Ganar la Libertadores no es para novatos. Esta afirmación puede ser una obviedad, dada la dificultad del campeonato, pero llegar a la final tampoco es una tarea para equipos sin experiencia. El torneo más importante de nuestro continente plantea una exigencia que sólo puede afrontarse con éxito si se tiene categoría futbolística, carácter y, sobre todo, si ya se ha estado alguna vez en una situación límite. Hay un dato que describe esto a la perfección: en sólo seis de las 55 ediciones, los dos finalistas fueron conjuntos que nunca antes habían llegado a la definición.

Llegar a la final de la Copa Libertadores no sólo no es fácil, sino que para hacerlo se necesita mucho más que buen fútbol. Este es, quizás, el único certamen del planeta en el que la “mística” cumple un papel clave. En la Libertadores hay clubes “coperos”. Es una realidad comprobable, incuestionable. Por ejemplo, Olimpia de Paraguay puede contar con un plantel inferior a todos en teoría, pero jugar contra ellos en el marco de una Copa es un problema de groso calibre. En cambio, otras camisetas muy importantes en sus países, no lo son tanto en América.

Esta es una de las razones por las cuales los finalistas son casi siempre los mismos. En 49 ocasiones, al menos uno de los dos finalistas ya había protagonizado una definición anterior. La de 2014 es la sexta oportunidad en la que definirán el título dos novatos: San Lorenzo de Almagro y Nacional de Paraguay.

El equipo argentino es el principal favorito, no sólo por el potencial de sus jugadores, sino porque está ante una oportunidad única: saldar su deuda histórica y ganar el título que han deseado varias generaciones de hinchas. Ganar la Copa Libertadores de América es para San Lorenzo encontrar su Santo Grial particular. Y está a sólo dos partidos.

Peñarol de Uruguay y Olimpia de Paraguay definieron la primera Libertadores en 1960, cuando San Lorenzo jugó las semifinales. El cuadro charrúa gritó campeón tras ganar en Montevideo y empatar en Asunción. Aquella fue la primera vez que dos novatos definieron el título, obviamente. La segunda fue en 1964, año en el que Independiente superó a Nacional de Uruguay y dio comienzo a su gran racha copera.

Hasta 1981, sólo dos conjuntos brasileños habían festejado: el Santos de Pelé en 1962 y 1963, y Cruzeiro en 1976. En el 81, el Flamengo de Zico y Junior venció en la final al sorprendente Cobreloa que dirigía Vicente Cantatore y se sumó a la lista de campeones. Es su único título hasta la fecha.

La cuarta vez que dos inexperimentados llegaron a la final fue en 1985, una edición que muchos recordarán sin esfuerzo. Aquel inolvidable Argentinos Juniors de Claudio Borghi. Sergio Batista, Carlos Ereros y Adrián Domenech derrotó a América de Cali y llegó a la gloria continental de forma brillante pero también inesperada. Luego, el equipo colombiano perdería otras dos finales de forma consecutiva y el argentino caería en la mejor Copa Intercontinental de la historia ante Juventus.

En 2008 fue la penúltima ocasión en la que ambos finalistas debutaban en dicha instancia. Liga de Quito dio la gran sorpresa y le dio el primer título al fútbol ecuatoriano. El plantel que dirigía Edgardo Bauza y que había eliminado a San Lorenzo en cuartos de final venció a Fluminense y dio la vuelta olímpica en el Maracaná. Este año, el Patón espera repetir la historia. El Patón y todo Boedo, claro está.

Muchos podrán argumentar que esta “repetición” de clubes finalistas es porque durante décadas el campeón reinante se clasificaba de forma directa a las semifinales. Puede ser una de las razones, aunque está claro que después había que ganar esa semifinal, algo por demás complicado. Entonces, habrá que rendirse ante la evidencia: para ganar la Copa Libertadores se necesita algo más, un plus. Algo que San Lorenzo confía en tener desde hoy y para siempre.