Hace tiempo que escuchamos hablar en todos lados sobre drones. Son el fetiche tecnológico del momento y sus usos son de los más diversos, desde bombardear en Medio Oriente hasta transportar ayuda humanitaria para zonas de desastre, pasando por los más extraños etcétera que se les puedan ocurrir. Salvo un par de antecedentes aislados, el incidente en Serbia-Albania o la aparición de un ovni espía en la práctica de Francia en Brasil 2014, los drones nunca habían tenido una relación cotidiana con el fútbol hasta marzo de este año, cuando el entrenador Maurizio Sarri los incorporó a su rutina de trabajo, cuando estaba en Empoli.
En semejante furor era difícil que la pelota permaneciera al margen mucho tiempo más. Para los treintañeros es regresar a la imagen del fútbol cenital de los videojuegos de nuestra infancia. Para Sampaoli y Bielsa, que alguna vez se subieron a un árbol para ver mejor a sus equipos, es un sueño hecho realidad. Quizás, hasta sea útil. Muchas veces parece difícil entender como hacen los DTs para ver el funcionamiento de su equipo a ras del piso.
Tampoco sorprende que esta moda tecnología comience en el Calcio, la cuna del Catenaccio, el torneo que hace engordar a Cappa y donde la táctica es religión. “Un silbido casi ensordecedor, los ojos se elevan al cielo. ‘¿Qué es?’, se preguntan intrigados algunos niños”, describió una crónica local esa primera tarde de un “Empoli 2.0”.
En ese vuelo inaugural el aparato filmó desde el aire los últimos veinte minutos de la práctica en la que los jugadores ensayaron movimientos defensivos y ofensivos. “El dron tiene una telecámara que encuadra todo el campo, el piloto lo dirige de acuerdo a lo que el segundo entrenador de Sarri, Ciccio Calzona, le ordena registrar. Las imágenes son visionadas a través de un monitor. Luego, serán cortadas, montadas y mostradas a los jugadores para corregir errores”, explicaban en un medio partidario lo que definían como “La última diablura de Sarri”.
Parece difícil que todo esto hubiera empezado con otro entrenador. Sarri, que comenzó a dirigir en sexta división cuando todavía estudiaba Economía y trabajaba en un banco, es un fanático del fútbol y de la táctica. Hace poco, cuando dirigía Empoli, le preguntaron si le molestaba ser el DT peor pago de la Serie A. “¿Molesto? No jodamos. Me pagan por algo que haría gratis después del trabajo. Tengo suerte”, respondió.
En el toscano AC Sansovino, su primer club, se ganó el apodo de “Mister 33” porque obligó al plantel a tener ensayadas esa cantidad de jugadas de pelota parada durante una temporada. Apenas usaron “cuatro o cinco al final”, según explicó él mismo. “Sólo con una preparación meticulosa y un profundo conocimiento se puede derrotar a los rivales”, es su lema dicen en UEFA.com. Pero, más allá de los contrarios, “el foco siempre está puesto en una perfecta organización de la línea defensiva”. Y si para conseguirlo podemos usar drones, por qué no hacerlo.
Después de su éxito en Empoli, ascendió a Serie A en 2014 y mantuvo la categoría en 2015 (terminó 15to), Sarri regresa esta temporada a su Napoli natal -vivió allí hasta los tres años y se dice hincha napolitano- con un dron bajo el brazo. El diario Il Mattino, que ya conocía sus preferencias, resumió así su primer entrenamiento en el club: “Sarri: dron, táctica y defensa”.
En Napoli, su prioridad es darle solidez una defensa que durante la era Rafa Benítez nunca dio muchas garantías. “La vista cenital proporciona una mejor perspectiva para el movimiento de la línea de cuatro”, explicó el entrenador en una rueda de prensa tras esa primera práctica en la que se pasó más de media hora, de las casi dos de entrenamiento, repitiendo la coreografía defensiva de los napolitanos con el dron volando bajito sobre sus cabezas.
En poco tiempo, los drones de Sarri van ganando adeptos en el Calcio. Ahora, Inter se sumó a la moda. El nerazzurro consiguió su propio aparato y Mancini ya lo estuvo usando durante la pretemporada. En un par de semanas, cuando arranque la Serie A, veremos si todo sirve para algo o es puro aspaviento.