Pasó un poco más de una semana y Francis Koné puede recordar el incidente de manera vívida. Es el tipo de cosa que es difícil de olvidar. Su equipo, Slovacko, enfrentaba a sus huéspedes, Bohemians 1905, en el estadio Dolicek de Praga. El partido de la Primera checa ya había superado la media hora sin goles, cuando el delantero persiguió un pase vertical. Su búsqueda era inútil dado que el capitán del equipo local, Daniel Krch, retrocedía y el arquero, Martin Berkovec, estaba saliendo para interceptar la jugada. Todos tenían ojos solamente sobre la pelota que picaba. Koné, de 26 años, estaba frenando su propia carrera cuando oyó el repugnante golpe de cabeza.
El impacto terrible, “un choc violent”, resonó sobre los tambores y el bullicio de la multitud. Los dos jugadores locales cayeron inertes en el césped, Krch aterrizando a pocos metros de distancia dentro del área de penal, mientras que el impulso de Berkovec lo llevó a chocar contra el delantero. Koné, en el suelo por el golpe, estaba de rodillas cuando el instinto se hizo cargo. “Vi que el defensor se estaba moviendo, así que no estaba preocupado por él”, dijo. “Pero el arquero estaba inmóvil, acostado sobre su espalda, y pude ver la parte blanca de sus ojos. Estaban dados vuelta en su cabeza. Estaba inconsciente o peor. Así que puse un pie en su pecho para mantener su brazo izquierdo firmemente -a veces el cuerpo puede convulsionar, se vuelve muy fuerte, y no siempre se puede controlar- y traté de forzar mis dedos en su boca”.
“La mandíbula estaba cerrada, pero tenía que asegurarse de que no se había tragado la lengua. El reloj estaba corriendo. Un par de sus compañeros de equipo entraron y ayudaron, moviéndolo sobre su lado, lo que hay que hacer para asegurarse de que las vías respiratorias estén libres y, eventualmente, separé sus dientes y saqué su lengua. Estaba resbaladizo por la saliva y en algún momento me mordió, las mandíbulas se sujetaron de nuevo, pero no importa. Todo terminó en unos segundos, y cuando el arquero intentó decir algo, supe que iba a estar bien. Fue entonces cuando me levanté y me fui”.
Algunos entre la multitud local desde entonces han admitido haber pasado los primeros 31 minutos gritándole “mono”, cada vez que tocaba la pelota. Todos aplaudieron cuando Berkovec, después de unos 20 segundos, rodó sobre su espalda. Mover a un jugador que ha sufrido un traumatismo craneal grave puede ser imprudente, incluso peligroso, no menos dado la posibilidad de que tenga una lesión en el cuello. El tema surgió la semana pasada cuando Fernando Torres fue derribado inconsciente tras caer pesadamente en el partido de Atlético de Madrid ante Deportivo La Coruña.
Sin embargo, el médico de Bohemians, Martin Vavra, alabó la rápida intervención de Koné, crítica teniendo en cuenta que el personal de apoyo fue llamado por el árbitro y debieron correr -“y no soy Usain Bolt”, dijo Vavra- hasta la otra punta del campo de juego para llegar al jugador afectado. Martin Dostal, uno de los defensores locales, dio una palmada al internacional togolés en la espalda agradeciendo por su rápida reacción. “Sin Dios, algo malo podría haber ocurrido ese día”, dijo el delantero. “Algo terrible. Podría haber muerto, pero yo sabía qué hacer. Lo había visto antes”.
Koné no cuenta con ningún entrenamiento médico formal pero sí tiene experiencia. Aparte de su notable transformación de una víctima de abuso racial a un salvavidas potencial, es igualmente asombroso reconocer que el incidente de hace dos sábados fue la cuarta ocasión en una carrera profesional de ocho años, en clubes de seis países, en las que evitó que un compañero de equipo o adversario se tragara la lengua. No todos han estado en el campo. En Tailandia, donde llegó como un joven de 18 años buscando oportunidades con el PTT Rayong y Muangthong United, un compañero de equipo se desplomó después de sufrir una lesión en la cabeza en el gimnasio. “Tuve que sacar la lengua de su garganta ese día, y también me mordieron”, dijo. “La segunda vez fue en África, donde había jugado para Togo y un amigo me había pedido que fuera a un partido de exhibición antes de regresar a mi club, Al-Mussanah, en Omán”.
“Un jugador chocó cabezas con el arquero, y luego cayó sobre la parte posterior de su cuello cuando golpeó el suelo. Esa vez, realmente tuve problemas para sacar la lengua porque su cuerpo se había tensado -estaba completamente inconsciente- y la gente venía a ayudarme, incluyendo a los médicos, sosteniéndolo mientras me metía dos dedos en la boca para intentar agarrar su lengua para deslizar fuera. La tercera vez (nuevamente en África) fue hace sólo dos años”.
“Es extraño. Cuando ocurrió la primera vez no le dije a mi madre porque no quería asustarla. La segunda vez, le dije y ella me advirtió que iba a seguir sucediendo y que debería tener cuidado. Siempre debería tener cuidado. Nunca huir si algo malo ocurre en la cancha. ‘No puedes esperar a que alguien más se acerque’, dijo, así que cuando ocurrió la tercera vez fue: ‘Te lo dije'”. Akoudji Yawavi Victorine y el padre de Koné, Mahaman, vieron la cobertura de la historia de su hijo asistiendo a Berkovec en Internet, desde su casa en Costa de Marfil. Koné padre, aparentemente, “no puede salir de su casa ahora porque la gente lo fastidia, hablándole de lo que pasó. Ambos están muy orgullosos”.
Koné, que juega para Togo a través de su madre, nació en Bondoukou, en el norte de Costa de Marfil, y se crió fuera de Abidjan, la capital económica del país, ha soportado muchas dificultades en el desarrollo de su carrera futbolística. Pasó su infancia pescando cangrejos y lavando coches para ganar lo suficiente para comprarse botines, luego sobresalió liderando la línea ofensiva en un equipo que ganó la tercera división semiprofesional. Siempre ha estado desesperado por seguir a su ídolo Didier Drogba a Inglaterra, pero su primera aventura en el extranjero vino con un agente que organizó un traslado a Tailandia. “Yo era joven, y tenía que ser fuerte en un nuevo país, una nueva cultura. En realidad, el racismo era mucho peor. Yo era prácticamente el único futbolista negro de la liga, así que me destaqué aún más”.
Después de Omán, los cánticos siguieron en Portugal, con Olhanense, y Hungría, en Honved de Budapest, antes de su llegada a Uherske Hradiste, donde él y su joven familia se han establecido en Slovacko, pero los mismos deprimentes problemas lo han perseguido hasta ahí. “Cuando sos un africano, un negro, y jugás en un país como este… bueno, no es como ir a jugar en Francia o Bélgica. Incluso si las cosas están mejorando, todavía no son muy abiertas, y es por eso que el racismo sucede. Todavía está un poco atrasados. Cuando estoy en la cancha, trato de no prestarle atención. Pero es difícil. El racismo me pone enfermo. Duele. Es frustrante para nosotros, como jugadores africanos, oír cosas como ‘mono’ o ‘negro’. Tenés que estar ahí, en el campo, y que te lo digan a vos para que realmente entiendas cómo te hace sentir”.
“¿Qué podemos hacer al respecto? No lo sé, pero quizás lo que pasó el fin de semana ayudará un poco. He recibido mensajes de unos pocos fanáticos de Bohemians. Dos se disculparon conmigo en las redes sociales, diciendo que habían oído cánticos racistas, pero luego vieron a un africano salvar a uno de sus jugadores y habían pensado en lo que habían hecho. No sé si eso es cierto o no, pero he visto sus mensajes, y espero que lo sea”. Los medios locales recogieron algunos de los testimonios, uno de un hincha que afirmaba estar rodeado de fanáticos que habían discriminado a Koné durante toda esa media hora y terminaron cantando su nombre. Otro insistió en que el delantero “me enseñó algo”, lo que implica que no se trató sólo de una práctica médica de emergencia.
El delantero puede aferrarse a eso. Él conserva su “sueño” de llegar a Inglaterra un día y, con sus poderosos 189 centímetros, parecería desarrollar sus atributos físicos para prosperar en ese país. Salió de Dolicek como un héroe mientras que Berkovec, que perdió un diente y su goma de mascar, pasó la noche soportando un palpitante dolor de cabeza en un hospital local. Podría haber sido mucho peor. Su agradecimiento se publicó al día siguiente, e invitó al delantero a cenar la próxima vez que visite Praga. “Me hace sentir orgulloso”, dijo Koné. “Pero sólo agradezco a Dios que estuve allí para ayudarlo”.
NdE: Publicando originalmente en el diario The Guardian.