La confección de la lista de 23 jugadores que van al Mundial marca el momento de mayor estrés para los entrenadores de las selecciones nacionales. Básicamente porque es lo que los define, ya que la mayor parte de su trabajo es elegir jugadores.
El entrenamiento, la táctica e incluso la puesta a punto física vienen después, siempre y cuando haya tiempo para desarrollarlas.
Es en los mundiales, sudamericanos y en los pocos torneos de selecciones nacionales cuando los directores técnicos pueden plasmar con más énfasis sus ideas y su identidad.
No vamos a entrar en la discusión trillada sobre el escaso tiempo disponible para entrenar –queja frecuente de la enorme mayoría de los técnicos–, sino que nos detendremos en los casos de algunos afortunados futbolistas que terminaron jugando un Mundial.
Si hacemos un barrido por las listas de futbolistas argentinos convocados a los mundiales desde el 86 en adelante, siempre vamos a encontrar apellidos que harán saltar algunas preguntas: ¿Qué fue de la vida de éste? ¿Qué le vieron? ¿Adónde jugaba?
En el 86 tenemos los casos de Almirón y Zelada. El 90 fue el Mundial de los tapados, pero todos terminaron jugando, varios de ellos incluso la final: Dezotti, Monzón y Calderón. Al del 94 fueron Vázquez y Borelli, en Francia participaron Paz y Pineda; en Japón se reunió un plantel impecable pese a la tempranísima eliminación; en Alemania jugó Cufré y a Sudáfrica fue Garcé y los alfajores.
¿Pero qué pasó en Brasil 14, en el Mundial del subcampeonato y del 7-1?
José María firme junto al pueblo
Hay que decir que Basanta cumplió. En el suplementario del partido de octavos, Marcos Rojo cortó con una patada criminal una contra temible de los suizos cuando el partido estaba empatado. Esa acción le costó a Rojo una amarilla heroica y una lesión, por la vehemencia con que se tiró a cortar el ataque. Por eso, Sabella debió reemplazarlo por Basanta.
Con los nervios del momento nadie le prestó atención, pero después del gol de Di María y de la clasificación empezamos a pensar en Bélgica. Con Rojo afuera, iba a jugar el de Monterrey. La pregunta se extendió por todo el país: ¿alguien lo vio jugar? Solo unos pocos de Olimpo y sobre todo los de Estudiantes.
Contra los belgas ni un sobresalto. Con su cara de rudo, José María hizo su laburo. Fue una garantía. Y eso que los que lo encararon no nenes como Hazard, Fellaini y, alguna que otra vez, Mertens. Fue implacable. Basanta les tapó la banda izquierda a todos. No volvería a tener minutos, pero estuvo a la altura. Jugó mucho más de lo que marcaba el número de camiseta: el 23, el último de la lista.
Después de un breve periplo por la Fiorentina, volvió a préstamo a los Rayados de Monterrey, donde hoy vive y juega tranquilo, sin apremios y con la medalla plateada que se trajo de Brasil colgada en el cuello.
Federico, el que logró lo imposible
Fernández le debe casi todo a Sabella. Lo conocía largo y tendido de su exitosísima etapa en Estudiantes y ni bien agarró la Selección le dio la 2 titular, previo escobillón para Demichelis (merecido en aquel momento).
Pero antes del Mundial comenzaron las dudas. Sabella indultó al marido de la Anderson y lo subió al avión, porque uno nunca sabe. En el debut, contra Bosnia, Fernández fue el jamón del sándwich de los cinco defensores que Pachorra puso en cancha en el primer tiempo (los únicos 45 minutos de Campagnaro, otro agradecido). Vaya y pase.
Contra Irán, ay. Ninguno la rompió, pero Fede la pasó mal posta.
En el partido con Nigeria tuvo participación en los dos goles africanos.
En octavos, su compañero de zaga, Garay, hizo un partido bárbaro y Fernández lo acompañó aunque entre Ezequiel y Zabaleta lo salvaron más de una vez. Aparte de todo esto, un vicio: los pelotazos. Su número, el 17.
Ya nadie se acuerda, pero en ese momento del Mundial todo pedían a Demichelis. Todos, aunque ahora dé vergüenza reconocerlo.
Sabella, entrenador quirúrgico, interpretó lo correcto: a mayores instancias, más complejidad, más riesgos y mejores rivales. Sacó a Fernández y los argentinos presenciamos una resurrección: Demichelis titular y Mascherano agradeció.
Las salidas del fondo fueron otra cosa y las coberturas de una precisión casi (Götze) magistral.
Fernández jugaba en el Napoli. De allí se fue al Swansea galés a jugar en la Premier League. En lo que va de la temporada jugó 7 partidos.
También tiene la medalla plateada colgada al cuello y el diploma colgando en la pared.