Al-Fotuwa es uno de los clubes más importantes de Siria. Ganó dos ligas, cuatro Copas y fue subcampeón en cinco ocasiones. Además, jugó una vez la Liga de Campeones de Asia. Sin embargo, hace pocos días su nombre se hizo conocido en todo el mundo por razones mucho más tristes. El ex entrenador del equipo principal, Osama Abdul Mohsen, fue uno de los miles de sirios que abandonaron su patria en busca de un futuro sin guerra. Durante su desesperado exilio, fue agredido por la periodista húngara Petra Laszlo en una imagen que conmovió a la humanidad. Entonces, la Escuela nacional de entrenadores de fútbol española (CENAFE) le hizo una oferta de trabajo que él aceptó sin pensarlo. El fútbol que nos salva.

“Sólo quieron entrenar. Quiero ser entrenador”, afirmó Mohsen apenas arribó a España. Lo hizo acompañado de Zaid, de siete años, quien también estaba con él en el momento de la agresión. Además, expresó palabras de agradecimiento y gratitud hacia España, que fueron replicadas por la decena de medios que lo esperaban en la estación de Sants de Barcelona.

Apenas se dio a conocer la historia, la CENAFE envió a un alumno, Mohamed Labrouzi, a buscar a la familia a Alemania. “Nosotros somos un centro nacional de formación de entrenadores de fútbol, pues surgió la idea de ayudar a un compañero entrenador. Me haré cargo de la manutención y ya tengo el apoyo del ayuntamiento para ayudarles en su nueva vida”, explicó el director del organismo, Miguel Ángel Galán.

Según un cable de la agencia EFE, Labrouzi acompañó a Mohsen en todo el viaje y afirmó que el refugiado “está muy feliz y agradecido a España”, donde puede empezar una nueva vida, y que espera traer a su mujer y su hijo mayor que siguen en Turquía lo antes posible.

“La patada de la periodista fue inquietante y dura. Mi sensación fue de sorpresa. Y después dolor cuando vi el miedo y el pánico en la cara de mi hijo. Zaid lloró durante dos horas. Estaba aterrado”. El recuerdo del hecho todavía conmueve al entrenador, que podría hacerse cargo de alguno de los equipos de Getafe o trabajar en la misma Escuela.

La actitud del CENAFE es valiosa porque sirve para darle otra oportunidad a una víctica de las ambiciones ajenas. Lo que sí se puede -y debe- discutir es ¿por qué él? Si hubo centenas de miles de refugiados con las mismas necesidades. Osama Abdul Mohsen sufrió una humillación, pero eso no lo hace más merecedor de una nueva vida que sus compatriotas. Está claro que es mejor no ser pateado que ser pateado, pero también que cada uno de los hombres y mujeres que se vieron obligados a dejar su casa merecen el mismo trato. Lo que debe ocurrir es que todos logren lo que ya logró Mohsen: un futuro mejor.