Igual que hoy, era habitual a principios de los años cuarenta que esos genios, los creativos publicitarios, se valieran de la popularidad de los futbolistas para asociarlos a las marcas de sus cándidos clientes. No importaba el producto que estos intentaran vender. Y nadie consideraba, todavía, políticamente incorrecto que un deportista fumara o bebiese alcohol.

Entre las muchas campañas publicitarias de aquellos tiempos nos llamó la atención, por lo naíf, la del vino de mesa Arizu (tinto, clarete y blanco) que de manera bastante forzada pretendía relacionar a los almaceneros de barrio, hombres de confianza, de trato cotidiano con el potencial consumidor, con los cracks inalcanzables de la época. El link, digamos, era que ambos “nos daban vino”. Y para que cerrara la improbable analogía se afirmaba (aunque si había que explicarlo, no sería tan así) que “dar vino”, en el léxico deportivo, “se dice a esa habilidad extraordinaria de nuestros forwards de eludir y pasar contrarios en base a la filigrana estilizada y a la gambeta llena de picardía”.

En la patraña comprometieron entre otros, y suponemos que a cambio de no mucho dinero, nada menos que al Charro José María Moreno de River Plate,  Vicente de la Mata de Independiente, Reynaldo Martino de San Lorenzo y Emilio Baldonedo de Huracán.

Para completarla, cada pieza publicitaria incluía unos versos (muy malos) que exaltaban las virtudes del  crack de turno, y por elevación las del vino Arizu. Miren tranquilos:

charro 750

capote

mamucho

baldonedo