Imaginen una línea que cruza el campo de banda a banda, entre el área y la mitad de la cancha. Esa línea marca los últimos 25 metros del equipo de ataque, hasta llegar al arco. Si un defensor comete una falta en ese espacio, no hay tiro libre: hay penal largo, un tiro libre sin barrera desde algún punto del semicírculo del área grande. Exactamente como ocurre a partir de los 44 segundos de este video:

Ésta es la pequeña historia de una regla que duró seis meses. Nos enteramos de su existencia gracias al trabajo de un par de jóvenes chilenos que construyó un proyecto periodístico alrededor de este nombre, solamente significativo para una porción angosta del continente futbolero. Vista desde el presente, todo parece bastante raro.

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La medida surgió en marzo de 1990, cuando Chile vivía una época de innovaciones. La nación estaba entrando en la democracia tras la dictadura de Pinochet, y el seleccionado venía de recibir un duro castigo de la FIFA -tenía prohibido participar en las Eliminatorias para el Mundial ’94- por fingir el corte de su arquero, Roberto “El Cóndor” Rojas, en un partido contra Brasil en el Maracaná.

En ese contexto, la Asociación Nacional de Fútbol Profesional, con los mismos dirigentes que habían estado involucrados un año antes con el escándalo del equipo nacional, se agregó un inciso al artículo del reglamento de la International Board que hablaba de los tiros libres.

“Para los efectos de lo que se dispondrá a continuación, se trazará a 25 metros de la línea de meta una línea discontinua que cruzará el campo (…). Cuando se conceda un tiro libre directo (…) en la zona comprendida entre la línea de meta y la discontinua, todos los jugadores, con excepción del ejecutante, deberán ubicarse a no menos de 9,15 metros detrás o a los costados del balón, sin entorpecer la ejecución del tiro libre”.

Ampliamos la noción con las palabras de un árbitro de entonces: “El ejecutante podrá decidir si realiza el lanzamiento desde el mismo lugar en que el árbitro cobre la falta, o si lo efectúa desde un punto ubicado en el semicírculo del área grande. El remate tendrá que ser un tiro franco hacia el arco. No se puede realizar un pase. En caso de ocurrir, el árbitro deberá sancionar un tiro libre indirecto, a favor del otro equipo. Los compañeros del jugador encargado de servir el tiro libre sin barrera, deben ubicarse a 9.15 metros, hacia los costados o hacia atrás del ejecutante”.

El arquero se podía mover, siempre y cuando respetara la distancia. Si el arquero atajaba el tiro, o si pegaba en un palo, la pelota seguía en juego.

Si había una falta en los últimos 25 metros del campo, el ejecutante podía patear desde el el mismo lugar donde le habían cometido la infracción o desde un punto ubicado en el semicírculo del área grande. El remate tenía que ser un tiro franco hacia el arco. Y el equipo rival no podía poner barrera: todos los rivales tenían que estar 9,15 metros por detrás o al costado de la pelota.

¿Había que cobrar el penal largo sí o sí en caso de existir una infracción? No, se podía dar ley de ventaja si el referí consideraba que la situación de continuidad en el juego favorecía más al atacante que un tiro libre sin barrera desde 25 metros.

En algunos casos, como éste o éste, estaba muy claro el beneficio: un foul prácticamente inofensivo, cerca del córner, se transformaba en un tiro franco sin oposición de defensores rivales. O sea: en una oportunidad clara de gol.

Se puso en práctica de inmediato en dos torneos: la Copa de Chile de 1990 y el Torneo Apertura de Segunda división. El objetivo, como casi siempre que se dobla una regla del fútbol, era que se convirtieran más goles. ¿Se logró?

Un solo dato, salido de esta detallada reseña: durante los partidos disputados en la fecha del sábado 17 y domingo 18 de marzo se convirtieron 63 goles, de los cuales 18 vinieron a través de los tiros libres sin barrera. Es decir: el 28,5% del total de los tantos llegaron gracias a la modificación del reglamento. Cuatro goles fueron en el mismo partido, un Everton-Wanderers donde un pateador de cada equipo se ganó la fama de especialista por meter dos goles por la misma vía.

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¿Por qué no se mantuvo la medida? No está muy claro, porque según lo que pudimos leer hubo una aceptación bastante general por parte de entrenadores, hinchas y jugadores, pero no prosperó. Los torneos que marcaron su nacimiento fueron también los de su defunción.

Hubo una visita del vicepresidente de la FIFA con el fin de analizar la reforma reglamentaria para su aplicación en el mundo. Un tal Julio Grondona llegó, miró y dijo que había que estudiarlo en profundidad.

La idea terminó desvanecida al poco tiempo de su nacimiento y murió sin haber empujado más que a un par de curiosos futboleros a perpetuar su nombre en una página web.