Mucho se ha hablado de Nadia Comaneci en estos días, por su perfecto 10 de hace 40 años en Montreal. Ese recuerdo de la rumana, inevitablemente, recae en otra maravillosa gimnasta, tal vez la más grande de la historia y la que más medallas de todos los tipos consiguió en la historia de los Juegos (fueron 18: 9 doradas, 5 plateadas y 4 de bronce). Se trata de la ucraniana Larissa Latynina, considerada la madre de la gimnasia femenina. Durante los Juegos seguramente nos ocuparemos de ella. Hoy tiene 81 años y todavía pasea su elegancia cuando es convocada para diferentes homenajes.
Pero hoy nos vamos a ocupar del caso de otra gimnasta: Tamara Vasilievna Lazakovich, quien además de ser una extraordinaria gimnasta, tuvo la particularidad de atravesar una vida espantosa por culpa de su adicción al alcohol.
Tamara nació el 11 de marzo de 1954 en la aldea Gusevo, en la región de Kaliningrado, Rusia. Era hija de un veterano de guerra y de una señora que hacía la limpieza en casas de familia. Con apenas 6 años comenzó a practicar gimnasia cuando su familia se trasladó a Bielorrusia.
En 1970, ante la decepción de su entrenador, Vikent Dmitriev, y en su primer año con el equipo soviético, Lazakovich tuvo una actuación muy mala en el campeonato del mundo de Yugoslavia (ahora Eslovenia). Fue la peor clasificada del equipo con una puntuación promedio de 8,00. Pese a lo espantosa de su actuación, no se quedó con las manos vacías y obtuvo el oro con su equipo.
Pese a los malos augurios, Tamara empezó a cosechar éxitos extraordinarios en 1971 en el Mundial tanto en las competencia individuales como en las por equipo. Y así llegó a los Juegos Olímpicos de Múnich 72. Mientras su compañera de equipo, Olga Korbut se robaba la atención de los medios de comunicación y del público, Tamara caminaba una y otra vez hacia el podio en silencio. Así fue como obtuvo cuatro medallas: oro por equipo, plata en barra de equilibrio y bronce en ejercicios de piso e individual general.
Pero un hecho pasó inadvertido en ese momento: en el momento de la entrega de medallas de barra de equilibrio, Tamara lloró desconsoladamente cuando recibió la plata detrás de Olga Korbut. Nadie supo ni tomó magnitud de lo que le estaba pasando a Lazakovich en ese momento: Tamara estaba segura de que le había ganado a su compañera y que el 9.90 recibido por Korbut para superarla (ella había obtenido 9,80) en la ronda final había sido producto de carisma de su adversaria y de la presión de la prensa para verla en lo más alto del podio. Y no se pudo sobreponer. A los pocos meses, con 18 años, y con la excusa de una lesión en la rodilla, anunció su retiro.
Después de la jubilación se esforzó en encontrar su lugar en la vida. Se le ofreció desertar para entrenar atletas en los Estados Unidos pero no lo aceptó. Y en lugar de venderse al capitalismo, decidió trabajar como entrenadora en Vitebsk. Pero Tamara muy pronto comprendió que no había podía ser feliz en el pasado y que tampoco lo conseguiría en el futuro. Fracasó en su matrimonio y, ya sin red, cayó en las garras del alcoholismo.
Larisa Latynina no abonó nunca la teoría de que Tamara hubiera caído en la bebida por sus frustraciones deportivas. Para ella, siempre le había gustado empinar el codo: “Recuerdo que en 1971, durante las sesiones de entrenamiento en Moscú, en la sala de los gimnastas bielorrusos apareció una botella de champán. El entrenador Dmitriev la llamó a Tamara porque sospechaba que era la responsable. Sin embargo, ella declaró con mucha calma que la botella no le pertenecía y que seguramente había sido dejada allí por los anteriores huéspedes de la habitación”.
Latynina y Dmitriev, años después, recordaron el incidente. Dmitriev dijo que Tamara comenzó el camino adicción antes de su retiro y que él lo sabía pero que la cubría para que la gente no se diera cuenta. Sin embargo, con el tiempo comenzó a excluirla del equipo buscando que Tamara se rescatara.
Pero nada pudo cambiar el destino de Tamara. Poco se sabe de como transcurrió su vida desde que el limbo del alcohol la atrapó. Se dice que tras su fracaso matrimonial se dedicó a cuidar a su padre enfermo y que cuando éste murió, se quedó sola. A mediados de los 80 fue detenida por la policía en Minsk: había sido sorprendida tratando de robar en una casa. Fue presa y en 1992, en noviembre, fue encontrada muerta en su celda. Tenía 38 años.
Dejamos como una curiosidad su participación en la película Novenkaya, de 1969, del director Pavel Lyubimov.