El balón venía de un despiste de Kroos, uno de los mejores hombres del mundial hasta entonces. Gonzalo Higuaín casi no se lo creía y, frente a Neuer, buscó demasiado el ángulo bajo, cuando tal vez hubiera bastado con patear de punta, como en el baby fútbol. Más tarde llegó el gol pero esta vez fue el juez de línea quien se lo negó. Luego, la nada.
Desde aquel momento, tal vez abrumado por haber dejado escapar la oportunidad de su vida, el delantero argentino no ha vuelto a encontrar la luz. La eliminación del Napoli de la Champions League ha vuelto a hurgar en la herida mundial y el Pipita se ha vuelto más nervioso. Poco ayudado por sus compañeros, ha ido predicando solo en el desierto entre medular y ataque napolitano, jugando casi de enganche y, por ende, pisando menos la zona de gol.
Sin goles en la liga desde el mes de abril, el ex River solo ha marcado en Europa, escenario en el que el equipo dirigido por Rafa Beniíez parece encontrarse más a gusto. Aunque no juegue la Champions, el Napoli es más equipo de copa y no es un caso que las dos victorias tengan la firma de Higuaín, que anotó un gol en cada uno de los partidos jugados. Donde tanto el delantero como el equipo encuentran demasiados problemas es en el torneo de liga, donde los equipos que se cierran no permite desplegar un juego fluido y de paso llegan pocos balones al área.
Para cualquier delantero, el mejor remedio es el gol. Ese gol que el Pipita no consigue encontrar, a veces demasiado cansado para conseguir un desmarque, a veces sin atinar, como en la final de Río. Nápoles, lugar mágico para los argentinos desde la llegada de Maradona, es una ciudad exigente y sus hinchas brotan como el volcán que reside a su lado. Gonzalo lo sabe y se ha dejado arrastrar por la emotividad de este pueblo, el más argentino de Europa, y es muy querido por todos, como lo fue el Ezequiel Lavezzi hace unos años.
Higuaín y el Napoli tienen que ir de la mano para volver a triunfar. O mejor abrazados como una pareja de aquel baile que Gonzalo lleva en la sangre y tiene que volver a enseñar a ritmo de tango. Y de goles.