Fara Williams, dicen los que saben, es la mejor jugadora de fútbol de Inglaterra. Juega en Liverpool, el bicampeón inglés, como mediocampista central y está a punto de convertirse en la futbolista con más partidos en la historia de su selección. Pero lo más llamativo, lo que nos interesa contar, es que hizo casi toda su carrera mientras vivía en la calle.
Ella dice que juega como Steven Gerrard, porque le “gusta hacer esos grandes pases en diagonal”. Antes solía identificarse con Makele, cuando hacía inferiores en Chelsea. Tiene pase y panorama, organiza el juego con creatividad y releva a las defensoras. Lleva varios años siendo el corazón y el cerebro de Inglaterra. Jugó tres Europeos, los JJOO 2012 con Gran Bretaña y los últimos dos Mundiales. Es una profesional con cierta experiencia en la cancha y, sobre todo, en la calle.
Empezó a jugar al fútbol a los 15 años. A los 16, pasó a Charlon Athletic y debutó en la selección. En 2002 la eligieron la mejor jugadora joven de Inglaterra. Para esa época, llevaba casi un año durmiendo donde podía. La situación familiar en su hogar, en el sur de Londres, era insostenible. Compartía un departamento en una vivienda social, esos monoblocs de cemento y vidrio donde viven las clases bajas británicas, con su mamá, su tía y tres hermanos.
La economía familiar era un desastre. Su mamá era el único sostén: “Ella me apoyó todo lo que pudo, pero era un lucha para que pudiera tener botines”, recuerda. Con su tía discutía todo el tiempo. Una vez le gritó que se fuera y Fara, con 17 años y un orgullo enorme, dijo que sí, armó un bolso y se fue. “No te das cuenta realmente del gran paso que estás dando”, le contó hace poco al Guardian. Cuando tomó conciencia sintió que era tarde para arrepentirse: “Estaba demasiado avergonzada para contarle a alguien y no quería volver atrás. Lo hubieran visto como una señal de debilidad, me haría pensar que me vencieron”.
Primero durmió en un hostal al otro lado del Támesis, frente a Battersea, el barrio donde vivía su familia, hasta que se cruzó en la calle con una excompañera en Chelsea. “¿Qué hacés acá?”, le preguntó. “Le conté. Ella fue buena conmigo y fui a su casa para darme un baño caliente”. Después empezó a girar por varios refugios para personas que viven en la calle.
Comenzó a formarse una personalidad retraída que evitaba cualquier contacto social: “Me guardaba para mí misma. Puse una barrera. Nunca sonreía. Era muy intimidante”. En la calle, aprendió a protegerse simulando demencia. “Esas primeras noches me asustaba cuando veía a la gente sin techo. (…) Un tipo me explicó una vez que para que la gente no se les acerque actúan como si estuvieran locos. Hacen ruidos para intimidar pero, de hecho, ellos están más intimidados. Hasta que no les hablás no entendés. Yo también empecé a hacer ruidos si un grupo que daba miedo estaba cerca, para parecer que estaba más loca que ellos”, recuerda.
“La causa principal, y la gente no lo sabe, es una ruptura familiar, no son las adicciones, eso es lo que pasa con las personas por vivir en la calle. La gente le tiene miedo a los que viven en la calle, pero son gente normal con problemas. Todos tenemos problemas”, explica Fara.
Durante esos años en la calle, Williams le ocultó sus problemas al mundo del fútbol. Su entrenadora en el Sub19, Hope Powell, fue una de las pocas personas que lo descubrió y la ayudó a buscar alojamiento en un refugio público. “Fue como una mamá para mí. Cuando me instalé en el refugio me compró una bolsa de dormir. Suena patético pero cuando estás en una cama dura con las sábanas de otra persona significa un montón”, agradece.
Williams estuvo sin techo hasta 2008. Con 25 años era campeona de Inglaterra con Everton, figura de la selección y había disputado un Mundial. Pero estaba sola y no sabía, reconoce con vergüenza, que podía usar lo que le pagaba la selección para alquilar una vivienda en vez de gastarlo de hostal en hostal. “Era una chica joven y no entendía esas cosas”, se disculpa.
Su entrenadora en Everton, Mo Marley, la ayudo a encaminar su vida. “Mo me pagaba el pasaje de Londres a Liverpool y después me consiguió un trabajo. Me dijo que sería una buena entrenadora comunitaria para la Federación inglesa. Le debo a ella que haya podía venir a vivir acá (a Liverpool)”. Desde entonces, trabaja como asistente en la selección inglesa de personas sin techo.
“Tener la oportunidad de ayudar a estas chicas es algo que no quería dejar pasar. Quería compartir mi historia con ellas y mostrarles que hay un camino para salir de su situación”, cuenta Fara. “Es difícil porque te das lástima, sentís que nadie te ayuda. Yo tuve el fútbol como motivación pero muchas de estas chicas no tienen nada”, agrega.
Para Williams también es necesario cambiar la forma en que la sociedad mira a las personas que están en situación de calle. “Lo más molesto es ser juzgado sin que conozcan tu historia. A veces, solo sucede. Podés perder tu trabajo o tu familia”, cuenta. “La causa principal, y la gente no lo sabe, es una ruptura familiar, no son las adicciones, eso es lo que pasa con las personas por vivir en la calle. La gente le tiene miedo a los que viven en la calle, pero son gente normal con problemas. Todos tenemos problemas”, insiste Fara.
La historia de Williams tiene un final feliz. Después de nueve años sin hablarse, “nos cruzamos en el funeral de mi abuelo pero no nos saludamos”, Fara recuperó la relación con su mamá.
No fue fácil. Tanya, su madre, intentó contactarla durante la Euro 2009 con un mensaje de texto, pero ella la ignoró, borró el número y un rato después lloró arrepentida. Dos años después, cuando hizo un gol contra Suiza en el minuto 50, dos días antes de que su mamá cumpliera medio siglo de vida, Fara sintió que alguien estaba intentando decirle algo. Su mamá le mandó otro mensaje para decirle que la extrañaba y Fara lloró mucho más, pero estaba vez aceptó la mano tendida. “Con el tiempo te das cuenta que la vida es corta. No tenés demasiado tiempo acá. Así que quería estar con ella de nuevo”, cuenta Williams.
Ahora, Fara viaja seguido a Londres para visitar a su familia y su mamá le escribe cuando está lejos. Hace unos meses, Liverpool ganó la Premier de milagro. Goleó en la última fecha, con un tanto de Williams, y Chelsea que venía puntero perdió. Fara no creía que pudieran ganar otro título, pero su madre le insistió toda la temporada. Cuando se concretó, la mamá le mandó otro mensaje que decía: “Te lo dije”. Para eso están las madres.