“Abramovich es un oligarca ruso que no sabe ni cuánto dinero tiene, y además es propietario del Chelsea, y yo no soy dueño de ningún club. Lo único que tenemos en común es que los dos somos rusos”, dice Valery Karpin cuando alguien lo llama “el Abramovich gallego”. Cuando dejó el fútbol profesional, el ex mediocampista y actual director técnico no tomó el camino de todos sus colegas. Eligió una vida un poco diferente: decidió convertirse en empresario y seguir haciendo dinero con la misma -o mayor- efectividad. Sufrió los avatares de la convulsionada economía europea pero cumplió su objetivo y hoy es un entrenador mediocre al mismo tiempo que un agente inmobiliario exitoso.
Karpin es aquel rubio que podía mostrarse fumando tras un entrenamiento y el domingo siguiente ser la figura de la cancha. Ídolo de las hinchadas de Celta de Vigo y de la Real Sociedad, era temperamental como pocos y también tenía una técnica extraordinaria. Jugaba como mediocampista por la derecha, lo que hoy se denominaría “extremo”, y tenía gol. Fue una estrella incluso antes de la explosión mediática de los jugadores de fútbol. En la década del noventa, se dejaba ver acompañado de una hermosa mujer y sabía cómo manejar las cámaras dentro del campo de juego. Jugaba bien y además se hacía notar. Por eso se convirtió en uno de los más amados por sus hinchas.
Nació en Estonia cuando dicho estado pertenecía a la Unión Soviética, aunque está feliz de que le digan “ruso”. Hizo su debut en el FC Sport Tallin estonio y jugó cuatro años en Spartak Moscú antes de viajar a España, donde se ganó un nombre en el fútbol internacional. Llegó a Real Sociedad, después estuvo una temporada en Valencia y en 1997 arribó a Celta de Vigo. Tras cinco años en el equipo gallego retornó a San Sebastián, donde se retiró en 2005. El resumen de su carrera sirve más que nada para entender que no estamos hablando de un ruso común y corriente, sino de un español adoptivo. Allí vivió durante catorce años y allí vive hoy.
Valery Karpin está en la historia del deporte ruso porque fue el autor del primer gol internacional del Seleccionado de Rusia tras la disolución de la Unión Soviética, el 17 de agosto de 1992 en un triunfo 2-0 sobre México. Además, ese mismo año formó parte de la legendaria Selección de la CEI (Comunidad de Estados Independientes) que disputó la Eurocopa de 1992. Es decir, que jugó para cuatro equipos nacionales diferentes: Estonia (en juveniles, no oficial), Unión Soviética, CEI y Rusia. No muchos pueden presumir de semejante logro.
Cualquier futbolero de 25 años o más recuerda al Celta de Vigo de la década noventa. Liderado por los rusos Karpin y Mostovoi, el conjunto gallego se acostumbró a dar pelea en la Liga. Y hasta estuvo a punto de eliminar a Barcelona en una Copa UEFA. Fernando Cáceres, Gustavo López, Mazinho y Haim Revivo acompañaban a la dupla rusa en el mejor equipo de la historia del Celta. Y eso que la relación de Karpin y Mostovoi con el club celeste empezó muy mal, ya que en 1990 jugaron el Trofeo Ciudad de Vigo con Spartak y ambos terminaron a las piñas con los jugadores gallegos.
Karpin fue un jugador rápido, técnico, valiente y con personalidad. En un partido contra Francia se peleó con Zidane, Lizarazu, Thuram, Vieira y Henry. Se la bancaba. Era mañoso, pero al mismo tiempo podía definir él sólo un partido. Entonces, ¿por qué nunca jugó en Barcelona o Real Madrid? Simple, era otra época. Diez o quince años no parece demasiado, pero es mucho tiempo en un fútbol que evoluciona por minuto. Hace una década, los dos gigantes españoles no eran capaces de comprar a cualquier futbolista que se les ocurra y los equipos menores podían mantener a sus estrellas por más tiempo.
Volvamos a su vida como empresario. Apenas se retiró del fútbol en Real Sociedad, regresó a Vigo, donde según él pasó “años maravillosos, con muchas amistades y vínculos”. Uno de sus primeras actividades fue patrocinar a un club de voley: el Vigo Valery Karpin, que gracias a su aporte pudo sobrevivir. Tiempo después, dejó de financiarlo y hoy sólo se llama Club Vigo Voleibol. También patrocinó una escuadra de ciclismo: el Karpin Galicia, que llegó a tener un presupuesto de 3,7 millones de euros. Pero sus grandes éxitos y fracasos tuvieron que ver con los negocios inmobiliarios, en los que tuvo un socio conocido: Míchel Salgado.
“Acabé cansado de tanto fútbol, y eso que yo me retiré cuando quise y no cuando me echaron. No quiero ser presidente ni entrenador”, afirmó en su mejor momento empresarial. Una frase que poco tiempo después borró con el codo. Es que su vida como empresario no fue fácil. En 2007 compró por 50 millones de euros el Barrio do Cura, donde prometió llevar a cabo un proyecto de viviendas gigantesco. Recién hace pocos meses se pudo concretar el plan de la urbanización residencial y Karpin fue acusa de especulador. Sufrió varias manifestaciones en su contra y hasta fue tildado de mafioso. Por eso decidió volver al fútbol.
Fue manager y director técnico de Spartak. Allí, comunicó la salida de un entrenador (Unai Emery) y la llegada de su reemplazante (Valery Karpin). Es decir, que echó a un DT y luego se sentó en su lugar. Estuvo cuatro años en la conducción técnica del conjunto de Moscú y luego retornó a España, donde las aguas ya estaban un poco más tranquilas. Hoy, dirige a Real Mallorca en la segunda división. Y sigue fumando como cuando jugaba.