En nuestro rol de perpetuos buscadores de historias futboleras, a veces nos topamos con verdaderas gemas que resultan reveladoras, no ya de la naturaleza del deporte, sino directamente de la naturaleza humana.
Es el caso de esta pequeña anécdota que, publicada en un diario español en octubre de 1983, llegó a nuestras manos gracias a un libro compilatorio llamado “A mí el pelotón”, en el que el excelente periodista vasco Patxo Unzueta (nombre italiano, ¿no?), habla sobre todo de las peripecias del Athletic Bilbao. Alguna vez extrajimos de aquel mismo volumen una extraordinaria entrevista a Telmo Zarra, uno de los máximos goleadores de la historia del club y del país.
Esta vez la cuestión fue más pequeña y más conmovedora. Y estuvo relacionada a un partido de 1968 en el que el Athletic eliminó -¡por sorteo!-al Liverpool inglés de la Copa de Ferias.
Les dejamos la pequeña referencia, textual, para que la disfruten como nosotros.
“Un joven periodista vasco, al que las circunstancias de la vida habían llevado
a la ciudad de los Beatles, tuvo ocasión de asombrarse, a comienzos de los años
setenta, al ver en lugar preferente de la redacción de un diario de Liverpool un
gran cartel a todo color del Athletic de Bilbao. Su asombro iría en aumento al
observar cómo, de vez en cuando, algún redactor del diario se levantaba y se
dirigía con ademán amenazador a los jugadores allí retratados.
Solo cuando tuvo suficientes conocimientos de la lengua inglesa, y decisión suficiente como para preguntar, pudo enterarse de las razones de tan extraño comportamiento: «Estos —explicó el más benevolente de la casa—, nos eliminaron con una moneda. Y este de aquí —por Koldo Aguirre— fue quien eligió color».
Resultaba que desde aquel 2 de octubre de 1968, en que la suerte decidió en favor de los bilbaínos una eliminatoria de la Copa de Ferias, los redactores del periódico habían atribuido al Athletic, y a su capitán, Koldo Aguirre, en particular, el papel de chivo expiatorio de todo posible mal. Si un corresponsal se retrasaba en el envío de su crónica, o la máquina de escribir se atoraba, o el jefe de redacción había dormido mal, la culpa era de los bilbaínos, y sobre ellos eran descargadas todas las maldiciones”.
Valga como ejemplo de la bronca deportiva, el azar, el capricho de los hinchas, los chivos expiatorios, la memoria colectiva y la locura duradera que puede desatar el fútbol. Cuando es inofensiva, es maravillosa.