Hasta hace apenas un par de años al 12 de octubre se lo conocía como “El día de la raza” y para esa fecha el calendario de festejos escolares imponía a los niños la cipaya costumbre de homenajear a nuestros crueles conquistadores -que con la cruz y la espada nos impusieron su cultura- enseñándoles a construir pequeñas, inocentes réplicas de las carabelas de Colón con cáscaras de nuez, plastilina y escarbadientes.

En el fútbol donde nuestra madre patria es Inglaterra, jugar contra España nunca significó nada especial para los argentinos, de modo que el historial de enfrentamientos entre ambas selecciones no registra  tradición alguna.

catalogo-350Recién en los años setenta las asociaciones de España y Argentina decidieron poner en juego una copa entre los dos países con la idea de que se jugará todos los 12 de octubre como parte de los fraternales festejos recordatorios por la masacre de los pueblos originarios americanos. Se la llamó Copa de la Hispanidad y se estableció que el trofeo quedaría definitivamente en las vitrinas del país que la ganara tres veces consecutivas o cinco en forma alternativa.

La primera edición se disputó, sin pena ni gloria, la fría y lluviosa noche del 11 de octubre de 1972 ante la indiferencia del público madrileño en un estadio Bernabeu casi desierto. Argentina, bajo la conducción técnica de Enrique Omar Sívori cayó por 1 a 0 y formó con Carnevali; Wolff, Bargas, Heredia y Rosl; Brindisi, Merlo, JJ López y Alonso; Avallay y Ayala.

La segunda edición de la Copa de la Hispanidad se jugó en Buenos Aires el 12 de Octubre de 1974. La fecha entró en la historia del fútbol argentino por dos motivos:

Uno, la Argentina debía probar ante la FIFA que estaba capacitada para organizar el Mundal 78 y le asignó a ese partido en la cancha de River las características de un “ensayo general”. Joao Havelange y toda su corte de modernos conquistadores del siglo XX, presenciaron,  no sin resignación, una descolorida ceremonia inaugural en la que no faltaron los granaderos, los bailes típicos de las comunidades españolas, los previsibles paracaidistas aterrizando sobre el centro del campo con los colores argentinos y un grupo de entusiastas pero descoordinados gimnastas que levantando carteles con letras formaron la frase Bienvenidos a la Argentina Potencia. Un nefasto lema, invención del nefasto José López Rega, en el momento cumbre de su poder tras la muerte de Perón ocurrida pocos meses atrás.

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Dos, fue el debut de César Luis Menotti al frente del seleccionado nacional.

El nuevo entrenador no había tenido mucho tiempo para trabajar y armar el equipo de modo que como en los viejos tiempos de Stábile, recurrió a bloques de jugadores que estuvieran acostumbrados a jugar juntos en sus clubes. No pudo contar con Bochini y Bertoni que esa misma noche jugaban con Independiente la primera final de la Libertadores en San Pablo.

Argentina formó con Sánchez; Pernía, Paolino, Rogel y Carrascosa; Brindisi, Russo y Babington; Houseman, Di Meola y Ferrero. Cinco de Huracán, cuatro de Boca, uno de Racing y uno  -Di Meola- que de vez en cuando jugaba en River. De todos ellos sólo el gran René Houseman, llegaría a jugar el Mundial 78.

El partido fue malo y recién faltando siete minutos para el final, Pirri puso en ventaja a los españoles. Un minuto después Roberto Rogel, de cabeza, marcaría el empate y el primer gol argentino de la era Menotti.

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El periodista  Juvenal, con ironía  -tal vez un poco fastidiado ante la falta de jugadores de River en la convocatoria – le pasó al debutante entrenador, en su crónica para El Gráfico, una pequeña factura:

A una formación presidida por la concepción del toque, la exquisitez, la sutileza (“NO QUIERO TRONCOS EN MI EQUIPO”, declaró Menotti en un reportaje cuando se hizo cargo de la selección), tuvo que salvarlo precisamente un representante de “la otra línea”: la de los fuertes, los toscos, los que anteponen el vigor físico y espiritual al dogma de la pelota bien tratada y la perfección técnica. Cuando Argentina se encontró perdiendo 1 a 0, consiguió el empate Roberto Rogel, un antiexquisito por excelencia, haciendo jugar sus ganas, su vergüenza, su pujanza, su carácter, en dos cabezazos dentro del área penal.

Juvenal también  criticó los cambios (Trobbiani por Brindisi; Potente por Babington) y la decisión de Menotti de hacer jugar a Di Meola en una posición a la que no estaba acostumbrado. Y además en su particular estilo de negritas y mayúsculas insinuó su desconfianza  en el ciclo que se iniciaba y dejó una dejó una advertencia al nuevo entrenador:

Seguimos creyendo que aquí sobran jugadores dotados para armar un GRAN EQUIPO. Seguimos esperando, también, AL HOMBRE CAPAZ DE ARMAR ESE GRAN EQUIPO. Para hacerlo, deberá tener ideas muy claras y, sobre todo, MUY AMPLIAS. Si se encasilla en lo que llamamos SECTARISMO DEPORTIVO, por mucho tiempo que tenga para trabajar con los jugadores dudamos que pueda constituir el equipo soñado.

Como todos sabemos cuatro años más tarde Argentina organizó y ganó el Mundial 78 y Juvenal, al menos por algún tiempo,se convirtió en un ferviente menottista.

La Copa de la Hispanidad sólo volvió a disputarse en 1988, en Sevilla.

A partir de 2010 el 12 de octubre se propone como el día del respeto a la diversidad cultural, iniciativa que celebramos.