Parecería ser que el fútbol es un negocio multimillonario en el que sus protagonistas, los futbolistas, buscan obtener el mayor rédito económico en el menor tiempo posible. Saben que su vida útil en el circo de la pelota es limitada y que deben aprovechar cada nueva oferta para “hacer una diferencia”, para asegurar el futuro de sus padres, de sus hijos y de ellos mismos.

Y cuando ya teníamos más o menos claro todo esto aparece el alemán Marcell Jansen.

“No puedo besar otro escudo, no estaría bien”, dijo hace unos días para explicar por qué larga el fútbol después de que Hamburgo decidiera no renovar su contrato, que finalizó en junio de 2015. La decisión de Jansen, está claro, es de otro tiempo.

jansen alemaniaHoy, los futbolistas abandonan sus barrios, sus amigos, sus familias y sus costumbres ante una mínima oportunidad económica que les endulce los bolsillos. Cruzan océanos y desiertos, aceptan alegres la soledad de destinos gélidos, soportan dictaduras asesinas o emiratos misógenos, balbucean lenguas de ciencia ficción y se adaptan a sociedades incomprensibles. Se alejan de la gloria pero también del miedo a ser pobres, a volver a serlo, o a desperdiciar el momento de juntarla en pala. Te van a pagar en dólares o quizás, mejor, en petróleo, les dicen. Y ellos aceptan todo.

La situación de Jansen, nos imaginamos, es diferente. O quizás no. El hecho es que después de siete años con la camiseta de Hamburgo, después de sufrir toda una temporada para salvar la categoría, ahora que se terminó el contrato y el club decidió dejarlo ir, se dio cuenta que no se quiere ir a ningún lado. “En los últimos años estuvo muy atado emocionalmente al equipo. Voy a seguir viviendo en la ciudad y siempre voy a amar a este club”, afirmó.

Hamburgo es el amor de su vida. Pero Borussia Mönchengladbach fue su romance adolescente. Jansen nació en esa ciudad inmencionable en el oeste de Alemania y comenzó a jugar al fútbol en ese equipo, como lateral izquierdo. Tras tres temporadas de crecimiento sostenido, junto a regulares presencias en la Selección alemana, Bayern Múnich pagó diez millones de euros por su pase, con la ilusión de que sea el nuevo Philipp Lahm.

En Múnich nada salió bien. Puede que la impronta mercantil de la situación lo haya desmotivado. El grande del país me compra porque me ve como un activo con proyección, debió pensar. Se esperaba mucho de él pero una lesión de tobillo, una mala Euro 2008 con Alemania y las críticas de Klismann, su DT en el club, se combinaron para hacer muy corta su estadía en Baviera. Bayern decidió venderlo a Hamburgo por ocho millones de euros, dos menos de los que pagó apenas un año antes, para recuperar parte de su inversión.

jansen fan hamburgo“¿Un nuevo club ahora? No, no quiero mentir o engañar a los hinchas de otro equipo”, le explicó al diario Bild sobre su decisión de colgar los botines. En Hamburgo, ese enorme puerto en el norte alemán, Jansen encontró su lugar en el mundo. En el del fútbol y el otro, en el que vivimos todos. Pasó a jugar como wing izquierdo. Se destacó por su velocidad para desbordar y por sus centros precisos. Y hasta metió unos cuantos goles. Jugó su segundo Mundial, el de Sudáfrica 2010, y gritó un gol -el único oficial que marcó- ante Uruguay en el partido por el 3er puesto.

Ahora, después de una campaña lamentable, Hamburgo encara una necesaria revolución en su plantel, de cara a la próxima temporada. Pero Jansen no tiene lugar en ese nuevo Hamburgo. Con 29 años, las opciones para este rubio zurdo son múltiples. Cualquier profesional buscaría un nuevo destino para capitalizar su experiencia, sus partidos internacionales y que el pase quedó en su poder.

Marcell lo sabe, entiende el negocio del fútbol, pero no se entusiasma con eso: “Estoy en forma, puedo ir libre a otro equipo, puedo seguir ganando dinero pero prefiero renunciar a la plata”. Es que Jansen dejó de ser profesional hace mucho tiempo: “Lo pensé durante las vacaciones. Hubo muchas buenas ofertas pero, para mí, seguir no es una opción”. Después de hacer algo por amor durante tanto tiempo, hacerlo solo por dinero ya no tiene sentido.