El cagadón que se mandó Sampaoli en su noche de furia, en Casilda, está fuera de discusión: se fue al pasto sin excusas. Acá no vamos a defenderlo. Vamos a reflexionar sobre otras cuestiones. Sin embargo, hay que decir que al día siguiente, cuando recuperó la cordura, pidió disculpas sin ningún “pero”, algo habitual en las personas que piden perdón por algo aunque en el fondo se les nota que justifican su proceder.
Sampaoli dijo: “Me siento totalmente arrepentido de lo ocurrido en la madrugada del 24 de diciembre, a la salida del casamiento de mi hija en Casilda. El enojo, en una discusión en la que yo no tenía razón, me hizo decir palabras que no representan en absoluto ni mis convicciones ni mis creencias. Entiendo que los controles de vialidad en Argentina son muy importantes para la seguridad de todos. El respeto a ellos salva vidas. Quiero pedir especiales disculpas al oficial al que agredí verbalmente. Lo haré individualmente, como ya lo hice con la Municipalidad de Casilda. Bajo ningún punto de vista, yo entiendo que una persona es lo que gana. El salario no representa las cualidades ni el valor de ningún ser humano. Así como lo que dije no se encuentra en mis valores, pedir disculpas sí. Así que pido perdón a la sociedad por este mal ejemplo.”
Clarito, ¿no? Se arrepiente, admite que no tenía razón, habla de disculpas públicas y privadas y destaca que lo que dijo no responde a sus valores. Para cualquier persona sería más que suficiente, pero parece que para Sampaoli no alcanza. ¿Por qué? Tenemos algunas sospechas, especialmente al ver de qué lado llegaban las críticas.
¿Qué más quieren que haga el hombre? ¿Acaso merece la lapidación pública a la que lo están sometiendo los paladines de la moralina? ¿No están exagerando los “periodistas, académicos e intelectuales” –según Infobae– que le exigen que renuncie a su cargo?
Todos cometemos errores en la vida. Algunos son más caros que otros. En este caso, la noche de alcohol de Sampaoli no terminó con muertos, heridos, accidentes u otro desastre irreparable. Finalizó con una destemplada reacción y con una serie de frases fuera de lugar contra una persona que hacía control de tránsito. Estuvo mal. Horrible, insistimos, pero ya fue. Pidió disculpas. A otra cosa. O por lo menos así debería ser.
“Cuando somos representantes nuestra responsabilidad es grande. Lo de Sampaoli no fue un buen ejemplo: la agresión a nuestras fuerzas de seguridad, la idea de que uno está por encima de la ley no es lo que la Argentina necesita”, dijo el senador nacional Esteban Bullrich en radio La Red. Le recordamos a Bullrich que mentir tampoco está bien. Mentir en campaña, decimos. No nos metemos con la vida privada de la gente.
Otro que saltó como leche hervida por twitter fue el escritor Federico Andahazi: “Mal ejemplo para los jugadores y los deportistas en general, prepotente, casi nos deja afuera del mundial, no ganó nada. ¿Alguien me puede explicar por qué Sampaoli sigue al frente de la selección nacional?” Es tan pavote Andahazi que sin darse cuenta cometió exactamente el mismo error por el que disculpó Sampaoli: “No ganó nada”, dijo. O sea que para Andahazi lo que importa es la meritocracia, el culto al éxito. Si ganás, tenés derecho a hablar; si sos un perdedor, mejor cállate la boca. De ahí a valorar al otro por lo que gana se está a un paso. ¿Pedirá disculpas Andahazi? No lo vemos.
Ah… un recuerdo más del bueno de Andahazi. Es el mismo que dijo que hablar de 30 mil desparecidos “no es sano. Porque me importa la verdad. Si son 29.999 a mí me importa saber quién es ese otro y si son 31 mil yo también quiero saber. No son 30 mil porque no pueden ser 30 mil, es un redondeo. Es una obscenidad decir que son 30 mil”. Ni vale la pena agregar nada. Sólo que hay que tener pelotas para criticar a alguien por maltratar a otra persona después de maltratar a la memoria colectiva de un país.
También le pegó a Sampaoli el abogado y ex consejero de la Magistratura Alejandro Fargosi, quien recordó que “el 1-6-14 el juez E. López del Tribunal Constitucional español pasó semáforo en rojo con algo de alcohol, sin chocar. Se sometió obediente a la policía. Y renunció el lunes a su cargo, que es como nuestra Corte Suprema. Sampaoli debe ser cesanteado. Basta de vergüenzas impunes”. El doctor Fargosi es el mismo que representó al Grupo Marsans en el CIADI y que ayudó a que condenaran a la Argentina a pagar 320 millones de dólares por expropiarle Aerolíneas Argentinas en el 2008. Sus honorarios fueron cercanos al 20 por ciento de esa suma. Tiene plata. Según Andahazi es exitoso. Puede hablar. No incluimos a Sampaoli en esta valoración porque, insistimos, ya se disculpó.
El periodista Roberto Cachanosky se indignó: “Pregunto: Sampaoli va a seguir siendo DT de la selección después de tratar con desprecio a un policía? Si la AFA no le raja, prefiero que salga campeón Nigeria.” Cachanosky escribió una reveladora nota en La Nación en la que dice, entre otras cosas, que “no debería interesar si algún sector tiene un ingreso muy alto respecto a los que menos ganan” para luego agregar “desconfíe de aquel que le propone como política terminar con la desigualdad de los ingresos porque es muy posible que lo logre a costa de hacer que todos sean pobres. En cambio confíe en aquél que se preocupa por terminar con la pobreza. No importa que un señor gane U$S 40.000 millones al año, igual no va a poder consumir todo ese ingreso. Lo que importa es que haya inversiones, más puestos de trabajo mejor remunerados vía el incremento de la productividad y que no haya pobreza”. Es decir, la teoría del derrame o del goteo en su máxima expresión y la muerte de la importancia de las políticas públicas para equilibrar las diferencias económicas entre los sectores más ricos y los más vulnerables. La pobreza, según este señor, se va a terminar cuando los millonarios se aburran de gastar, lluevan las inversiones y se creen puestos de trabajo para que los que estamos fuera del sistema finalmente tengamos una oportunidad de sacar la cabeza del barro. ¿Pidió disculpas Cachanosky por publicar semejante estupidez? Nop.
Pero la estrella es el secretario de redacción de La Nación, Sebastián Fest, quien escribió una columna que escandalizaría por reaccionaria al propio Bartolomé Mitre.
Fest califica a la disculpa de Sampaoli como “un comunicado de prosa caduca”. Parece un chiste decirlo desde La Nación, pero bue… Y le reclama: “¿Podría haberle puesto un poco más de ganas el profesor Sampaoli, amante de las conferencias de prensa con frases largas y la terminología enrevesada? Sí, seguro. Pero a veces se hace lo que se puede, no lo que se debe. Ponerle el cuerpo en público al escándalo era, quizás, pedirle demasiado.” Uf… que alto está el púlpito desde el que escribe Sebas… ¿Qué disculpa lo hubiera conformado? Tal vez porque forma parte de las elites de La Nación, ¿lo hubiera dejado satisfecho que se batiera a duelo con alguien para recuperar su honor?
También habla de que el entrenador dictó un “pequeño tratado de argentinidad”. Para las personas desatentas les aclaramos que “argentinidad” en este caso quiere decir “todas las mierdas que asolan a la humanidad”. Para Fest son sinónimos. Apela a la prosa pacata de los conservadores. Supone que solamente en la Argentina un tipo borracho le falta el respeto a un policía. Esas cosas no pasan el primer mundo. Los argentinos somos primates que nos merecemos todas las cosas horrendas que nos pasan porque las provocamos. ¿No se le fue la mano a Sebas cuando pone en ese lugar a la boludez que cometió Sampaoli? ¿Acaso no es una observación cipaya tildar lo malo como parte de la “argentinidad”? Dijimos “cipaya”. Lo hicimos para sumarnos al mundo de la prosa caduca.
Y por último está la alusión a “la incapacidad para analizar hechos sin las anteojeras de la política. Para algunos, a Sampaoli había que crucificarlo porque es un kirchnerista de manual. Para otros, quien osara criticarlo en realidad le estaba tirando por elevación a Cristina Kirchner. Ni una cosa, ni la otra: hechos. Con ellos alcanza y sobra.”
Para Fest las diferencias sobre qué proyecto de país se defiende de un lado y del otro del Jordán (me gusta más que la grieta) se debe a “anteojeras de la política”, o sea a una mirada unidireccional. La ideología, la conciencia social, la experiencia, la defensa los derechos adquiridos, las marchas, la lucha contra la corrupción, la oposición a la represión, los derechos humanos, la búsqueda de los nietos apropiados, el reclamo de empleo digno y tantísimas otras cosas que promueve la militancia política es producto de “anteojeras”. Nosotros nos sacamos las anteojeras si Sebastián sale de tupper en donde vive.
Pero como no todo es negativo, le agradecemos a Fest el final de su nota. Dice: “PD: ‘El entrenador es una docencia permanente, dentro y fuera de la cancha’. La frase, de ayer, es de Héctor ‘Bambino’ Veira. El asombro no tiene límites. Quedan, sin dudas, lecciones por aprender.”
En eso sí que estamos de acuerdo.