Es difícil ponerse a escribir un rato después de que San Lorenzo se hubiera consagrado campeón de la Copa Libertadores. Porque dentro de uno conviven dos personalidades diferentes pero que en definitiva colisionan.

Por un lado está el periodista, el hombre que sabe que San Lorenzo jugó muy mal y que se terminó consagrando porque enfrente tenía a Nacional de Paraguay, un equipo limitadísimo, incapaz de hacerle daño a la sombra de este equipo que armó Bauza.

Y por el otro está el hincha, el tipo de 53 años y que desde hace 45 está soñando con este presente, con este título.

Porque para todos los hinchas de San Lorenzo, la Copa Libertadores tiene un alcance especial, una significación que supera cualquier diagnóstico más o menos serio. Para el hincha de San Lorenzo veterano, el hecho de haber obtenido la Copa Libertadores supera cualquier fantasía, cualquier sueño, cualquier idea que uno tenía de lo que era alcanzar el Olimpo deportivo.

Anoche nació una nueva identidad de un club que ya era enorme. Ahora es campeón de América. Ahora no le falta una Copa, ni le va a faltar, nunca. La tenemos para recordarla siempre.

Y así es como uno se siente a escribir a los 4 menos diez de la mañana, roto, casi cinco horas después de terminado el partido y un rato más tarde de haber regresado de San Juan y Boedo, de festejar el título con las hijas y con miles y miles de cuervos entusiasmadísimos.

Podemos decir y repetir doce mil veces que San Lorenzo jugó mal. Que las individualidades no funcionaron y que el equipo hizo agua, especialmente en el aspecto defensivo.

Podemos sostener también que esto fue consecuencia de no haber terminado la serie en Paraguay, en donde San Lorenzo mereció ganar por tres goles de diferencia pese a que finalizó igualando 1-1.  Y hasta podemos agregar que el equipo nunca tuvo control de los aspectos básicos del juego.

Podemos decir todo eso, por supuesto. Pero nos quedamos con otra cosa: con el título, con el sueño cumplido para de varias generaciones, con la alegría indescriptible que nos dio esta vuelta olímpica en el Bajo Flores, con la cara de felicidad de las hijas (las tres, la de 27 y las de 14), con el hecho de que todas están agradecidas a su padre por haberlas hecho hincha de San Lorenzo. Como yo lo estoy a mi abuelo Alberto y a mi tío Osvaldo, los dos hombres que me impregnaron el corazón de azulgrana y que ahora están festejando en otra dimensión.

Por ellos, por mí y por mis hijas, debo decir que San Lorenzo jugó mal esta final de la Copa Libertadores. Pero ganó. Y gracias a este 1-0, al gol de Ortigoza, ¿quién se anima a borrarme la sonrisa de la cara? San Lorenzo es campeón de la Copa Libertadores de 2014. Por fin. Al fin.