Entre 1890 y 1910 el fútbol tuvo un vertiginoso desarrollo en la Argentina. El nervio motor de ese crecimiento fue la inversión británica en ferrocarriles, puertos, energías renovables y la importación y exportación de materias primas. Como consecuencia de esa evolución, este deporte alcanzó el primer lugar entre las preferencias populares y generó una rivalidad irreductible entre los equipos River Plate y Boca Juniors, ambos oriundos del barrio de La Boca, y cuyo enfrentamiento clásico ha alcanzado fama mundial.
En la búsqueda por encontrar respuestas a tan explosiva difusión, varios autores intentaron hallar vasos comunicantes entre el fútbol y la masonería. Un investigador de fuste, Emilio J. Corbiére, da como un hecho que la introducción del fútbol en el Río de la Plata habría estado a cargo de la logia escocesa.
La Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones, en su página oficial, admite que “la presencia de funcionarios y empleados ingleses en el desarrollo ferroviario argentino favoreció la creación de logias en las cercanías de las estaciones, según revela el mapa masónico argentino de las primeras décadas del siglo XX. Los nombres se repetían cuando se trataba de estaciones, logias y clubes de fútbol”.
Pequeños indicios que atraviesan estas páginas parecen demostrar una hipótesis con más conjeturas que certezas, aunque no está de más exponerlas ya que todas juntas alimentan esa presunción.
Los masones desde el origen de las reglas
El 26 de octubre de 1863, en Inglaterra, se establecieron por escrito las reglas del fútbol, el mismo día en que se conformó la English Football Association. Entre los asistentes, surgieron serias discrepancias. Un sector, encabezado por los representantes de la ciudad de Rugby, procuraba el uso de las manos en la práctica del juego, pero los delegados de la ciudad de Harrow bregaron por reducir la acción al uso de los pies y la cabeza. Los primeros se retiraron de la reunión y establecieron las bases del deporte al que llamaron “Rugby”.
En las deliberaciones se acordó que el fútbol sería un deporte de equipo jugado entre dos conjuntos de 11 jugadores cada uno y con cuatro árbitros para efectivizar las normas. Se definió que el terreno de juego sería rectangular, de césped natural o artificial, con un arco a cada lado del campo. El objetivo era el desplazamiento de una pelota con cualquier parte del cuerpo que no fueran los brazos o las manos, para intentar introducirla dentro del arco oponente. Esa acción se denominaría gol. El equipo que lograra más goles al cabo del partido, de una duración de 90 minutos, sería el ganador.
Hay indicios ostensibles y solapados que atribuyen a los masones una participación activa en la redacción y difusión de las reglas del fútbol. Entre los principales promotores del nuevo deporte, se eligió un sitio simbólico irrefutable para la reunión: la Taberna de los Francmasones (Freemason ‘s Tavern). Así, el fútbol recogió de la masonería el espíritu de igualdad y fraternidad sin diferencias de nacionalidad, raza, ideología, religión ni género.
Amílcar Romero destaca una impronta religiosa en los cimientos del fútbol y del rugby: “El nacimiento del fútbol actual es un parto bien oscuro, y contuvo características netamente religiosas. Tal como se parten el rugby del fútbol, aparece muy claramente diferenciado el catolicismo inglés de la masonería, pero sobre esto hay un silencio total y absoluto. No sobre el rugby y la relación con el catolicismo, que aparece manifiesta y muy clara; pero de la relación entre el fútbol y la masonería, salvo que se fundó en un local masón en la calle Queen Elizabeth N° 11 —algunos deducen que de allí deriva que sean 11 los jugadores y no 15, como sucede con su primo hermano—, casi se podría decir que no hay nada”.
El 20 de junio de 1867, se jugó el primer partido en el Buenos Aires Cricket Club. Un grupo de socios encabezados por los hermanos Thomas y James Hogg publicaron un aviso en el diario The Standard, convocando a una reunión para impulsar la práctica del fútbol. De inmediato se fundó el Buenos Aires Football Club y se organizó el encuentro entre rojos y blancos, en el que ganaron los primeros por 4 a 0. Estos colores coinciden con los atributos del Maestro Masón. El fútbol llegó a la Argentina a través de los empleados ingleses que difundieron el ferrocarril y establecieron empresas de servicios (puertos, compañías de gas, frigoríficos).
En los comienzos de la penúltima década del siglo XIX, llegó a la Argentina el educador Alexander Watson Hutton, graduado en humanidades en la Universidad de Edimburgo. De inmediato se hizo cargo de la Escuela Escocesa San Andrés, donde implantó la práctica deportiva y la cultura física. Poco después fundó el English High School, base del Alumni. Watson Hutton fue Maestro Masón de la Logia Excelsior N.° 617. En su equipaje había incluido pelotas e infladores para difundir la práctica del fútbol.
Hacia 1887 nació el Quilmes Athletic Club, solo para ingleses. Esta entidad es la más antigua de las que integran la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). El 1° de diciembre de 1899, un grupo local dio nacimiento al Argentino de Quilmes.
En los albores del siglo XX, se crearon: Gimnasia y Esgrima de La Plata, Banfield, Estudiantes de Buenos Aires, Lomas Athletic Club, Central Argentine Railway Athletic (Rosario Central) y Alumni, de los hermanos Brown, cuyos integrantes eran masones.
Las redes ferroviaria y portuaria, los clubes de fútbol y las logias masónicas parecen confluir en un esfuerzo mancomunado para la difusión del fútbol en todo el país. Al mismo tiempo, en la ciudad de Buenos Aires, la inmigración italiana afincada en el barrio de La Boca, a orillas del Riachuelo, establece diversas logias (Figli d’Italia, Liberi Pensatori, entre otras). En la calle Suárez 465, nació River Plate, supuestamente el 25 de mayo de 1901, tras la fusión de las pequeñas entidades Santa Rosa y La Rosales.
Su primer presidente, Leopoldo Bard, fue además jugador del equipo y su primer capitán. Su carácter masón lo conecta con la entidad que estimuló la práctica de fútbol en muchas partes del mundo. Como político trascendió por su capacidad de oratoria y por su adhesión al radicalismo, del que formó parte como legislador y presidente del bloque de diputados entre 1922 y 1930.
Conforme al espíritu y letra de nuestra Constitución Nacional, se propiciaba la apertura de nuestro suelo a los hombres de buena voluntad. El barrio de La Boca, con sus terrenos fiscales, fue el epicentro de una inmigración italiana cuya gran mayoría provenía de las costas ligures.
Diseminados por el territorio nacional, en donde ellos se establecieran, llegaba el progreso: se abrían calles y viviendas, se levantaban escuelas, se construían hospitales. La Boca, La Plata, Villa Garibaldi son solo algunos de los tantos barrios y ciudades que supieron de estos inmigrantes. La Boca recibió uno de los primeros asentamientos de inmigrantes: solo había que instalar un par de chapas y decorarlas con las pinturas que sobraran de los astilleros.
Desde 1857 ingresaron al país 342.524 inmigrantes de ultramar, y volcaron su influencia en el crecimiento de la producción y del comercio. En 1876 fue promulgada la Ley de Inmigración, lo que incrementó el arribo de ciudadanos europeos. Ese mismo año, nacía la Logia Liberi Pensatori.
La inmigración italiana y la masonería
Según un trabajo de Samuel García Silva: “El primer masón italiano en el Río de la Plata del que tenemos noticias se llamó José Boqui, nacido en Parma. Hizo estudios artísticos en su patria, dedicándose especialmente a la orfebrería. Luego pasó a España, trabajando en Madrid y Barcelona. A finales del siglo XVIII, se encontraba en Buenos Aires haciendo trabajos de platería y cincelado y prestando sus servicios en la defensa de Buenos Aires. En 1805 hizo una custodia para el Convento de Santo Domingo, que aún se conserva, y otra de mayores proporciones y de extraordinario valor artístico, según los comentarios de la época”.
Dicho autor identifica a Bartolomé Viale, Marcelo Cerruti y Juan Bautista Albini como “propiciadores de la idea de fundar un hospital para la colectividad italiana, que comenzó a construirse en el mes de marzo de 1854. El 22 de abril de 1858, surgió el Gran Oriente Argentino. Los italianos que habían buscado el sustento y el clima de libertad tan ansiado lejos de su patria, todavía martirizada y sumisa, pudieron finalmente sumarse a la corriente progresista para luchar contra el fanatismo clerical, y otras fuerzas retrógradas y oscurantistas que mantenían obstinadamente sus preconceptos y se oponían al progreso del pensamiento liberal y a la formación de una masonería fuerte y unida”.
La filantropía era el hilo conductor de aquellos pioneros que vivían de su esfuerzo individual como panaderos, cocineros, hojalateros, carpinteros, zapateros, herreros, sombrereros, carboneros, peluqueros, mecánicos, jornaleros, albañiles y fideeros. Varios inmigrantes italianos que adoptaron al barrio de La Boca como tierra de promisión entregaron su esfuerzo respaldados por los Liberi Pensatori. Sus hijos crecieron con ese mismo espíritu: Fernando Paladino, el contralmirante médico Pedro Mallo y Tomás Liberti, entre otros. Este último, nacido en La Boca, está en la nómina de los fundadores del club River Plate y su hijo, Antonio, fue presidente de esta institución por varios períodos.
“Las historias oficiales de los clubes —dice Alejandro Fabbri— son más que una creación fantástica, que no se condice con la realidad. En River, cuentan que era una camiseta blanca y que en un carnaval encontraron unas bandas rojas y las cruzaron, pero está probado que los colores responden al mandil de la logia masónica Excelsior N° 617 de la zona. Y que incluso no se fundó en 1901, sino en 1904”.
Texto extraído del libro “River vs. Boca, Boca vs. River; la historia secreta de una rivalidad”. Ediciones Olmo – 2013