Luis Ricardo Guevara Mora, Luis Mora para simplificar, se presenta como “el arquero más joven en atajar en un Mundial, el arquero que llegó menos vencido a España ’82 y el jugador que recibió más goles”. No todo lo que dice es cierto, pero lo dice con convicción. Su récord indiscutido es que se comió la peor goleada de la historia en esa Copa del Mundo. El 15 de junio de 1982, cuando El Salvador perdió 10-1 ante Hungría, en Elche.
La historia del único tanto salvadoreño en mundiales la cuenta el documental Uno, del que ya hablamos en nuestra Fulboteca. Con épica y nostalgia el film recuerda cómo esa selección que jugó la Copa unió a un país ensangrentado por los enfrentamientos entre la dictadura de derecha que gobernaba y la guerrilla de izquierda que quería tomar el poder.
En la película, para explicar tremenda goleada, Mora utiliza los mismos argumentos. Habla de valor, de coraje y de osadía. “Tuvimos la valentía de salir a buscar el partido -relata-. Nunca nos sentimos menos, no fuimos cobardes en salir a agazaparnos atrás a que no nos sucediera nada. Esa misma valentía para salir de nuestras casas bajo ley marcial, o atravesar balaceras para venir a un entrenamiento, esa misma valentía tuvimos para ir a buscar el partido”.
Cuando llegaron al vestuario la valentía con la que pusieron la cara para que Hungría los golpeara una y otra vez no era un mérito para nadie. “Tuvimos la hombría de quedarnos callados todos. Y tuvimos la lealtad de no descargarnos unos a otros”, cuenta Mora. Nadie abrió la boca pero todos sabían lo que estaba mal. Al día siguiente se reunieron y acordaron que no podían seguir jugando con la misma inocencia. Que tenían que estar mejor parados en la cancha y atacar todo lo posible, pero asumiendo menos riesgos.
El segundo partido, ante Bélgica, fue derrota 0-1. Mora, quizás algo responsable en el gol, se destacó con su elasticidad, típica de los arqueros de los ’80, en numerosas atajadas. El colega belga Jean-Marie Pfaff le regaló sus guantes tras el partido. Un reconocimiento a su actuación y una palmada de respaldo por lo que había sufrido ante Hungría.
La despedida del Mundial fue la caída 0-2 ante Argentina. Mora tuvo otra buena actuación. Su mejor atajada en la Copa fue cuando desvió un tiro libre de Daniel Passarella. El equipo de César Luis Menotti ganó y aseguró la clasificación con un penal inexistente y con un golazo de Daniel Bertoni. Los salvadores dejaron una buena imagen final y se llevaron como recuerdo que el Tolo Gallego los llamaba “guerrilleros hijos de puta”.
Cuando regresaron a El Salvador tuvieron un recibimiento igual de hostil. La prensa afirmaba: “Llegan los colistas del Mundial ‘82”. La Liga salvadoreña dijo que habían ido para atrás para desprestigiar a la Federación y decretó que ningún club podía contratarlos. En las calles, la población los insultaba y los agredía.
A nadie le importaba que el equipo hubiera llegado al Mundial sólo tres días antes del inicio, que tuvieron que viajar 48 horas y pasar por cuatro países para llegar España, que la Federación no les pagaba o que no les habían dado ropa, pelotas o botines para entrenarse. Sólo importaba el 1-10.
El más atacado de todos fue Mora. Que además de arquero era pibe, tenía 20 años, aunque llevaba tres años como titular en la selección. “Apenas bajé del avión ya tenía la mirada de la gente encima. Llegué a migración y me rompieron la maleta, me hicieron un montón de cosas”. Le apedrearon la casa y lo agredieron en la calle. Lo peor ocurrió cuando manejaba su auto, lo interceptaron y lo balearon. “Fueron 22 impactos y no me tocó ninguno. Sólo puedo decir que fue un milagro”. Nadie se adjudicó el atentado.
Ese año, Mora dejó el país y se fue a jugar una temporada a la Liga española, en Real Murcia. Siguió su carrera en EEUU, en El Salvador y en Guatemala. Muchos de sus compañeros dejaron el fútbol después del Mundial, pero él siguió atajando hasta 2003, cuando se retiró con 42 años. Le hicieron cientos de goles más. Pero nunca, diez en un solo partido.