Resulta llamativo que en una época en que las referencias estadísticas -aun las más irrelevantes y caprichosas- ocupan cada vez mayor espacio en la oferta de los contenidos periodísticos, un dato tan sustancioso, que subraya nada menos que al máximo anotador del clásico contra el rival que nos obsesiona y al que siempre le queremos ganar, no aparezca en el corpus de los más elementales conocimientos del futbolero argentino medio.

con hercules350Un rápido sondeo al que fueron sometidos los compañeros de UN CAÑO y algunos parroquianos presentes en el bar The Oldest, confirmó que ninguno tenía las más mínima idea sobre quién era el máximo goleador nacional frente al Scratch.

Ni Diego, ni Messi. Ni Bati, ni Kempes, ni Artime, ni Labruna. El jugador argentino que más goles le metió a Brasil en partidos entre las dos selecciones, se llama Emilio Baldonedo.

Si la revelación del inesperado nombre del protagonista de esta historia*, nos deja un poco perplejos, la vertiginosa secuencia cronológica en la que sucedieron los acontecimientos que lo llevaron al honroso record de marcar siete goles en cinco partidos, no es menos impensada.

La Copa Roca se ponía en juego entre Argentina y Brasil, con alguna intermitencia, desde 1914. A veces se definía en un partido, a veces en dos y si empataban, en tres. La edición de 1939 no se encuadró, sin embargo, en ninguna de esas variantes. En enero de ese año jugaron dos partidos en Río de Janeiro; el primero lo ganó Argentina 5 a 1 y el segundo, a la semana, lo ganó Brasil por 3 a 2. Por cuestiones de calendario el partido de desempate recién se pudo jugar trece meses más tarde, el 22 de febrero de 1940. Fue en el Parque Antártica de San Pablo y esa tarde nuestro héroe, Emilio Baldonedo, que por primera vez vestía los colores argentinos, -rodeado de monstruos de la época como Antonio Sastre, Carlos Peucelle y el chueco Enrique García, entre otros- marcó un gol y el partido termino empatado en dos. La Copa Roca de 1939 seguía sin resolverse. Se programó entonces un cuarto partido, también en San Pablo, para la semana siguiente. Argentina se consagró campeón ganando 3 a 0, Baldonedo marcó el segundo gol y fue reemplazado por Manuel Fidel que metió el tercero.

gol 738Cosas de la época, los flamantes campeones y sus vencidos viajaron inmediatamente a Buenos Aires para jugar a la semana siguiente, la edición de 1940 de la Copa Roca. El martes 5 de marzo por la noche, bajo la moderna iluminación del Gasómetro de Avenida La Plata, Argentina se impuso por 6 a 1 con dos goles de Masantonio, tres de Peucelle y uno de Emilio Baldonedo. En la revancha, esta vez por la tarde y en domingo, le tocó ganar a los brasileños. Fue 3 a 2, y los dos goles argentinos los marcó, otra vez, Baldonedo. El trámite del partido dio para levantar algunas sospechas en el ambiente, se decía que la derrota argentina había sido arreglada para forzar un tercer partido y aprovechar el bonus de otra recaudación.

Finalmente, el 17 de marzo en cancha de Independiente, se jugó el bueno para definir al campeón. Ganó Argentina 5 a 1, y Baldonedo metió otros dos goles, consiguiendo esa tarde la marca que hasta el día de hoy no ha sido superada por ningún otro argentino: 7 goles a Brasil.

tapa300Le agrega pimienta a la anecdótica estadística, el hecho de que los haya marcado en sólo cinco partidos, consecutivos y en el término de dos meses. Para tener una idea de lo excepcional de la proeza observemos que Pelé, el máximo goleador del clásico, le marcó a la Argentina 8 goles -sólo uno más que Baldonedo- en 10 partidos -el doble de los que jugó el argentino- y a lo largo de 13 años entre 1957 y 1970, pero 3 de esos 8 goles fueron conseguidos en partidos amistosos. Diego Maradona sólo logró marcar un gol ante los brasileños en los 6 partidos en que los enfrentó y Messi les hizo cuatro –tres el mismo día- en hasta ahora 7 partidos.

Podemos consignar otras dos curiosidades en la vida de Emilio Baldonedo. La primera es que a pesar del contundente desempeño mostrado en la serie de cinco partidos frente a Brasil, apenas volvió a ser convocado a integrar el seleccionado nacional en sólo una ocasión.  Fue para enfrentar a Uruguay  por la Copa Héctor Gómez en Julio de 1940. No marcó, perdimos 3 a 0 y nunca más volvió a vestir la camiseta argentina. La segunda es que su nombre figura en la letra de un tango de Reynaldo Yiso de 1945 -no muy inspirado, por cierto- llamado El sueño del pibe cuyo estribillo dice:

“…Mamita, mamita, Ganaré dinero, seré un Baldonedo, un Martino, un Boyé / Dicen los muchachos del Oeste Argentino, que tengo más tiro que el gran Bernabé…”

Alguna vez el gran cantor Diego A. Maradona interpretó ese tango en la televisión, pero le cambió la letra. En lugar de Baldonedo y sacrificando la rima, se nombró a sí mismo. También reemplazo a Martino y a Boyé por Kempes y Olguín.

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Para saber un poco más de la vida futbolística del hoy olvidado Emilio Baldonedo, prócer de Huracán, ofrecemos una breve reseña de su trayectoria, publicada en 1958 en La Historia del Fútbol Argentino de la Editorial Eiffel. Es curioso, en el almibarado texto no se menciona la hazaña internacional por la cual hoy evocamos al hombre en nuestras páginas:

Emilio Baldonedo

Cómo no recordarlo en esa delantera de Huracán de los años 37 hasta el 43, cortándole pelotas al gran Masantonio o jugándola solo, a lo maestro, para hacer su gol certero de gran insider. Imposible olvidar a Emilio Baldonedo, uno de los delanteros más completos de nuestro fútbol profesional. Se había amasado en Huracán, siempre en Huracán. Tenía sangre del “globito”, renovada y puesta a prueba desde los peloteos bravos de aquella sexta en la que jugaban Pedernera, Belfiore y el chico Correa.

De esto hace muchos años, unos veinticinco más o menos. De la sexta aguerrida, en la que fue de-lantero goleador puro y nato, subió a la quinta, a la cuarta, a la cuarta especial y un día de 1935 los espectadores lo vieron entrar con el team de los grandes, pegado a “Masa” que era como un padre y que no lo dejaba marearse con la pelota en gambetas exageradas, porque el arco no estaba allá “de vista”, evidentemente. Le gustaba el floreo desde pibe. Era un crimen —pensaba— no hacer una fracesita con la pelota antes de probar suerte en el tiro. Pero el tiempo y las exigencias del juego de equipo, lo fueron puliendo hasta convertirlo, muy joven, en un insider equilibrado y sagaz. Y sabía peinarla, acariciarla y afiligranarla como su admirado Nolo Ferreyra de la niñez del alambrado y también sabía del rotundo y decisivo shot al arco, preciso y a quemarropa. Tenía algo de Chiesa, un gran insider que tuvo Huracán algunos años antes que brillara Baldonedo en las canchas y Emilio lo admiraba como uno de sus ídolos del fútbol.

Vivió una época en que su puesto era ocupado por grandes jugadores como Moreno, Sastre y otros ; que fueron figuras de prestigio continental. Eso mantuvo a Baldonedo un tanto apartado de nuestras selecciones aunque las veces que fue elegido se desempeñó con brillo y corrección. Deportista ejemplar, durante más de diez años dio a nuestras canchas —jugó también para N.O.Boys— el perfil claro y distinguido de su estilo de crack. En Méjico, donde actuó un tiempo, ratificó el concepto.

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*Accedimos a esta historia gracias a una recomendación que el historiador Esteban Bekerman publicó en su muro de Facebook.

Fuentes: Futebol Portenho; Historia de Fútbol Argentino Tomo III de Editoria Eiffel (1958); Colección revista El Gráfico y 11v11