EI solo hecho de pensar en un presidente argentino futbolista genera una mueca risueña. De a ratos, viene la imagen patente (y patética) de los 90, con Menem en partidos a beneficio o en picados con los adulones de turno en la quinta de Olivos. Sin embargo, hay otro caso. En el recorrido histórico aparecen un nombre y un club: Arturo Frondizi y Almagro.
¿Frondizi futbolista? ¿Con esa imagen de hombre serio y de intelectualoide? ¿Con esos anteojos que aventuran un pasado pegado a los libros? No sólo lo fue, sino que su juego tenía un perfil que está mucho más emparentado con alguien como el Flaco Rolando Schiavi que con un estadista. Así lo describe el periodista Ariel Scher en su libro La Patria Deportiva. “La exquisitez analítica que lo distinguía en otros rubros no se trasladaba al fútbol. Frondizi era un defensor duro, firme, más fuerte que hábil. Era recio, pero además recurría a la infracción si algún delantero adversario lograba eludirlo”. A sus dudosas cualidades técnicas hay que sumarle su aspecto físico, ya que a su figura espigada y su nariz prominente le sumaba…¡el uso de una boina!
El culpable de esta extraña sociedad entre Frondizi y el fútbol fue su amigo Raúl Colombo. Conocidos desde la época en la que estudiaban en el Nacional Mariano Moreno, Colombo —que llegaría a ser presidente de la AFA entre 1956 y 1965— fue el que estimuló al radical y a sus amigos para que fueran a despuntar el vicio a Almagro.
En el club tricolor Frondizi jugó desde mediados de la década del 20 hasta que, en 1926, cuando era el back derecho de la cuarta división, una inoportuna lesión en el brazo lo alejó de las canchas por un tiempo. Un tiempo suficiente como para que el abogado y político le vaya ganando pulseada al futbolista. Eso sumado a que el propio club era frecuentado por simpatizantes radicales y, en tiempos en los que el partido fundado por Alem estuvo prohibido (tras el golpe de Estado de 1930), sus instalaciones se transformaron en un lugar de reuniones clandestinas, sucesos que marcaron el futuro del joven Frondizi. Igualmente, de estos años le quedaron amistades duraderas, como la del propio Colombo y Aristóbulo Aráoz de Lamadrid (tiempo después ministro de la Corte Suprema de Justicia).
Si bien la mayor parte de los presidentes hicieron público su amor por alguna camiseta en particular, ninguno tiene un antecedente como jugador. Sorprendía que Frondizi nunca ventilara su berretín por la número 5. “El nunca dejó de desinteresarse por las cuestiones futbolísticas. Lo que pasa es que con el tiempo hubo temas que fueron más importantes que otros y el fútbol no era una preocupación central. Además, no son los mismos los intereses que uno tiene a los 20 años que los que tiene a los 40 o 50” le dice a Un Caño José Giménez Rébora, casado con una sobrina de Frondizi. “Además, estableció un límite entre su ámbito público y su vida privada, por lo que aspectos como su cariño por Almagro, o su pasado como futbolista quedaban escondidos”, señala Giménez Rébora.
Si se tiene en cuenta esta dualidad, no extraña que haya un dato más de su relación con el fútbol que sea poco conocido: su simpatía por Boca Juniors. Sin dejar de lado a Almagro, y fruto de la insistencia de su amigo Julio Oyhanarte, Frondizi fue guardando parte de su afecto para el club xeneize, un afecto sólo confirmado años después de que los militares lo sacaran, paradójicamente, sin que pudiera defenderse…