David Foster Wallace escribió La broma infinita, considerada una de las mejores 100 novelas de habla inglesa entre 1923 y 2006. Además fue calificado “uno de los escritores más influyentes, innovadores y talentosos de los últimos años”.

david-foster-wallaceDavid fue también en su juventud un gran jugador de tenis y fantaseó durante años con ser un profesional del circuito.

Tal vez por esa razón, durante su vida dedicó innumerables textos a las coberturas de tenis. En este caso, rescatamos sus reflexiones durante el torneo de Wimbledon de 2006. La relación entre los humanos y su cuerpo, maravillosas observaciones sobre Federer y Nadal y un lujito: explica por qué la televisión no es una gran transmisora de los partidos de tenis. Como aporte diremos que aquella final entre Federer y Nadal, la ganó el suizo por 6-0, 7-6(5), 6-7(2) y 6-3.

Este texto se puede leer completo en El tenis como experiencia religiosa, edtiado por Random House en la Argentina,

No podemos eludir el dato de que David Foster Wallace se suicidó a los 46 años víctima de la depresión crónica que lo acosó desde los 25 años.  

Esperamos que lo disfruten:

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Casi todo el mundo que ama el tenis y sigue el circuito masculino por televisión ha vivido durante los últimos años eso que se puede denominar Momentos Federer. Se trata de una serie de ocasiones en que estás viendo jugar al joven suizo y se te queda la boca abierta y se te abren los ojos como platos y empiezas a hacer ruidos que provocan que venga corriendo tu cónyuge de la otra habitación para ver si estás bien.

Roger Federer of Switzerland plays a return to Marin Cilic of Croatia during their men's singles match on day ten of the Wimbledon Tennis Championships in London, Wednesday, July 6, 2016. (AP Photo/Tim Ireland)

Los Momentos Federer resultan más intensos si has jugado lo bastante al tenis como para entender la imposibilidad de lo que acabas de verle hacer. Todos tenemos ejemplos. Aquí va uno. Se está jugando la final del Open de Estados Unidos de 2005 y Fededer sirve ante Agassi al principio del cuarto set. Hay un intercambio medianamente largo de tiros de fondo, con esa forma de mariposa distintiva del estilo moderno de juego de fondo, durante el cual Federer y Agassi se dedican a hacerse correr el uno al otro de lado a lado, ambos intentando obtener el punto desde la línea de fondo… hasta que de pronto Agassi arrea un pelotazo cruzado de revés que desvía completamente a Federer hacia el lado del revés (= su izquierda), y Federer alcanza la pelota pero le da un revés bien corto, dejándola a medio metro de la línea de saque, que por supuesto es la clase de jugada que para Agassi es pan comido, y mientras Federer todavía está intentando dar marcha atrás hacia el centro de la pista, Agassi se dispone a atajar la bola corta en plena subida, intentando agarrar a Federer a desmano, y de hecho lo consigue: Federer sigue cerca de la esquina pero está corriendo hacia la línea central, mientras que la pelota se dirige a un punto situado ahora detrás de él, justo donde estaba hace un momento, y no tiene tiempo de darse media vuelta, y Agassi va hacia la red siguiendo a la pelota en ángulo oblicuo procedente del lado de revés… y lo que consigue hacer ahora Federer es invertir instantáneamente el impulso de su cuerpo y dar un brinco hacia atrás de tres o cuatro pasos, a una velocidad imposible, para atizar un drive desde su esquina de revés, desplazando todo su peso hacia atrás, y el drive en cuestión es un pelotazo brutal con efecto liftado que rebasa a Agassi junto a la red y se va para el fondo, y Agassi se lanza a por la pelota pero ya la tiene detrás, y la pelota vuela en línea recta siguiendo la línea de banda, aterriza con precisión en la esquina de dobles del lado de Agassi y obtiene el punto; Federer todavía está danzando hacia atrás cuando aterriza.

Y el público de Nueva York guarda ese pequeño segundo familiar de silencio asombrado antes de estallar en vítores, y en el televisor John McEnroe con sus auriculares de locutor invitado dice (principalmente para sí mismo, parece): «¿Cómo se puede anotar un tanto desde esa posición?». Y tiene razón: si se recuerda la posición en que estaba Agassi y su rapidez de primera clase mundial, Federer estaba obligado a mandar la pelota por un túnel de cinco centímetros para rebasarlo, y eso es precisamente lo que hizo, yendo hacia atrás, sin tiempo para prepararse y sin nada de impulso detrás de su golpe. Fue imposible. Fue como una escena de Matrix.

8-wimbledon-2006-nadalNo sé qué ruidos emití, pero mi cónyuge dice que entró corriendo en la sala y había palomitas por todo el sofá y yo estaba apoyado en una rodilla y tenía los ojos fuera de las órbitas, como esos que venden en las tiendas de artículos de broma.

En fin, se trata de un ejemplo de Momento Federer, y eso que fue por la tele, y la verdad es que el tenis visto por la tele es al tenis en directo más o menos lo que los vídeos porno son a la realidad sensorial del amor humano.

Hablando en términos periodísticos, no hay nada nuevo ni sorprendente que contarles de Roger Federer. A los 25 años es el mejor tenista vivo. Y tal vez el mejor de todos los tiempos. Sus retratos y perfiles biográficos abundan. El año pasado 60 Minutes le dedicó un programa entero.

Todo lo que quiere usted saber sobre el señor Roger [Sin Inicial de Segundo Nombre] Federer: su historia personal, el hecho de que nació en Basilea, el apoyo racional y nada explotador que le prestaron sus padres a su talento, su carrera en el tenis juvenil, su querido entrenador juvenil, el hecho de que la muerte en accidente de aquel entrenador en 2002 al mismo tiempo destrozó y templó a Federer y contribuyó a convertirlo en la persona que es hoy día, los 39 títulos individuales de la carrera de Federer, sus ocho Grand Slam, el compromiso desacostumbradamente firme y maduro que tiene con su novia, que viaja con él (algo muy poco habitual en el circuito) y le gestiona sus asuntos (algo completamente inaudito en el circuito), su estoicismo a la antigua usanza, su dureza mental, su deportividad, su honradez generalizada evidente, su consideración y su generosidad caritativa: todo está al alcance de una simple búsqueda en Google. Adelante, no se corten.

El presente artículo trata más bien de la experiencia de presenciar el juego de Federer y del contexto de esa experiencia. La tesis concreta que presento es que si nunca has visto jugar en directo a ese joven y de pronto lo ves, en persona, sobre la hierba sagrada de Wimbledon, primero durante el calor literalmente abrasador y luego bajo el viento y la lluvia que imperan en la quincena del torneo de 2006, entonces tienes todos los números de vivir lo que uno de los conductores del autobús de prensa del torneo describe como «una puñetera experiencia casi religiosa».

Al principio hay la tentación de interpretar una expresión así como uno más de los muchos tropos exagerados a los que recurre la gente cuando intenta describir la sensación que producen los Momentos Federer. Sin embargo, la expresión del conductor resulta ser cierta –literalmente, y por un momento extáticamente–, aunque ver emerger esta verdad requiere cierto tiempo y bastantes visionados concienzudos.

LONDON - JULY 09: Roger Federer (R) of Switzerland and Rafael Nadal of Spain shake hands after the men's final on day thirteen of the Wimbledon Lawn Tennis Championships at the All England Lawn Tennis and Croquet Club on July 9, 2006 in London, England. Roger Federer won the match in 4 sets. (Photo by Phil Cole/Getty Images)La belleza no es la meta de los deportes de competición, y sin embargo los deportes de élite son un vehículo perfecto para la expresión de la belleza humana. La relación que guardan ambas cosas entre sí viene a ser un poco como la que hay entre la valentía y la guerra. La belleza humana de la que hablamos aquí es de un tipo muy concreto; se puede llamar belleza cinética. Su poder y su atractivo son universales. No tiene nada que ver ni con el sexo ni con las normas culturales. Con lo que tiene que ver en realidad es con la reconciliación de los seres humanos con el hecho de tener cuerpo.1

Por supuesto, en los deportes masculinos nadie habla nunca de belleza, ni de elegancia, ni del cuerpo. Los hombres pueden profesar su «amor» al deporte, pero ese amor siempre se tiene que proyectar y representar con la simbología de la guerra: la oposición entre avanzar y ser eliminado, la jerarquía del rango y del estatus, las estadísticas obsesivas y el análisis técnico, el fervor tribal y/o nacionalista, los uniformes, el ruido de las masas, los estandartes, el entrechocar los pechos, el pintarse la cara, etcétera.

Por razones que resultan difíciles de entender, a muchos de nosotros los códigos de la guerra nos resultan más seguros que los del amor. Y puede que también se lo resulten a ustedes, en cuyo caso el mesomórfico y totalmente marcial tenista español Rafael Nadal será el perfecto hombretón para ustedes, con sus bíceps desnudos y las exhortaciones Kabuki que se lanza a sí mismo.

Además, Nadal también es la Némesis de Federer y la gran sorpresa del torneo de Wimbledon de este año, puesto que él es especialista en tierra batida y nadie esperaba que aquí pasara de las primeras rondas.

Wimbledon Championships Day 02 27/06/2006 Photo Tim Parker Fotosports International Roger Federer (SUI) during his first round match win

Federer, en cambio, no ha proporcionado ninguna sorpresa ni tampoco ningún drama competitivo durante las semifinales. Ha superado de forma tan aplastante a todos sus oponentes que la televisión y la prensa están preocupadas porque sus partidos acaben siendo aburridos y no puedan competir de forma eficaz con el fervor nacionalista del Mundial de Fútbol.2

La final masculina del 9 de julio, sin embargo, es el sueño de todo el mundo. La final de Nadal contra Federer es una repetición de la final del Open de Francia celebrada el mes pasado, donde ganó Nadal. Federer solo ha perdido cuatro partidos en lo que va del año, pero los cuatro partidos los ha perdido con Nadal.

(…)

Federer y Nadal salen en medio de una salva de aplauso y hacen reverencias rituales ante el palco de la nobleza. El suizo lleva puesta la remera de color crema que Nike le ha hecho llevar este año en Wimbledon. Tal vez Federer sea el único individuo del mundo a quien no le queda ridícula con pantalones cortos y zapatillas de tenis.

El español pasa por completo de ropa de calentamiento, para que le veamos directamente los músculos. Tanto él como el suizo van de Nike, incluyendo la banda elástica blanca para el pelo atada en torno a la cabeza y con el simbolito de la marca colocado justo encima del tercer ojo.

nadal 2006Nadal lleva el pelo recogido por debajo de la banda elástica, pero Federer no, y el hecho de toquetearse y apartarse los mechones de pelo que le caen por encima de la cinta es el principal tic de Federer que pueden ver los espectadores; en el caso de Nadal, se trata del acercamiento obsesivo a la toalla del recogepelotas entre punto y punto. Pero hay más tics y hábitos, diminutas ventajas de ver el partido en la pista. Por ejemplo, el cuidado exquisito que Federer pone en colgar la remera sobre el respaldo de la silla libre de su lado de la pista, para que no se le arrugue: lo ha hecho antes de cada uno de sus partidos, y es un gesto que resulta infantil y extrañamente encantador. O la inevitabilidad con que durante el segundo set cambia su raqueta por otra que viene siempre en la misma bolsa de plástico transparente cerrada con cinta adhesiva azul, que él quita con cuidado y siempre le da a un recogepelotas para que la tire.

Está el hábito que tiene Nadal de separarse del trasero los pantalones largos hasta la rodilla mientras hace botar la pelota antes del saque, su forma de echar vistazos cautelosos de lado a lado mientras recorre la línea de fondo, como si fuera un presidiario esperando que lo ataquen con un cuchillo de fabricación casera.

Y si uno presta mucha atención, podrá fijarse en un detalle raro del servicio del suizo. Mientras tiene la pelota y la raqueta en las manos, justo antes de iniciar el movimiento, Federer siempre coloca la pelota exactamente en el hueco en forma de V que hay en el cuello de la raqueta, justo debajo de la cabeza, durante un momento. Y si no encaja perfectamente, él la ajusta hasta que encaje. Sucede muy deprisa, pero sucede siempre, tanto en el primer servicio como en el segundo.

(…)

La belleza de un atleta de élite resulta casi imposible de describir de forma directa. O de evocar. El drive de Federer es un tremendo latigazo fluido, y el revés lo lleva a cabo con una sola mano y lo puede hacer plano, darle efecto liftado o bien efecto cortado; el tiro con efecto cortado lo hace tan seco que la pelota traza filigranas en el aire y brinca sobre la hierba hasta la altura del tobillo aproximadamente.

maxresdefaultSu servicio tiene una velocidad de categoría mundial y unos niveles de colocación y de variedad a los que nadie más se acerca; el movimiento del saque es ligero y sin excentricidades, inconfundible (por la tele) únicamente por cierto latigazo de cuerpo entero como de anguila en el momento del impacto. Su anticipación y su sentido de la pista son sobrenaturales, y su juego de pies es el mejor del mundo; de niño también era un prodigio del fútbol.

Todo esto es cierto y sin embargo nada de ello constituye una explicación ni tampoco evoca la experiencia de verlo jugar. De presenciar, de primera mano, la belleza y la genialidad de su juego. Más bien hay que abordar su estética de forma oblicua, evitando hablar de ella directamente, o más bien —tal como hizo Santo Tomás de Aquino con su inefable objeto— intentar definirlo en términos de lo que no es.

Lo que está claro es que no se puede televisar. Por lo menos no del todo. El tenis por la tele presenta sus ventajas, pero se trata de ventajas que tienen desventajas, y la principal de ellas es cierta ilusión de intimidad.

Las repeticiones a cámara lenta que hace la televisión, sus primeros planos y sus gráficos, todo ello privilegia tanto a los espectadores que no nos damos cuenta de cuánto se pierde en la emisión. Y buena parte de lo que se pierde es la naturaleza puramente física del tenis de alta competición, la sensación de las velocidades a las que se mueve la pelota y a las que reaccionan los jugadores.

Se trata de una pérdida fácil de explicar. La prioridad de la tele, mientras se está disputando un punto, es cubrir la pista entera, para que los espectadores puedan ver a ambos jugadores y percibir la geometría global de las jugadas. Por tanto la tele elige un punto de vista espectacular situado por encima y por detrás de una de las líneas de fondo.

escanear0156Usted, el espectador, se encuentra mirando desde un punto situado en lo alto y detrás de la pista. Esta perspectiva, como sabrá cualquier estudiante de arte, «acorta» la pista. Al fin y al cabo, el tenis de verdad es tridimensional, pero la imagen del televisor solo tiene dos dimensiones. La dimensión que se pierde (o más bien resulta distorsionada) en la pantalla es la longitud real de la pista, los veinticuatro metros que separan ambas líneas de fondo; y la rapidez con que la pelota atraviesa esta longitud constituye la velocidad del tiro, que en la tele queda oculta pero que vista en persona resulta temible.

Si esto les resulta abstracto o exagerado, por favor, asistan ustedes en persona a algún torneo de tenis profesional, sobre todo en las pistas exteriores y en las primeras rondas, donde uno se puede sentar a seis metros de la línea de banda y comprobar por sí mismo la diferencia.

Si únicamente han visto tenis por televisión, no tienen ni idea de la fuerza con que esos profesionales le pegan a la pelota ni de la rapidez con que la pelota se mueve, ni del poco tiempo que tienen los jugadores para llegar a ella, ni de lo deprisa que son capaces de moverse y rotar y golpear y recuperarse. Y ningún jugador es más rápido, ni produce semejante impresión engañosa de serlo sin esfuerzo alguno, que Roger Federer.

Curiosamente, lo que más consigue revelar la cobertura televisiva es la inteligencia de Federer, puesto que a menudo esa inteligencia se manifiesta en forma de ángulo. Federer es capaz de ver, o de crear, espacios y ángulos para obtener puntos que nadie más puede imaginar, y la perspectiva de la televisión es perfecta para ver y revisar estos Momentos Federer.

Lo que cuesta más de apreciar por televisión es que esos ángulos y pelotas espectaculares no salen de la nada, sino que a menudo vienen preparados con varios tiros de antelación y dependen tanto de la manipulación que hace Federer de las posiciones de sus oponentes como de la velocidad o la colocación del golpe de gracia. Y entender cómo y por qué Federer es capaz de hacer bailar de esta manera a otros atletas de categoría mundial requiere a su vez una comprensión técnica del estilo moderno de juego de fondo mejor que la que la tele –nuevamente– está preparada para proporcionar.

  1. Tener cuerpo presenta muchos inconvenientes. Si esto no es lo bastante obvio como para que a nadie le hagan falta ejemplos, limitémonos a mencionar rápidamente el dolor, las llagas, los malos olores, las náuseas, el envejecimiento, la fuerza de la gravedad, la sepsis, la torpeza, la enfermedad y las limitaciones físicas: todos y cada uno de los cismas entre nuestra voluntad física y nuestra capacidad real. ¿Acaso alguien duda de que necesitemos ayuda para reconciliarnos con la corporalidad? ¿Que la ansiemos? Al fin y al cabo, el que se muere es el cuerpo. Tener cuerpo también presenta ventajas maravillosas, simplemente se trata de ventajas que cuestan mucho más de sentir y apreciar a tiempo real. A la manera de ciertas epifanías sensuales culminantes y escasas («¡Me alegro mucho de tener ojos para poder ver esta salida del sol!», etcétera), los grandes atletas parecen catalizar nuestra conciencia de lo glorioso que es tocar y percibir, movernos por el espacio e interactuar con la materia. Cierto, los grandes atletas son capaces de hacer con sus cuerpos cosas que los demás solo podemos soñar con hacer. Pero se trata de unos sueños importantes, que compensan muchas cosas.
  2. Los medios de comunicación estadounidenses están especialmente preocupados porque ni un solo hombre o mujer estadounidense ha pasado a las semifinales de este año. (Si les interesan a ustedes las estadísticas rebuscadas, es la primera vez que esto pasa en Wimbledon desde 1911.)