En el fútbol, el azar ha estado siempre presente como una contingencia natural en el juego. Sin embargo, hubo un tiempo en que la FIFA lo introdujo en los reglamentos. Ni los penales ni la diferencia de gol aún tenían la última palabra. Un sorteo podía definir un título o una clasificación de importancia.

Así se decidió la plaza que disputaban España y Turquía para el Mundial de 1954. En Estambul, los locales se recuperaron del 1-4 sufrido en Madrid y ganaron 1-0, forzando un tercer partido en Roma que terminó 2-2. Como no hubo goles en el alargue, se aplicó el reglamento: un niño con los ojos vendados eligió un sobre entre dos que contenían el nombre de cada país. De este modo, Turquía llegó a Suiza, el primero de los dos Mundiales que jugó en su historia.

En el Sudamericano Sub-20 de 1967, la Argentina, con Perico Pérez en el arco, Quique Wolff y García Cambón, se consagró campeona por el azar, tras empatar 2-2 la final con Paraguay, el local. No hubo goles en el suplementario, por lo que el juez peruano Orozco arrojó una moneda de un sol al aire; el capitán argentino, el riverplatense Jorge Dominichi, eligió el número y no se equivocó. Igual que una semana atrás, cuando la Argentina había eliminado a Colombia gracias a la moneda, luego de igualar 0-0.

Mundial del 54, un niño elige el sobre que clasificó a Turquía.

Entre 1967 y 1970, cuando existían igualdades en las instancias eliminatorias del torneo Regional, clasificatorio para el Nacional, se resolvían tirando la moneda. Pero en los 80, cuando parecía que ya todo era a suerte y verdad en los penales, el Consejo Federal de la AFA reintrodujo el sorteo en la definición. Dos plazas para el Nacional 1983 se decidieron el 22 de febrero en la calle Viamonte: las bolillas extraídas favorecieron a Renato Cesarini (Rosario) y Andino (La Rioja), y dejaron afuera a Atlético de Rafaela y Estudiantes (San Luis).

En 1962, las Selecciones de Mar del Plata y Necochea definieron una de las zonas bonaerenses del Campeonato Argentino. En Necochea, el 22 de julio, triunfó el local 3 a 1. Siete días después, jugaron la revancha en Mar del Plata. Los de La Feliz debían ganar por una diferencia de tres goles para seguir, ya que si ganaban sólo por dos habría tercer partido, y si vencían por uno quedarían eliminados. Pero la descabellada reglamentación también establecía que el cotejo no podía finalizar empatado y fijaba un alargue de 30 minutos que terminaría cuando uno de los equipos anotara un gol. Caso contrario, se ejecutaría una serie de cinco penales.

Los de Necochea ganaban 2 a 1, pero a los 94 minutos empató Fillol. Para el alargue, los necochenses decidieron que era más fácil hacerse un gol en contra: perderían 2-3 pero clasificarían por diferencia de gol. Entonces, se invirtieron los roles: necochenses pugnaban por batir su propia valla y los marplatenses por impedirlo. A los 4 minutos, el árbitro Amadeo Fredes suspendió ese “espectáculo deplorable porque era una burla al público”, según declaró a la prensa local.

Dos semanas más tarde, la AFA resolvió que el 17 de agosto se jugaran a puertas cerradas en Tandil los 26 minutos faltantes, con gol de oro, pero si ganaba el equipo de Mar del Plata se debía jugar un tercer partido. Indignado, el titular de la Liga marplatense, Rodolfo Danza, renunció y dijo que “el fallo era un regalo a Mar del Plata”, ya que Necochea merecía pasar a la siguiente ronda. Sin duda, un caballero.

La continuación del alargue duró poco: a los 11 minutos el delantero marplatense Osvaldo Natta puso el 3 a 2 y, como fijaba el reglamento, el partido finalizó.

El tercer capítulo tuvo lugar el 19, también en Tandil. Una multitud presenció el 1-1 y un suplementario sin goles. En los penales, cada equipo convirtió cuatro y erró el restante. Casella, capitán necochense, cantó “cara” cuando el árbitro Roberto Fuster arrojó la moneda, que cayó con la efigie de la libertad hacia arriba. Y así Necochea avanzó a la siguiente ronda. El azar clausuraba un mes de incertidumbre y disparates.