“Al hicha, más que pedirle, hay que ofrecerle. Nosotros trataremos de poner en la cancha un equipo con el cual el hincha se sienta identificado y con el que tenga ilusiones de venir al estadio. Si nosotros podemos transmitir desde adentro hacia afuera, el hincha se va a volcar y va a apoyar como este club se merece y de acuerdo a las necesidades imperiosas de volver a Primera División”. Gerardo Martino hizo estas declaraciones cuando llevaba unos días como técnico de Platense, en octubre de 1999. Lo entrevistaron para el programa partidario Platense de Primera y, al leerlas, se nota que el hombre no ha modificado sus convicciones o bien que, en todo caso, las ha enriquecido.
Había llegado desde Almirante Brown de Arrecifes, cuando Platense jugaba por primera vez el torneo Nacional B. Lo habían ido a buscar tras el tambaleante comienzo de Carlos Chamaco Rodríguez dirigiendo a un plantel con pesos pesados como Fabián Basualdo, Julio Zamora, Hernán Maisterra, Pablo Erbín, Oscar Topo Gómez y Sergio Mandrini, entre otros.
En realidad, el Tata volvió al primer club con el que se vinculó como entrenador, ya que en la temporada 1997/98 fue ayudante de campo de Carlos Picerni, otro hombre campeón con Newell’s que fuera titular durante el primer torneo ganado, en 1974.
Junto a Picerni, armó aquel equipo que sorprendió goleando 4-0 al Boca del Bambino Veira en La Bombonera y que alcanzó a reunir 49 puntos que lo dejaban muy bien parado para 1998/99. Sin embargo, el inicio en el Apertura ‘98 no fue bueno y Picerni-Martino tuvieron que dejar el club, cumplida la sexta fecha, con escasos cuatro puntos. El alejamiento de Hanuch, Moner, Romagnoli y Di Carlo había debilitado mucho al plantel, y el descenso llegó en el momento más inesperado.
Martino asumió en el modesto Almirante Brown de Arrecifes, que llegó a la segunda categoría de AFA en 1997 y logró mantenerse bajo la conducción de Rodolfo Motta. Fue en agosto de 1998, y su equipo hizo milagros: logró el 50% de los puntos y llegó hasta los cuartos de final del torneo, siendo eliminado por All Boys, con un 0-2 en Arrecifes en el partido revancha. En aquel equipo, armado con mucho esfuerzo, jugaban varios conocidos: el arquero César Monasterio, el lateral Fabián Basualdo (gran amigo del Tata), el centralista Daniel Quinteros, un joven Martín Andrizzi y los delanteros Chiaverano, Chávez y Pozzi, todos con gol.
Aquel primitivo Brown arrecifeño (de camiseta similar a Nueva Chicago o San Martín de San Juan) pudo mojarle la oreja a varios: le ganó 3-0 a Godoy Cruz en Mendoza, le metió cuatro en la revancha a los mendocinos y también se impuso en Pergamino y en Salta. Cuando finalizó la temporada 1997/98, lo sustituyó Mario Rizzi. Fueron 34 partidos, con 12 triunfos, 6 empates y 12 derrotas, 46 goles a favor y 45 en contra. Un relojito de regularidad.
Mejoró sus porcentajes en Platense, cuando lo dirigió exactamente noventa días, entre el 18 de septiembre de 1999 (triunfo 1-0 ante San Miguel con gol del marplatense Marcelo Ríos) y el 18 de diciembre, despedida en Vicente López ante All Boys con victoria 2-0 y sendos penales convertidos por el Topo Gómez. Fueron 13 partidos, con 6 éxitos, 4 empates y 3 caídas. Su mejor partido ocurrió el 13 de noviembre, cuando Platense le quitó el invicto a Huracán en Parque de los Patricios. Le ganó 3-1 (goles de Gómez, Ríos y Zamora) ante un rival que ganaría el torneo y que contaba con tres ex calamares: Moner, Godoy y Di Carlo, además de Fabián Carrizo, Derlis Soto y el gran Lucho González. Sin embargo, el caos institucional que vivía Platense, su fuerte crisis económica y la escasa intervención dirigencial hicieron que Martino evaluara su futuro y se fuera de Platense cuando todavía faltaba medio campeonato Nacional B.
En la nueva temporada 2000/2001 se hizo cargo de Instituto, que venía de perder la categoría de manera sorpresiva, ya que el equipo de Alta Córdoba tuvo que jugar la Promoción y no pudo con el humilde Almagro, que lo venció en José Ingenieros y le empató en la revancha. Con un plantel renovado y una hinchada golpeada, buscó dotarlo de una línea futbolística y lo consiguió. La campaña fue excelente: ganó la zona Interior con 71 puntos, 16 más que el escolta Gimnasia de Concepción del Uruguay. Se clasificó a las semifinales, pero lo eliminó Banfield, finalmente campeón. Fue empate 2-2 en el Sur y victoria del Taladro por 2-1 en Córdoba.
Aquel plantel produjo algunas exhibiciones para el elogio mayor. Le ganó 7-0 a Villa Mitre, 6-1 a Juventud Antoniana, 5-3 a Rafaela como visitante, 4-0 al Racing cordobés y se quedó al borde del ascenso, que mereció por su regularidad y buen juego durante la temporada. El equipo, donde brillaban el goleador Daniel Miliki Jiménez, Mauro Amato, Lucas Rimoldi, Marcelo Ríos, Jorge Cervera y Sebastián Brusco, remontó la caída y llegó a la final por el segundo ascenso, pero Nueva Chicago lo derrotó 3-2 en el Estadio Mario Kempes. El cimbronazo fue fuerte, pero quedaba una chance más: la Promoción ante Argentinos Juniors. Fueron dos empates en un gol y una nueva frustración. Fue el final de la experiencia cordobesa del Tata.
*Nota publicada en la edición número 62 de la Revista Un Caño, de agosto de 2013.