El viernes 15 de mayo será el Día Después.

River o Boca ya no estarán en la Libertadores, Boca habrá eliminado a River o al revés, y entonces se inaugurará un tiempo que hace décadas que el fútbol -nuestro fútbol- no vive: un tiempo nuevo, otra lógica, otra realidad. Recién el 15 de mayo caeremos que el perdedor ya no tendrá el suero del torneo corto o la pretemporada inmediata, que el torneo tiene 30 fechas y que pasarán cinco o seis meses hasta que vuelva a sentir la adrenalina de estos días. El viernes 15 de mayo entenderemos -deberemos entender- que el tiempo de nuestro fútbol cambió.

xxLos superclásicos de la última Sudamericana se jugaron a fines de noviembre del año pasado. Después de aquellas semifinales hubo dos fechas más en el torneo local. En menos de un mes, el derrotado tenía la chance de resetear: anuncio de refuerzos, pretemporada, encima el ciclo de Arruabarrena recién empezaba, la eliminación de la Sudamericana no iba a olvidarse pero había otra vida cerca, algo en juego ahí nomás. Si el eliminado hubiera sido River, al toque se habría enfocado en la definición, mano a mano con Racing, del Campeonato de Primera División.

En el Súper copero de 2000, el eliminado River fue campeón del Clausura un mes y medio después.

En el Súper copero de 2004, el eliminado River se alzó con otro Clausura, quince días más tarde, nomás.

Pero ahora, ahora no; ahora, el derrotado y los periodistas que cubren la información del derrotado ya no podrán distraerse y distraernos con la emoción, la necesidad de que algo vital y decisivo va a suceder.

En el nuevo mundo -en el nuevo fútbol- faltarán 19 fechas para que el torneo termine, faltarán 12 jornadas para que River y Boca se vuelvan a ver; será un mundo en el que no habrá definiciones que les salven el semestre y donde apenas existirá la Suruga Bank, el 11 de agosto, en Japón, después de la final de la Libertadores, y aun si derrotó a Boca en estos octavos, al equipo de Gallardo tal vez lo gasten igual. Visitará al Gamba Osaka.

En el medio, entonces, la nada. La nada, o una histórica posibilidad: que el juego, siempre relegado, vuelva a ser central. Que lo que salve algunos meses sin la posibilidad de una corona sea el fútbol en sí, lo que River y Boca se juraron intentar: posesión, ambición, paredes y velocidad, el sueño de fundar una era, jugar muchas temporadas a la caza de la perfección.

“En esta eliminatoria, la palabra fracaso no va”, dijo Arruabarrena.

“Todos hablan de qué perderá cada equipo si queda eliminado, qué pasará después. Eso no importa: nosotros seguiremos igual”, remató Gallardo.

El fin de semana inmediato al Día Después, el River eliminado visitará a Tigre. El fin de semana inmediato al Día Después, el eliminado Boca recibirá a Aldosivi de Mar del Plata. Habrá gradas despobladas y una cara de invierno para cada jugador. Fútbol para Todos no asignará a sus mejores relatores y nosotros creeremos que el canal está pasando una repetición de partidos perdidos de los 80, esa velocidad. Yo imagino ese vacío, esa desolación, e imagino también una voz de fondo. Una voz hermosa que nos dice: “Mientras tanto, aquí, en la gran ciudad, una nueva hora comienza”.

La hora del juego, quizá.