¡Vas a ver la mejor delantera que se haya visto en Córdoba! Eso me dijo el vendedor de choripanes el día de mi primer viaje a Córdoba capital a ver un partido del torneo Nacional. El representante de Córdoba era Belgrano, que terminaría tercero en el grupo A de ese campeonato, muy cerca de Independiente y de Ñuls.
Y con mis 14 años, en una tarde primaveral con gusto a verano, vi jugar a ese equipo celeste que marcó una época. Belgrano goleó a Huracán de Comodoro Rivadavia 5 a 1, con goles de Cos, Heredia, Reinaldi, Quiroga y Syeyyguil.
Con un mediocampo que batallaba, con el propio Syeyyguil y Rivadero, y jugaba, con Laciar o la Pepona Reinaldi. Pero arriba, de verdad tenía razón el choripanero. Vi jugar por única vez, con mis ojos de adolescente todavía medio niño, a Heredia, Cos y Quiroga.
A Quiroga, que es de Río Cuarto lo seguimos disfrutando en Belgrano un año más y luego en el Huracán de Menotti. Era, en sus comienzos, el compañero de ala izquierda de ataque de Banda Norte de mi ciudad, junto al Payo Aimar, el papá de Pablo.
Pero Heredia y Cos se fueron a España. En realidad, el Cuchi Cos pasó derecho al Barcelona para jugar con Cruyff y Milonguita Heredia hizo un tramo de la carrera primero en Rosario Central, en el ‘72, de ahí fue al Porto, luego al Elche y su llegada al Barsa le sirvió para ganar, en seis temporadas, la Copa del Rey y la Recopa de Europa.
Quiero decir que de aquella tarde estival de 1971, cuando Belgrano daba cátedra entre rebeliones estudiantiles, la lectura de Hortensia y anécdotas a maneras de cuentos andaluces en las tribunas, vi jugar a dos cracks del Barcelona. Un par de antecedentes no tan nombrados en el club de Messi.
La milonga era lo que te hacía bailar Heredia por la raya derecha. Me asombró, a la vuelta de España para jugar en River, como había criado lomo. Aquella tarde del Nacional que ganó Central, Milonguita -el hijo del Milonga (otra leyenda del fútbol cordobés)- era un adelanto del Loco Houseman y un sucesor perfecto de Corbatta y Bernao. Y no exagero. Un puntero extraordinario. Y Cos. ¡Mamita, que centrodelantero! Con juego y gol. Un patas chuecas, un tero ágil y eficaz a la hora de capturar la presa, que era la pelota, para ponerla en la red.
Esa porción del barrio Alberdi, del barrio de peñas y doctores, de serenatas y flores, de barricadas en el Cordobazo, le daba a un Barcelona, que ya era enorme a pesar de no tener la llegada mediática de hoy ni a Messi, una pareja bien de la Docta. Cos, clase ’49; Milonguita, del ‘52. Los dos llevaron, un poco antes o después, esa tonada que, mezclada con la picardía de su juego, maravilló a los culés.
Una vez, un chiste de Hortensia mostraba a un ficticio Heredia al que un hincha le gritaba “¡Qué hacés, culiao!”. Y él respondía: “¡Culé, io soy culé! No vaya a creer, entonces… Hoy será el Tata Martino, pero desde Córdoba alguna vez mandamos refuerzos para el Nou Camp. Y fueron de los buenos.
NdE: Este artículo fue publicado originalmente en el número 62 de la revista Un Caño, agosto de 2013.