El recorrido de Sol Campbell, como futbolista, como político o como hombre de derecha, es de manual. El fútbol lo sacó de la pobreza, ya famoso su opinión lo transformó en un producto político, y cuando le hablaron de contribuir a la comunidad con una pequeña parte de los frutos materiales de su éxito se brotó.
Sus padres, Sewell y Wilhelmina, inmigrantes jamaiquinos, lo criaron junto a sus once hermanos mayores en el este pobre de Londres. En esa época no pensaba en política, ni en impuestos, ni en fútbol. Las preocupaciones familiares eran más primarias. “El fútbol no estaba cerca mío. No teníamos plata para ir a la cancha”, cuenta para explicar porque no es hincha de ningún equipo londinense. Igual, como buen niño británico, se distraía en las tardes detrás de alguna pelota. “Las oportunidades no golpeaban mi puerta”, recuerda. Vestirse de corto y usar botines se presentó como un atajo para ser alguien.
La pelota lo llevó al norte rico de la ciudad. Surgió de la cantera de Tottenham Hotspur, jugó diez temporadas y llegó a ser ídolo. Pero en 2002 dejó vencer su contrato y se fue, con el pase en su poder, a Arsenal, el archirecontrarival. Se ganó el odio eterno de buena parte de la ciudad que comenzó a llamarlo “Judas”. Ahí, empezó a sufrir el racismo, contra el que siempre combatió, en forma de canto de tribuna y se instaló el rumor de que era homosexual.
La “traición” lo hizo héroe antes de llegar a Highbury. Con Arsenal ganó una Premier, la invicta de 2003-04, algunas copas y perdió la final de Champions 2006, ante Barça, pese a su gol. En esa década, el rudo defensor se consagró como central histórico en el fútbol inglés. Fue capitán de la selección, jugó tres mundiales (de 1998 a 2006) y fue figura en un par de ellos.
La fama y la pequeña fortuna que acumuló con despejes, patadas y cabezazos prosperó junto a la alta sociedad londinense. Se casó con Fiona Barratt, heredera de Barratt Homes, una de los principales desarrollares inmobiliarios británicos. Ya tiene licencia para ser DT, pero su futuro parece estar más cerca de los negocios de su familia política. Colabora con la carrera de diseñadora de interiores de su esposa, invierte en propiedades millonarias y alardea en exclusivas revistas de caza sobre sus dotes de tirador. “Este año maté 30 pájaros, para sorpresa de mi suegro. Para mí, lo importante es que terminen en la mesa y la familia los disfrute”, nos cuenta.
Ahora, se lanzó a la política. Su carrera comenzó el año pasado cuando sintió que le iban a tocar el bolsillo. El Laborismo había anunciado en su plataforma electoral un impuesto nacional a las viviendas de lujo (las que valen más de 2 millones de libras), nada novedoso, apenas una reedición de la “Eutanasia del rentista” propuesta en los años ’30 para salir de la crisis de 1929. La medida, además, buscaba poner algún freno al furor inmobiliario que disfruta Campbell y que generó una severa crisis habitacional en Londres, que sufren sobretodo los más pobres.
“Este impuesto es algo que me afecta. Quizás es egoísta, pero es la verdad”, confesó Campbell al involucrarse en la campaña para la reelección del conservador David Cameron como primer ministro, con la promesa de asegurar “el voto negro”. Lo entendemos, se calcula que tiene una fortuna de 34 millones de libras basada, sobre todo, en propiedades lujosas. En pleno debate, decidió vender el más valioso de sus activos, una mansión en Chelsea por la que pedía 25 millones de libras.
Incluso, grabó un video militando contra la propuesta laborista (al final del artículo, en inglés). “La casa de cada británico es su castillo, pero con este impuesto eso está en riesgo”, mete miedo para arrancar. Y agrega, “esto es un impuesto a la aspiración. No es justo para nada”. El mensaje de Campbell es el mismo de siempre: a mí nadie me ayudó a progresar, porqué me castigan por ser exitoso.
No importó que le explicaran que el dinero iría a sanear el sistema de la salud pública británico. Como diría cualquier persona de derecha que se precie ¿A mí nadie me paga OSDE, por qué le tengo que pagar la salud a los que no se esfuerzan como yo? Muchos que nacen con nada, llegan a tener algo y temen volver al punto de partida, piensan así. Casualmente recién cuando tienen algo, antes se preocupaban por comer. Quizás por eso, admite con una sonrisa que “probablemente la mayoría de los futbolistas son tories (de derecha)”. Campbell, ahora con 40 años, dice que es conservador desde hace 20, justo cuando empezó su carrera.
Es cierto, su éxito es suyo y de nadie más, pero Campbell podría admitir que alguien tuvo que ayudarlo alguna vez para que llegara a donde llegó. Que quizás le debe algo a la salud o la educación pública que disfrutó en su infancia, a los hinchas que compraban sus camisetas, o al menos a David Seaman, que lo salvaba cuando se equivocaba. Pero no, ni de Seaman se acuerda. “Yo soy un un entrepreneur, soy un constructor. No quiero ayudas. Si no hubiera jugado al fútbol hubiera hecho otra cosa. Así soy yo. No quiero que me frenen. Quiero ir para adelante. Quiero ser mejor. Arranqué abajo y me hice mi camino hacia arriba”, insiste.
“Se que no soy el principal candidato, pero veo a la gente que lleva cinco, diez o quince años en política y no para de meter la pata y pienso: ‘¡Esa gente deberían ser profesionales!”, afirma Sol Campbell, que era profesional de meter la pata.
Campbell es el típico hombre económico de nuestro tiempo, que busca, ante todo, maximizar su beneficio personal. Toma decisiones meditadas y elige según su propio interés. Como propone este reportaje de The Guardian, es una buena forma de entender su pase al Arsenal. “Invertía en su principal activo: el mismo. Tenía sentido, podía ganar más títulos y más dinero”. El fútbol, también para él, era sólo un negocio más.
La semana pasada, Campbell se lanzó como precandidato tory para alcalde de Londres, en reemplazo del excéntrico Boris Johnson, que deja el cargo después de dos mandatos para irse al Parlamento. “Estoy en la carrera para ganarla”, dijo, competitivo, al postularse. “Busco un cambio para todos”, prometió como un político veterano. “Voy con los ojos muy abiertos, se que no soy el principal favorito, pero veo a la gente que lleva cinco, diez o quince años en política y no para de meter la pata y pienso: ‘¡Esa gente deberían ser profesionales!”, afirmó él, que era profesional de meter la pata.
“Pongo nuevas ideas sobre la mesa”, aseguró. Cuando le preguntaron cuáles balbuceó algo sobre dar más lugar a las minorías en el gobierno local y algo ecologista sobre una “Londres más verde”. “No quiero decir mucho porque no quiero que me roben las ideas”, planteó para pasar a la próxima pregunta. “Vengo de una familia de clase trabajadora y me ha tocado esforzarme mucho. Ahora lo que quiero es devolver algo a la comunidad”, agregó. Con un poco de marketing, ¿quién no querría votarlo?
La interna de la derecha londinense se anticipa interesante y lejos de todos los preconceptos políticos que podamos tener. Por ahora, además del exfutbolista negro, se postulan dos políticos de carrera: el jefe de la bancada de concejales (Andrew Boff) y el actual secretario de seguridad de la ciudad (Stephen Greenhalgh), y un empresario financiero “gay y ex alcohólico” (Ivan Massow), según su propia definición, que asegura que fue más difícil presentarse ante la comunidad como conservador que como homosexual.
En las casas de apuestas, sí, los británicos también timbean con la política, el ex Arsenal paga 50/1. El favorito es Zac Goldsmith (6/1), quién todavía no presentó su candidatura pero se espera que lo haga pronto. Igual, los corredores aseguran que ganará el Laborismo, pese a la reciente derrota nacional. Campbell confía, pese todos los pronósticos. Sabe que son más de los que quisiéramos, acá y en Londres, los que piensan como él.