Adolf Hitler fue a la cancha una sola vez.

Pese a que se conoce la tendencia de su partido a utilizar fenómenos deportivos para fines políticos, el Fhürer no era un tipo al que le interesara el fútbol. Más bien pensaba que no iba a servirle demasiado en su búsqueda de propaganda. Miraba con mejores ojos deportes como el boxeo o el automovilismo, incluso el atletismo -es bastante famosa la historia de Jesse Owens y la medalla que Hitler nunca entregó-. De hecho, apenas contempló un partido en vivo en una ocasión, durante los Juegos Olímpicos de Berlín, en 1936.

Como no podía ser de otra manera, fue a ver a Alemania.

En realidad, ese día él quería presenciar el remo, que se disputaba en Grünau, a unos 30 kilómetros del estadio olímpico, pero un político nazi llamado Albert Forster (que era líder de zona de Danzig y Prusia Occidental), lo convenció para que lo acompañara a ver lo que imaginaba como una goleada ante la débil Noruega.No fue una noche, fue una tarde: el duelo arrancó a las 17.30.

Contra todos los planes, perdieron. Fue 0-2 y quedaron eliminados del torneo. ¿Hitler era mufa? No hay ninguna evidencia para negarlo.

Aquel seleccionado alemán dirigido por Otto Nerz no era una potencia, como lo es hoy, pero venía de ganarle 9-0 un partido a Luxemburgo en la primera ronda de un torneo de eliminación directa que arrancaba en octavos de final. La figura del equipo había sido un tal Wilhelm Simetsreiter, que había metido tres goles.

Después de perder con Noruega, el propio Smietsreiter culpó a Hitler. Parece que el dictador visitó el vestuario local apenas antes del arranque del partido y los jugadores -que no lo habían conocido hasta entonces- arrastraron el impacto emocional a los primeros minutos de partido, según las palabras del goleador.

hess juegos olìmpicosPara ese partido de cuartos, el hombre más poderoso del partido nazi llegó a la cancha acompañado de un par de muñecos de bastante fuste: Hermann Göring, comandante de la fuerza aérea, Rudolf Hess, ministro de Estado y organizador de los Juegos, y Joseph Goebbels, ministro de propaganda.

El propio Goebbels escribió ese día: “El Führer está muy emocionado. Yo apenas puedo contenerme. Un verdadero baño de nervios. La multitud ruge. Una batalla como nunca antes. El juego como sugestión de masas”. Había 55 mil personas en el Potsdamer Stadium.

Todo lo que se sabe de ese día se debe a cronistas de época y a generosos relatos de periodistas europeos que revolvieron decentemente las hemerotecas del continente. Nosotros llegamos a este relato a través de un libro de Simon Kuper (Ajax, the dutch, the War) y respetamos su relato con algunos agregados.

Los alemanes arrancaron dominando el partido, más o menos como se esperaba, y Noruega tenía dificultades para cruzar la mitad de la cancha. Incluso August Lenz, delantero del Borussia Dortmund, había errado un par de goles increíbles que podrían haber dado la ventaja al local. Pero la presión alemana le jugó una mala pasada temprano en el partido: a los siete minutos, en la primera contra, Magnar Isaksen puso el 1-0.

Era la primera vez que Noruega pateaba al arco, y Hitler tomó el gol con un berrinche que imaginamos bastante gracioso pero que las crónicas de aquel tiempo describen como levemente descontrolado.

aleirlandaEl gol hizo que Alemania saliera a buscar el resultado con más desesperación todavía. El DT incluso les pedía a los defensores que ataquen. Para mal germano, los escandinavos aguantaron hasta que un nuevo contragolpe a los 38 del segundo tiempo dejó las cosas 2-0. Otra vez, Isaksen, que para colmo según los rumores del momento tenía ascendencia judía. Hitler no quiso saber nada más. Se levantó de su asiento y dejó el estadio siete minutos antes del final (además de piedra, amargo). Nunca más fue a ver fútbol en su vida.

“La derrota no fue enteramente merecida”, anotó Goebbels en su diario. Nerz, que había sido entrenador del equipo alemán durante 13 años, fue reemplazado después de ese partido.  En semifinales, el eventual campeón Italia derrotó a Noruega en tiempo extra. Los nórdicos se conformaron con un podio.

Y Hitler, cuatro años más tarde, invadió Noruega.


Como Internet es generosa y los datos hoy en día resultan fáciles de encontrar, les dejamos las formaciones iniciales de ese día.

ALEMANIA: Hans Jakob (SSV 1899 Regensburg) – Reinhold Münzenberg (Alemannia Aachen), Heinz Ditgens (Borussia Monchengladbach) – Rui Gramlich (Eintracht Frankfurt), Ludwig Goldbrunner (Bayern Munich), Robert Bernard (VfR Schweinfurt) – Ernst Lehner (Schwaben Augsburg), Otto Siffling (SV Waldhof Mannheim), August Lenz (Borussia Dortmund), Adolf Urban (Schalke 04), Wilhelm Simetsreiter (Bayern Munich).

NORUEGA: Henry Johansen (Valerengens IF) – Nils Eriksen (Odds BK), Öivind Holmsen (Lyn Oslo) – Frithjof Ullberg (Lyn Oslo), Jörgen Juve (Lyn Oslo), Rolf Holmberg (Odds BK) – Odd Frantzen (Hardy Bergen), Reidar Kvammen (Viking Stavanger), Alf Martinsen (Lilleström SK), Magnar Isaksen (Lyn Oslo), Arne Brustad (Lyn Oslo).

El árbitro fue el inglés Arthur Barton, y los asistentes otro inglés, Jewell, y un luxemburgués de apellido Hamus que -a su manera- vengó el 0-9 de su Principado en la fase inicial.