La federación croata de fútbol fue admitida en la FIFA en julio de 1941, en plena Segunda Guerra Mundial -dato que la multinacional suele ocultar-. Tres meses antes, las tropas de Hitler y Mussolini habían invadido el Reino de Yugoslavia y habían creado el Estado Independiente de Croacia.

recital thompsonPara celebrar su “liberación”, en junio, Croacia jugó un partido amistoso contra la Alemania nazi, ante 31 mil espectadores y con árbitro alemán, en la ocupada Viena. Como correspondía, el equipo del Führer ganó 5-1. Desde entonces, el fútbol croata no logra sacarse de encima esa vergonzosa herencia.

Al frente de ese Estado Independiente la Alemania nazi colocó a Ante Pavelic, el líder de Ustacha, una organización nacionalista clandestina, católica y conservadora. Pavelic, que llegó desde Italia con el ejército de Mussolini, buscó y encontró en FIFA uno de los pocos respaldos internacionales a su gobierno.

En sus cuatro años como “Poglavnic” (Führer), los ustachas se propusieron aniquilar todo lo que no fuera católico y croata. Se calcula que asesinaron a entre 700 mil y un millón de judíos, musulmanes, gitanos, eslovenos, bosnios, serbios, comunistas y partisanos de Josip Broz Tito. Muchos murieron en Jasenovar, uno de los campos de exterminio más grandes y crueles de la época, inaugurado por Pavelic y bendecido por el arzobispo de Zagreb.

croacia italia esvastica campo 2015Hace unas semanas, la aparición de una esvástica marcada con algún químico en el campo de juego en el que se disputó un partido entre Croacia y Italia fue sólo el último de una larga serie de episodios que emparentan al fútbol croata con el fascismo. Revisemos, apenas, algunos ejemplos de la última década:

En 2006, durante un amistoso contra Italia en Livorno, un grupo de hinchas de Croacia se paró en la tribuna formando una esvástica humana. Un año después, en 2007, la hinchada de Croacia armó otra coreografía en un amistoso contra Bosnia. Esta vez se dieron forma de “U”, el símbolo de Ustacha. Poco después, en octubre, se supo que el NK Imostki, un equipo de Segunda, tenía en su camiseta un sponsor con simbología de Ustacha.

En la Euro de 2008, Milivoj Asner, prófugo por sus crímenes como jefe de la Policía de la Ustacha, fue encontrado mirando un partido de la selección en Austria. En enero de 2010, un skinhead atacó a un jugador de Slaven Belupo porque era negro. Cumplió con lo que canta la barra de Dinamo Zagreb, los Bad Blue Boys, identificada con la ideología de extrema derecha. En 2012, la UEFA sancionó a Croacia porque los cantos racistas de sus hinchas contra Balotelli.

Y ahora, el insólito hecho de la esvática en el campo de juego, que se dio en pleno partido de Eliminatorias para la Euro 2016. Además, Croacia jugaba sin público local luego de que la UEFA lo sancionara por cantos ustashi en el choque ante Noruega. La cuestión es recurrente. Según la TV pública local, en los últimos cinco años, la Federación croata pagó más de 700 mil euros en multas por incidentes de este tipo.

El lema de Ustacha, marginado en la era comunista, resurgió durante los ’90, en la Guerra de Independencia, como símbolo del nacionalismo croata. Hoy, muchos lo cantan ignorando, o eligiendo ignorar, su imborrable historia de exterminio racial.

La presidente de Croacia, la conservadora Kolinda Grabar-Kitarovic, se mostró preocupada por el daño que este hecho le ocasiona al fútbol y al prestigio de su país. Además, cuenta la agencia EFE, admitió que el fútbol croata “tiene un serio problema con los hinchas violentos”. Una pena que no lo haya visto antes. Cuando presenció el duelo ante Noruega la presidente sólo destacó que “el partido fue magnífico”. De los cantos ustachi, que seguro no escuchó, no dijo nada.

La cuestión es más profunda. Un indicio es lo que ocurrió en 2013, cuando Croacia clasificó al Mundial de Brasil. Luego del triunfo en el repechaje ante Islandia, Josip Simunic, nacido en Australia de padres emigrados tras la 2da Guerra Mundial,  agarró un micrófono y gritó varias veces un antiguo lema nacionalista -“Za dam spremni” (¡Por la patria, listos!)- que Ustacha hizo propio en los ’40.

La FIFA multó al jugador con 100 mil francos suizos y lo dejó sin Copa del Mundo. La Federación croata, en cambio, presentó un recurso para evitar la sanción. Pero el problema no eran los alaridos de Simunic sino que miles en las tribunas gritaron con él. “Entre el 60 y el 70 por ciento de los espectadores coreaba esa consigna”, le relató a EFE el sociólogo Drazen Lalic, que estuvo ahí.

Unos días más tarde, una encuesta del diario Vercernji mostraba que el 72% de los croatas aprobaban a Simunic. En el clásico entre Dinamo Zagreb y Hadjuk Split los hinchas de ambos equipos dejaron del lado el tradicional grito de “ubij srbina” (mata serbios) y entonaron juntos el lema de Ustacha.

En los últimos 20 años, ese canto se transformó en parte integral de un rito nacionalista que emerge cada vez que juegan selecciones croatas de varios deportes. Como plantea este interesante artículo, Lalic y otros sociólogos del deporte creen que la ideología fascista que se ve en los estadios tiene una fuerte continuidad social fuera de ellos. El lema de Ustacha, marginado en la era comunista, resurgió durante los ’90, en la Guerra de Independencia, como símbolo del nacionalismo croata. Hoy, muchos lo cantan ignorando, o eligiendo ignorar, su imborrable historia de exterminio racial.

En ese contrabando de ideología fascista bajo la fachada del amor a la patria tiene un rol central Marko Perkovic, el rockero que se hizo famoso en tiempos de guerra con temas ultranacionalistas en los que celebra la matanza de serbios. En sus recitales son habituales la ropa y los símbolos de Ustacha, así como los saludos con el brazo derecho en alto -como se ve en la primera foto de este artículo-.

davor-suker-ante-pavelic-fotografija-pavelicev-grob-predsednik-fs-hrvatske-1341607868-182733Sus canciones son himnos en los estadios de fútbol. Durante años la música de Thompson, el apodo que adoptó en homenaje a la ametralladora yanqui que uso cuando combatía, se escuchó en la previa de los partidos de Croacia. Incluso Slaven Bilic, DT de la selección hasta 2012, admitió que los jugadores se motivaban con sus temas.

En 2012, Davor Suker asumió como presidente de la Federación pero nadie se ilusionó con que algo pudiera cambiar. Un par de años antes habían aparecido fotos del goleador de Francia ‘98 posando sonriente junto a la tumba de Ante Pavelic, el líder de Ustasha, en un cementerio de Madrid. “Fui ahí como otras personas van a Berlín o Auschwitz”, se justificó. Cuando fue el episodio de Simunic afirmó tibiamente: “Fue un gesto inapropiado”. Ahora, con el incidente de la esvástica dijo: “Espero que los hooligans no triunfen”. Si pusiera en este tema la misma voluntad que tiene para llegar a ser directivo de FIFA se daría cuenta que el problema es más complejo que eso. Todo Croacia debería hacerlo, si es que quieren cambiar algo.