Hay dos historias que vale la pena contar acerca del paso de Jorge Sampaoli por Perú, el país que le dio su primera chance como entrenador en el primer nivel (de paso, también su rival en el partido clave que Argentina jugará por las Eliminatorias) y que lo lanzó hacia Chile en el año 2008, tras seis temporadas con éxito dispar. La primera es falsa y la segunda es incomprobable. Pero no dejan de ser grandes historias.
Empecemos, cómo no, por la fábula, el mito.
Cuando el casildense dirigió a Sport Boys cobró una cifra modesta, algo así como 2.500 dólares al mes para repartir con sus asistentes. Era, largamente, el cuerpo técnico peor pago del fútbol de aquel país. Tras repartir ese monto, Sampaoli no tenía suficiente dinero para llevar a su familia –todavía en Casilda- a vivir con él. De hecho, ni siquiera le alcanzaba para pagar un cuarto con baño privado en un hotel.
Como el club tenía una situación financiera difícil y llegó a adeudarle varios sueldos, se comenta que el DT vivió durante un buen lapso en el cuartel de la Compañía de Bomberos Número 34 de la Punta, en la ciudad de Callao, a unos 15 kilómetros de Lima.
Citamos al diario deportivo peruano Líbero:
“Tras meses de trabajo y con el campeonato en curso, la penuria económica golpeó con fuerza a la institución rosada y esto produjo que Sampaoli se quede sin habitación por lo que tuvieron que hospedarlo en la Compañía de Bomberos del Callao. Es más, el infortunio se ensañó con él, pues cuando se marchó del Boys por la huelga de futbolistas el club le quedó debiendo cuatro meses de sueldo”.
Se comenta que, cuando fue técnico de Sport Boys, Sampaoli vivió durante un buen lapso en el cuartel de la Compañía de Bomberos Número 34 de la Punta, en la ciudad de Callao.
Resultó que esto era casi cierto, pero no. Un par de años más tarde, un brigadier de la compañía le aclaró la situación a La Tercera, de Chile, que se había topado con la misma versión.
“Él vivía a un costado del cuartel. No en el cuartel mismo. Es una casa que está en una misma edificación, pero independiente y con otro dueño, pero con pasillos en común”, refirió el bombero Alberto Márquez. Sigue: “Compartíamos los pasillos y teníamos contacto. El entraba, salía, nos saludaba. Era muy educado. Iba, venía… le decíamos ‘el Hombrecito'”.
Parece que el apodo se le pegó, y fue común durante su estadía en Perú. Al principio le decían “El Zurdito” y después, gracias a un título de otra publicación deportiva, El Bocón, transmutaron el mote a Hombrecito. Según un muy buen perfil del DT publicado en El Comercio, se trataba de un “claro diminutivo para resumir lo que el medio sentía por él en ese entonces: un entrenador de baja estatura y solo hecho para equipos chicos”.
La segunda historia es menos amable y tiene lugar en 2007, cuando el casildense tuvo su primera oportunidad en un club grande: Sporting Cristal.
“Sampaoli quiso transformar a ese Cristal de jugadores como el Camello José Soto, Roberto ‘Chorri’ Palacios o el argentino Luis Bonnet, conformistas por haber llegado a una final de Copa Libertadores. Sus exigencias de tres entrenamientos diarios y concentración rígida solo la aceptaron los jóvenes. Los ‘referentes’ le hicieron la cruz y le armaron una ‘camita’ que le resultó muy dolorosa porque acabó con su cese después de 17 partidos”, asegura el portal Trome.pe.
Parece que específicamente Soto perdió la paciencia por las duras exigencias físicas que el argentino pretendía para el grupo, y fue a pedir a los directivos la cabeza del DT. Publica El Comercio:
“Soto entró furioso a la oficina donde dos de los directivos más poderosos de Cristal conversaban sobre los planes con el equipo. Casi tiró la puerta. No respiraba, bufaba. Habían pasado dos semanas de los primeros trabajos de Jorge Sampaoli en el Rímac y el jugador celeste con más goles en la historia del club no aguantó el ritmo de trabajo impuesto por el Hombrecito: ‘Yo no voy a permitir que a estas alturas de mi carrera me pidan hacer cosas que ya hice a los 20’, escucharon. Soto había llegado a ganar 30 mil dólares mensuales y era el jugador más caro del fútbol peruano. Y desde que salió subcampeón de la Libertadores en 1997, su palabra era ley.
En mayo de ese año, Sampaoli se fue de Cristal derrotado en su fuero más íntimo: no pudo convencer. Fue entonces que le escribió la famosa carta a Bielsa, en la que le pedía perdón ‘por no haber defendido el estilo’. Dirigió 17 partidos, ganó solo 4, empató 6 y perdió 7”.
Más tarde, cuando le consultaron a Soto por el entrenador, fue más diplomático ”, aunque sin esquivar las balas: “Es buen técnico, pero reconozco que me hacía correr”, declaró.
Aquella resultó la última experiencia del santafesino en tierras peruanas. La estadía duró seis años. En ese periplo, Sampaoli dirigió a varios jugadores del plantel que comanda Gareca.
En la Bombonera, el Hombrecito puede tener su cuota de revancha.