque finalmente el campeonato se lo llevó Independiente en la última fecha, en su cancha y frente a Racing (4-0). Los Rojos -público y futbolistas- también homenajearon a su clásico rival aquella tarde y lejos de recibirlos con chiflidos, lo hicieron con aplausos. Antes del partido los 22 jugadores formaron una fila frente al mástil de la cancha y se izó la bandera nacional, y las de los dos clubes en un clima de festejo.
Todo quedó en Avellaneda, Racing Campeón del Mundo, Independiente Campeón Nacional y la fiesta de consagración protagonizada y compartida por los dos vecinos y adversarios.