“Mi victoria es un hito en la historia del parlamento y del estado. Con mucha honra, me convertí en el senador más votado de la historia de Río de Janeiro y eso, con certeza, aumenta aún más mi responsabilidad. Algunos dirán que no tengo experiencia para ser senador, y puede ser verdad. Pero tengo la experiencia de haber caminado seis kilómetros para llegar a la escuela, de no tener heladera en mi casa, de haber pasado hambre, de haber sufrido muchas dificultades para poder entrenarme, de perder amigos por las drogas. Yo creo que el pueblo está cansado de lo mismo de siempre y quiere ver en el congreso gente con su misma cara (…) Hoy quiero agradecer a todos los cariocas, que fueron tan generosos como para depositar en mí una confianza sin precedentes. Prometo no decepcionarlos”.
Romario da Souza Faría es uno de los cuatro futbolistas más grandes de la historia del fútbol brasileño. El Baixinho se sienta en una mesa donde el resto de los comensales son Pelé, Garrincha y Ronaldo. Dicen las estadísticas (muchas veces infladas artificialmente) que marcó más de mil goles, pero lo más importante es todo lo que generaba en la cancha: su calidad indiscutible, su capacidad de definición, su aparente desgano en el juego hasta el momento clave en el que aparecía con una genialidad. Fue el hombre que le devolvió a Brasil el prestigio perdido tras el retiro de Pelé y el último gran ídolo carioca. Pero todo eso quedó en el pasado. Hoy, Romario no es ese petiso encarador y desfachatado. Hoy es un señor de saco y corbata que arrasa en elecciones.
El discurso del comienzo es su primera alocución tras haber obtenido un 63,43 por ciento de los votos en los comicios del pasado 4 de octubre. Los números aquí sí son importantes y hablan sólos. La enorme mayoría de los ciudadanos de Río de Janeiro expresaron su confianza en quien ya es uno de los líderes políticos del futuro en Brasil. Lo votaron hinchas de Botafogo, Vasco da Gama, Flamengo, Fluminense y hasta alguno de Sao Paulo y Cruzeiro también. Romario arrasó en una elección que tuvo un amplio porcentaje de voto en blanco y en la que le sacó más del 40 por ciento a su más cercano perseguidor.
El Baixinho comenzó su carrera política hace cuatro años, cuando asumió como diputado federal por el Partido Socialista Brasileño. Decidió lanzar su campaña meses después de ser condenado a dos años de servicios comuntarios por evasión fiscal. En sus cuatro años en la cámara baja, el ex futbolista mantuvo un discurso duro contra la corrupción en el gobierno de Dilma Rousseff y también se mostró en contra de la organización de la Copa del Mundo. De hecho, lideró la negativa a la “ley FIFA”, que entre otras cosas permitió vender cerveza en los estadios durante el Mundial. Pese a su corta experiencia, se animó a dar el salto y ahora tendrá la posibilidad de cumplir un mandato de ocho años en el senado.
En las últimas elecciones, demostró que el pueblo carioca apoya su gestión con contundencia. La distancia con su rival más cercano, el conservador César Maia del partido liberal Demócrata, aumentó significativamente a lo largo de los últimos meses y finalmente fue de más del 42 puntos porcentuales, ya que Maia obtuvo 20,51 por ciento. Su campaña contó con una fuerte presencia en las redes sociales y tuvo en sus logros deportivos uno de los pilares fundamentales. Además, incluyó constantes alusiones a uno de los temas centrales de su incursión en la política: la defensa de los niños con discapacidad, como su hija Ivy, que padece síndrome de Down.
Como un símbolo más que elocuente, cerró su campaña en la favela carioca donde nació, Jacarezinho. Según afirmó, allí aprendió a “vivir con dignidad” y ademas repitió que el dinero público debe servir para “amparar a los que más lo necesitan”. A pesar de sus críticas reiteradas a los hechos de corrupción que hubo durante el gobierno de Dilma, nunca se mostró demasiado lejos de las ideas del PT. De hecho, aunque la candidata de su lista era Marina Silva, él decició no apoyar a ninguno de los aspirantes a la presidencia. Como sí lo había hecho en 2010, cuando apuntaló a la lista del oficialismo.
Romario es una de las estrellas en ascenso de la política brasileña y será uno de los principales dirigentes en los próximos años. Sin embargo, no es el único ex jugador que ha triunfado en estas elecciones. Su socio en la Selección campeona del mundo en 1994, Bebeto, fue ratificado como diputado regional en la Asamblea Legislativa de Río de Janeiro, mientras que el arquero campeón de América con Gremio en 1995, Danrlei, fue el segundo más votado para diputado federal en Río grande do Sul. Otro goleador temible, Jardel, consiguió en su primera aspiración política un escaño en la Asamblea Legislativa de Río Grande do Sul.
Este domingo, Dilma logró la reelección tras vencer en un reñido ballotage a Aécio Neves. El PT cumplirá 16 años en el poder y el proyecto comenzado por Lula sigue firme. Sin embargo, un considerable sector de la sociedad pide una renovación en los dirigentes y parece ser que los futbolistas son los indicados para liderarla.