Nadie jamás podrá olvidar todo lo que hizo Guillermo Vilas en 1977. Ganó dos Grand Slam (Roland Garros y Estados Unidos), fue finalista en Australia (perdió al final contra Roscoe Tanner), jugó 31 torneos y ganó 16, se impuso en 130 partidos y perdió apenas 14 (90,30 por ciento de efectividad), metió una seguidilla de 46 partidos oficiales ganandos de corrido (y otros cuatro de un torneo no oficial) y se quedó con siete títulos consecutivos –Kitzbuhel, Washington, Luisville, South Orange, Columbus, el US Open y París–.
Pero el tema que nos ocupa fue el extraordinario triunfo en Estados Unidos, en donde sólo perdió un set en la final ante Jimmy Connors. El resto de los partidos fue un paseo para el marplatense. Repasemos los resultados: 6-1 y 6-0 ante Manolo Santana (en esa época los primeros cuatro partidos se jugaban al mejor de tres sets); 6-3 y 6-0 ante Gene Mayer; 6-3 y 6-3 ante Víctor Amaya; 6-3 y 6-1 ante José Higueras; 6-1, 6-1 y 6-0 ante Raymond Moore; 6-2, 7-6 y 6-2 ante Harold Solomon; y 2-6, 6-3, 7-6 y 6-0 en la final ante Connors. O sea: 106 games ganados y 41 perdidos; 17 sets ganados y uno solo perdido.
Después de semejante campaña, nadie dudaba de que la computadora le daría el número 1 a Vilas. Pero no. El sistema de porcentajes que se utilizaba por esos años estableció que Vilas quedaba al final de la temporada como número 2 detrás de Connors, quien apenas ganó el Masters, 6 títulos y fue finalista en Wimbledon y en Estados Unidos.
La revista World Tennis le concedió el número 1 a Vilas, quien pese a todo, no disfrutó de todo lo que le ocurrió ese año: “Nunca estuve más solo en mi vida que cuando fui el número 1 en 1977. Era un cardo. Solo, solo. La gente puede pensar que fue un año espectacular: pero yo deseaba que terminase rápido.“ Nótese que Vilas habla de sí mismo como si efectivamente hubiera sido el número 1, cosa que en la práctica no ocurrió.
Fue el gran año de Willy. Y también fue el año en el que nació la frustración que aún hoy le carcome el alma: no haberse podido consagrarse campeón mundial del año ni haberse subido, por primera y única vez para un argentino, en el escalón más alto de ranking.
Nadie pudo hacerlo. Vilas tampoco. Más allá de que se trate de una de las injusticias más recordadas de la historia del deporte profesional. Ojalá que alguna vez se repare semejante error. Tal vez ese día, Vilas podrá descansar tranquilo.