Mucho antes de que los futbolistas argentinos comenzaran a viajar masiva y prematuramente para prestigiar las ligas europeas, hubo una meca –fugaz, eso sí– mucho más cercana e impensable en estos días. Colombia. Así como lo oyen.
La Argentina, productora de cracks desde siempre, había forjado, avanzados los años cuarenta, un lugar hegemónico en el continente. Mientras la guerra sacudía a Europa, en estos pagos el ritmo de la pelota no mermó, y la Selección ganó cuatro de los seis Sudamericanos disputados en esa década.
Pero los jugadores no se conformaban con su cartel de ídolos populares y querían una parte más significativa del incipiente negocio. Así que, durante el campeonato de 1948, en reclamo de sueldos mejores y del reconocimiento oficial del gremio, hubo una larga huelga.
El torneo, que finalmente ganó Independiente, terminó jugándose con futbolistas juveniles. Racing, que ocupaba la punta hasta la medida de fuerza, ni siquiera se presentó en las fechas de cierre.
En épocas de peronismo fuerte y con un hombre del riñón del General en la AFA como Oscar Nicolini, los trabajadores de la pelota dejaron de animar el entretenimiento más popular. Sonaba discordante en la comunidad organizada.
Puestos a investigar destinos laborales alternativos, los jugadores apuntaron a una liga que, al margen de las regulaciones de FIFA, ofrecía contratos sabrosos y pactaba mano a mano con los jugadores. No importaba si se habían fugado de sus clubes de origen.
En 1949, en Colombia se disputaba apenas el segundo torneo profesional. No obstante, atrajo a los máximos nombres del fútbol argentino y muchos del resto de Sudamérica.
El que hizo punta fue uno de los promotores de la huelga y legendario estratega de La Máquina de River, Adolfo Pedernera, quien firmó para Millonarios, el equipo sensación a partir de entonces.
Le siguieron otras luminarias como Pipo Rossi, el arquero Julio Cozzi, Antonio Báez, otro exquisito mediocampista de River, relegado, según los coetáneos que observaron su magia, del olimpo de los cracks. Y la máxima promesa de la época, Alfredo Di Stéfano. Fue llegar, calzarse la camiseta del Ballet Azul y meter dos goles en el 5-0 al Deportivo Barranquilla.
Aquella liga satelital, recién nacida, con todo para aprender, a la que la FIFA llamaba “pirata” (mirá quién habla), se apropiaba, como hoy los escudos europeos, de los talentos argentinos.
En el caso de Di Stéfano, su campaña memorable en Millonarios, donde ganó cuatro títulos, fue el prólogo de su irrupción en el Real Madrid. Allí –la historia es sabida– se consolidó como prócer de la institución, precursor del fútbol moderno y uno de los mejores de la historia.
Por esos años, Millonarios fue considerado parte de la elite mundial. Precisamente en un amistoso con el Madrid, en 1953, los capos del club español se deslumbraron con la Saeta Rubia, que pronto sería una saeta calva.
En Colombia, según el testimonio de aquellos pioneros, los jugadores nativos desconocían hasta los rudimentos tácticos. No obstante, el país se convirtió en la plaza principal de la región gracias al aluvión de extranjeros.
Independiente Santa Fe, primer campeón de la liga colombiana, también se reforzó con futbolistas rioplatenses de primer nivel como René Pontoni, Ángel Peruca y Héctor Rial. En total, más de cien exilados competían en tierra colombiana. Entre ellos, 57 argentinos.
Pacho Maturana suele reconocer la marca indeleble de los argentinos en el aprendizaje de Colombia. Con los grandes jugadores de la diáspora primero, y con los entrenadores de los años setenta más tarde. Buen pupilo, Maturana asimiló la cátedra hasta superar al maestro. Una buena demostración es la eximia generación que condujo en los noventa y que le clavó el mortal 5-0 a la Selección de Basile.
Ahora es José Pekerman el argentino que continúa la tradición al frente del equipo nacional. Aunque ya no en plan docente. Colombia, lejos de aquellos vacilantes atletas que se asomaban al fútbol a fines de los cuarenta, ha desarrollado su propia escuela y ha crecido tanto como sus expectativas. De Pekerman no esperan nada didáctico, sino que gane la Copa América.