En la Argentina todos se consideran más o menos entendidos en fútbol. Es un saber nacional, un doctorado innato. Sin embargo, ciertas dimensiones del juego ajenas al runrún de las estrellas permanecen casi invisibles. Por caso, su aplicación como herramienta social. Y, en el reverso de la versión profesionalizada, su capacidad para disolver conflictos y fomentar el respeto mutuo. El fútbol, señoras y señores, no sólo es motivo de fanatismos y discordias, sino que puede convertirse en escuela de valores solidarios. Así lo demuestra la experiencia del fútbol callejero, un género deportivo surgido en el club Defensores del Chaco, de Paso del Rey, que a esta altura alcanzó vuelo internacional, con encuentros a escala latinoamericana anuales (en mayo pasado se jugó la Copa América callejera, con 13 representantes del continente y Cataluña como invitada) y hasta un Mundial en Berlín.
Hay que empezar por decir que el fútbol callejero no se juega necesariamente en la calle, aunque la apropiación del espacio público está entre sus postulados. Los equipos son mixtos y la legalidad la establecen los propios protagonistas. Ellos son los que deciden las reglas antes de mover del medio (se pacta, por ejemplo, desde dónde vale el gol, ítem siempre polémico en las canchas chicas) y los que acuerdan los fallos, ya que no hay árbitro. En el tercer tiempo se cocina el resultado: además de los goles, se computan los “valores”: respeto, solidaridad y cooperación. Cada uno vale un punto. De modo que al marcador final se llega al cabo de una deliberación en la que participa un mediador y en la que los jugadores evalúan la conducta de compañeros y rivales. Puede darse el caso de que el equipo que metió más goles termine perdiendo por algún gesto de prepotencia o egoísmo.
“El fútbol es una excusa, queda en segundo plano. Nos interesa la incorporación de valores. Les pedimos a los chicos que lo que se hace en la cancha se traslade a la vida cotidiana”, dice Matías Luna, el joven director de la Fundación Defensores del Chaco (apenas 28 años), ex jugador de fútbol callejero que, tal como propicia la organización, a su formación deportiva sumó la proyección como líder social. “A los pibes del conurbano les dicen que deben ser jugadores profesionales de fútbol o cantantes de cumbia, si no están condenados. El fútbol callejero demuestra que hay un abanico de posibilidades. A mí me permitió creer que podía dirigir una organización como Defensores, que tiene 1.800 personas haciendo actividades. Se rompió el paradigma”, concluye Luna, quien se presenta como “profesor de Educación Física y militante social”.
CALIDAD Y BELLEZA
Nadie discutiría el carácter pedagógico del fútbol callejero, pero el cronista se pregunta si la corrección política no contradice gravemente la picaresca futbolera. En otras palabras, ¿no prefieren los chicos la versión regular del fútbol, donde las cualidades técnicas no pueden ser neutralizadas por el balance ético del tercer tiempo, donde los goles y sólo los goles son amores y hay un juez que aplica el reglamento? “Ese es un prejuicio de los adultos”, contesta Luna. “Creemos que repetir modelos es lo que les da a los pibes las ganas de jugar. Pero comprobamos que no. El fútbol callejero no deja de ser fútbol y por eso les encanta. Y también los ayuda a entender que está bueno ganar, pero que perder no quiere decir que estas condenado. Y que para ganar no tenés que pasarlo por encima al otro”.
Uno de los lemas de Defensores se destaca sobre un fondo colorido en uno de los muros: “Calidad y belleza”. Una manera concisa de oponerse a lo que Luna considera la estética del asistencialismo, que suelen enarbolar quienes para él son la perdición de cualquier iniciativa social: los punteros. “Nos quieren vender que los clubes deben ser pobres, lo mismo que las escuelas, porque son para los pobres. Queremos romper con esa cosa gris y triste”, dice mientras recorre el club junto al cronista y se detiene con inocultable orgullo en el enorme y moderno teatro en proceso de restauración.
Defensores del Chaco es un club y una fundación, que además de su área deportiva con 30 divisiones mantiene 20 talleres de arte y un jardín infantil, entre otras actividades que alientan la participación familiar. Claro que, unos años atrás, donde hoy se asienta la confortable sede de la organización, no había cancha ni galpones culturales ni cocina ni teatro, sino un baldío. Al barrio Chaco Chico lo evitaban hasta los camiones recolectores de residuos.
Hubo un pionero, Fabián Ferraro, ex futbolista trashumante, que armó un equipo con los pibes que se pasaban todo el día en la esquina y logró salir campeón en los Torneos Juveniles Bonaerenses. La distinción excitó la autoestima devaluada del barrio y al poco tiempo, a pulmón, el vecindario empezó a darle forma a Defensores del Chaco.
La afluencia de chicos y la función social trazada por los fundadores obligó a profesionalizarse. Así surgieron equipos de gestión y comunicación. El club se expandía y convocaba a los vecinos, con el fútbol como centro de gravedad. Un fútbol que hasta el año 2001 era el que todos conocemos, con árbitro y sin chicas. Un juego que solía terminar a las trompadas, razón por la que, luego de un período de observación y pruebas, los responsables de Defensores decidieron transformar. Suprimieron la figura del árbitro, que les parecía autoritaria, incluyeron a las chicas, que hasta allí sólo miraban y gritaban (su influencia no siempre era pacífica), y más tarde incorporaron la figura del mediador. Tras este largo proceso de “reflexión y acción” (así define Luna el perfil de la organización), nació el fútbol callejero. O, como le dicen en el club, “la metodología”. A secas. Igual que los entendidos se refieren al “Método” del Actors Studio, aunque sin Lee Strasberg ni sus estrategias.
La liga de fútbol callejero, en la que participan unos 80 equipos de todo el país, no tiene las exigencias del fútbol tradicional, que impone una cantidad de divisiones y jugadores. La variedad callejera la juegan muchas organizaciones de base que no cuentan con planteles tan numerosos. Pero aquellos que sólo pueden formar un equipo de cadetes o de infantiles son bienvenidos en las citas deportivas mensuales como los que presentan una formación por categoría. Nunca sobra ni falta nadie. Lo que se dice fútbol para todos.