Las agencias internacionales y los medios de noticias se pusieron en cadena. El rumor se transformó versión confirmada y las opiniones oficiales en excusas. El sábado 28 de noviembre, como parte de los festejos de Mauritania, una desértica nación en el noroeste de África que celebraba sus 55 años de independiencia de Francia, se jugó la Supercopa de fútbol. FC Tevragh-Zeina, campeón de la Liga, contra ACS Ksar, campeón de la Copa. Cuando faltaban 30 minutos y el partido iba 1-1, el árbitro dio por terminado el partido y se definió por penales.
La explicación oficial, repitieron varios medios, fue que el partido se acortó para ajustarse a la cargada agenda, en esa jornada festiva, del presidente Mohamed Ould Abdel Aziz. Tenía otros eventos a los que asistir. La extraoficial, la que se transformó en noticias, fue que el máximo mandatario se aburría en el palco. Reclamó que terminen con ese bodrio.
Lo cierto es que la abrupta definición del torneo generó cierta polémica en sectores del país africano, en especial cuando comenzó a correr ese rumor de que había sido el propio presidente de la nación quién, “impaciente con el ritmo lento del partido”, determinó que se patearan penales para poder entregar el trofeo e irse. Al final el campeón fue el Tevragh-Zeina, que ganó 5-4 en la definición.
La repercusión internacional fue tan grande, y tanta tardía -recién el 1 de diciembre la noticia llegó a los medios europeos-, que la Federación de fútbol local y el Ministerio de Juventud y Deportes debieron realizar una conferencia de prensa conjunta para dar su versión de los hechos. Participaron la ministra Coumba Ba, quién dio el puntapié inicial en la Supercopa, y el presidente de la Federación, Ahmed Yahya, quién hizo la mayor parte de las aclaraciones. Primero, expresaron su “indignación” frente a lo que consideraron “una campaña mediática realizada por prestigiosos órganos de prensa internacionales” con el “objetivo de dañar la imagen de nuestro fútbol y de nuestro país”.
Luego, Yahya recordó que, por obras en el estadio olímpico de la capital (Nouakchott), la Supercopa se llevó a una pequeña localidad del norte (Nuadibú) donde la cancha no tiene luz artificial. El inicio de la final se postergó por problemas organizativos, explicó, y se discutió postergarla para el día siguiente. Los presidentes de los clubes y sus DTs, afirmó, prefirieron jugar esa tarde porque tenían juegos de Liga programados para los próximos días. Acordaron acortar el partido y definir el campeón por penales para que el presidente de la república entregara el trofeo antes de que anocheciera.
El titular de la Federación reiteró que el primer mandatario no tuvo nada que ver con la decisión, que “se tomó sin que estuviera al tanto”, y cerró su discurso con una innecesaria nota de obsecuencia, oscureciendo todas sus aclaraciones previas, en la que destacó que “nunca el fútbol mauritano recibió tanto apoyo moral y material como en la era del presidente Mohamed Ould Abdel Aziz”.
Todas estas salvedades, bien resumidas en un par de líneas, ocuparon los últimos párrafos, cuando no se perdieron por completo, en las crónicas occidentales de la curiosa definición de la Supercopa de ese ignoto país africano. Algunos medios, incluso, llegaron a tomar declaraciones del titular de la Federación y se las atribuyeron al presidente. La interpretación no cambió.
La indignación occidental se apoya en que un partido, algo que nos parece tan sagrado, quizás porque estamos acostumbrados a consumirlo religiosamente, se resolvió de una forma tan arbitraria. Yahya justificó también lo sucedido en que no era un partido oficial y en que el fútbol “es famoso por su flexibilidad, en especial cuando todas las partes lo aceptan”. Parecía que hablaba del potrero, de la esencia del juego, una pelota y un par de buzos por arco.
Las fotos (no hay video) de lo que fue esa definición -las pueden ver acá-, en especial esa que se sacaron los jugadores de los dos equipos, abrazados después de los penales, confirman que estaban, apenas, jugando a la pelota. Ni los hinchas aparecen enojados por cómo se resolvió la Supercopa. Quizás por allá, nos cueste creerlo, hay cosas más importantes que el fútbol. Y los partidos no tienen que durar 90 minutos, necesariamente.
La clave en la que se presentó y se leyó la noticia es la habitual. Otra vez, el buen salvaje, en este caso africano y musulmán, dio la nota. Intentando ser civilizado como nosotros los occidentales -festejar su independencia, organizar una Supercopa de fútbol-, se mostraron subdesarrollados como son. Algo que jamás nos pasaría en un Mundial, ni en el sorteo de una Liga de España. Mucho menos en las elecciones de la AFA. Nosotros somos mejores, más puros, más capaces. Así, superiores, dormimos tranquilos.