En los años sesenta, el fútbol holandés, profesionalizado recién en 1954, vegetaba en la periferia europea. Era como una isla, sin diálogo deportivo con el resto del continente. Tal perfil coincidía con el de una nación silenciosa –y un tanto aburrida y ensimismada– acuñado en la posguerra.
Pero los vientos de cambio de aquella década mítica no pasaron de largo por los Países Bajos. Por caso, los Provos, una agrupación juvenil y radical, tomó las calles de Amsterdam a fuerza de happenings. No pedían lo imposible como sus colegas del Mayo Francés pero casi. Abogaban por la marihuana despenalizada y combatían el uso del automóvil. Sus campañas a favor de la bicicleta enternecerían a Mauricio Macri, sólo que los Provos, que abrevaban en las vanguardias artísticas y el anarquismo, le exigían al Estado que financiara íntegramente la revolución rodante.
Ese despertar y esa apropiación del espacio público –a pesar de la policía– ayudaron a moldear el nuevo espíritu de una ciudad que luego se proyectaría como un emblema de cosmopolitismo y libertad. Tal vez no sea casual que, en 1969, John Lennon y Yoko Ono hayan elegido Amsterdam para hacer su performance por la paz metidos en una cama del hotel Hilton durante la luna de miel.
En paralelo, un señor llamado Rinus (por Marinus) Michels emprendía otra transformación profunda en el mundo de la pelota. Formado por el inglés Jack Reynolds, legendario entrenador al que se considera el padre del fútbol holandés, asumió la conducción del Ajax en 1965. Le llevó sólo un año ganar su primera liga. Luego llegaron otras tres y, en 1971, la Copa de Campeones. Para entonces, todo el planeta hablaba del Ajax como sinónimo de virtuosismo y sobre todo de modernidad. Al margen del cuantioso palmarés, la novedad holandesa consistía en una táctica flexible donde no existían puestos fijos, se achicaba la cancha hacia adelante (la famosa presión) y se multiplicaba el menú de jugadas de ataque debido a la permanente y veloz rotación. También se valoraba la posesión, aunque lejos todavía del culto que hicieron los descendientes españoles, con Pep Guardiola a la cabeza.
La revolución del Ajax tuvo una versión perfeccionada en la selección nacional, que también lideraba Rinus (apodado el General por su estilo estricto, tan diverso al de su etapa de futbolista), junto a su alter ego en el campo de juego, el magistral Johan Cruyff. Aquel equipo, subcampeón en el Mundial de 1974, fue la expresión más acabada de lo que se llamó Fútbol Total (totaalvoetbal). Es decir, el fútbol absoluto. Como si fuera una dimensión teórica.
Rinus y Johan exportaron su creación a Barcelona y fundaron la genealogía que, luego de varias décadas, fusiones y agregados, daría esa aleación maravillosa que fue el tiki-tiki de Guardiola. ¿Cómo ideó el padre de la criatura (don Michels) semejante prodigio? Algunas fuentes señalan la influencia capital del libro Soccer Revolution, del austríaco Willy Meisl, que vaticinaba, en los años cincuenta, un futuro de jugadores polivalentes. Otros, en cambio, consideran que la Naranja Mecánica y el Ajax son emergentes de la tradición cultural holandesa, que así como parió el Fútbol Total, antes lo hizo con la Arquitectura Total, que data de las primeras décadas del siglo XX y esparció una poderosa influencia.
Se dice que la Arquitectura Total postuló un espacio flexible para lograr su uso intensivo y completo. Vale decir, nada de funciones específicas excluyentes para las distintas partes de una edificación. El mismo cambio de percepción abonó Rinus Michels al borrar los límites del área de influencia de cada futbolista.
Se dice que la Arquitectura Total postuló un espacio flexible para lograr su uso intensivo y completo. Vale decir, nada de funciones específicas excluyentes para las distintas partes de una edificación. El mismo cambio de percepción abonó Rinus Michels al borrar los límites del área de influencia de cada futbolista. Es difícil imaginar al severo DT mientras lee manuales de arquitectura. Pero no se trata de ese tipo de inspiración, sino de un legado nacional que tiene que ver con la relación histórica de los holandeses con el espacio. Esa es la hipótesis del ensayo Brilliant Orange: The Neurotic Genius of Dutch Soccer, del periodista británico David Winner.
Winner no sólo vincula el fútbol con la arquitectura y otras artes, sino que apunta a las peculiares características topográficas de Holanda para arriesgar explicaciones aplicables al deporte. Buena parte del territorio de los Países Bajos es tierra ganada al mar. Y abundan los canales y otras obras de ingeniería que hacen indistinguible (o una noción abstracta) el paisaje y lo artificial. La naturaleza y la mano del hombre. El texto refuerza esta inclinación espontánea a la abstracción al comparar la visión aérea del territorio holandés (cuadrados y más cuadrados) a una obra de Mondrian.
El autor se remonta aún más atrás, hasta el siglo XVII, durante la guerra contra los españoles, para encontrar parentescos con la doctrina de Michels. “Anticipando el concepto del Fútbol Total de reducir el espacio en defensa (…) el holandés hizo sus tierras lo más chicas posible mediante la inundación de los campos entre sus ciudades amuralladas cuando los españoles atacaban”. Algo así como tirar el achique en el frente de batalla.
Quizá a Winner se le va la mano. Pero el fútbol suele tener raíces bastante más antiguas y distantes de la cancha de lo que estamos dispuestos a considerar.