Gianni Di Marzio se apretó el abrigo mientras tomaba asiento en un palco del estadio José Alvalade. Era un domingo frío en Lisboa pero él estaba ahí para hacer su trabajo, recomendar futbolistas para Juventus. Había ido a ver Sporting-Belenenses con un nombre en la mente: Ricardo Quaresma. Se estaba pasando las manos por la cabeza, para alisar sus pequeños rulos entrecanos, cuando se acercaron para decirle que el jovencito de 19 años no iba a ser titular. Resignado, soltó una nube de vapor. Levantó la vista y vio salir los equipos a la cancha. Por amor al juego, y porque ya había ido hasta ahí, decidió quedarse un rato. Y lo bien que hizo.

Ese 19 de octubre de 2002, Sporting le ganó 2-0 a Belenenses y Quaresma, que ingresó en el final, hizo el segundo tanto en tiempo de descuento. Pero la figura de la cancha para Di Marzio fue un flaquito de 17 años que jugó de 8 para tirarle centros a Joao Pinto y Jardel. Un tal, Cristiano Ronaldo.

Di Marzio se enteró ahí, cuando empezó a preguntar por ese pibe de dientes torcidos que tenía la 18 en la espalda, que ese era apenas el cuarto partido de Cristiano con Sporting. Que había debutado en agosto, entrando unos minutos contra Inter en la pre Champions. Que el DT László Bölöni lo había puesto en los últimos tres juegos en la Liga de Portugal. Que dos semanas atrás, en el partido previo, había hecho dos goles, uno a pura velocidad y el otro de cabeza, en la victoria 3-0 ante Moreirense.

“Llamé a Turín y puse por escrito que sería el mejor jugador del mundo, obviamente después de Maradona”, aclara el napolitano Di Marzio, íntimo amigo de Diego de su paso por el sur de Italia. “Negocié y llevé a Cristiano a Turín para firmar con Juventus”, recuerda.

Consciente del potencial de Cristiano Ronaldo, Di Marzio convenció a todos de que lo mejor para todas las partes era que el portugués jugara en Juventus. “Jorge Mendes (el representante de CR7) conoce muy bien la historia”, afirma. A los directivos de Sporting les prometió, además de dinero, un refuerzo importante: el chileno Marcelo Salas, que no tenía lugar en la Vecchia Signora.

De vuelta en Turín, junto a un Cristiano lejos de la arrongancia actual, pero listo para estampar su firma, Di Marzio se encontró con un problema inesperado. “Salas no aceptó el trueque”, recuerda. La diferencia con el delantero chileno era menor, asegura, pero no hubo forma de resolverlo. “Por pocos millones no quiso ir y luego terminó en River Plate. Así, Juventus perdió a Cristiano Ronaldo”, lamenta.

Un año más tarde, Sporting jugó un amistoso contra Manchester United y Sir Alex Ferguson no dejó la decisión en manos de nadie más. Cristiano tampoco. Nueve días después, debutó en Old Trafford, con la camiseta que había dejado David Beckham.

Desde entonces, Juventus volvió a aparecer en la historia de Cristiano, una y otra vez. En especial, desde que pasó a Real Madrid en 2009 por 80 millones de libras. Fue el pase más caro de la historia hasta que Juve le compró a Paul Pogba al United por 120 millones de euros.

Uno de los primeros goles de Cristiano con la camiseta de Real Madrid se lo hizo, de penal, a Juventus. Fue en un amistoso, por la Peace Cup, que terminó 2-1 para los blancos. En octubre de 2013, en otra victoria de Real Madrid 2-1 ante Juventus, pero ahora en un partido oficial, Cristiano hizo los dos goles y se metió en el podio de goleadores de Champions, que ahora lidera con comodidad.

En 2015, Juventus eliminó a Real Madrid en semis de la Champions y evitó que el equipo de Cristiano llegara a la final. En los últimos cinco años, es la única definición europea que el portugués no pudo jugar. CR7 se vengó en la final de 2017. hizo dos tantos en la goleada 4-1 ante la Juve y levantó la cuarta de las cinco Orejonas que tiene ahora. Y, este año, les hizo un maravilloso gol de chilena, en Turín, que fue clave en una serie que terminó más apretada de lo que parecía.

Ahora, luego de tanto tiempo y tantas señales, los planetas se alinearon. Cristiano Rolando llega a Juventus por 100 millones de euros, más 12 millones en variables, y un contrato de cuatro temporadas (30 millones por año como salario). Un viaje de 16 años que, finalmente, llega a destino. Aunque por unos cuantos ceros más de los que hubiera costado si, en su momento, el Matador Salas no lo hubiera impedido.