El 6 de septiembre de 2008, las Selecciones nacionales de Armenia y Turquía se enfrentaron por primera vez en la historia. La trascendencia futbolística del partido era grande porque ambos equipos comenzaban su camino en las Eliminatorias rumbo a la Copa del Mundo de Sudáfrica y porque el ganador podría aprovechar el envión anímico de un resultado positivo frente a un rival tan especial. Sin embargo, el contexto deportivo perdió toda importancia cuando el presidente armenio, Sersh Sargsian, invitó a su colega turco, Abdulla Gul, a presenciar el juego en Ereván. Ese gesto convirtió a un duelo futbolístico en un hecho histórico para dos naciones.
El fútbol, una y mil veces, ha sido utilizado con fines políticos. En la mayoría de las ocasiones los objetivos son ruines, pero en algunas circunstancias hay intenciones nobles detrás del uso de la pelota. El acercamiento entre los mandatarios de Turquía y Armenia entra en este segundo grupo. Muchos lo llamaron “la tregua del fútbol”. Era la primera vez en casi un siglo que los jefes de gobierno de estos estados mantenían una reunión oficial. La excusa fue el partido que Turquía le ganó 2-0 a Armenia. Muchos vieron aquello como el primer paso en la reapertura de las relaciones entre los países. Pero se equivocaron.
En 1915 comenzó lo que se conoce como “genocidio armenio”. En ocho años, más de un millón y medio de ciudadanos armenios fueron exterminados por el gobierno de los Jóvenes Turcos del Imperio otomano. El hecho que marcó el comienzo del holocausto fue la detención de 235 miembros de la comunidad de armenios de Constantinopla (actual Estambul). Luego, el gobierno ordenó la deportación de toda la población armenia del Imperio. La marcha forzada a través de miles de kilómetros provocó la muerte de casi todos los deportados. El gobierno turco reconoce las muertes pero no el genocidio, ya que argumenta que fueron en el marco de la Gran Guerra. Eso es lo que reclama el pueblo armenio desde hace un siglo. Eso reconoció Argentina en 2007 y de eso habló el Papa Francisco hace pocos días.
Después de la visita de Gul a Ereván, Sargsian viajó a Estambul para presenciar el partido de vuelta en Bursa. Así lo cuenta Ezequiel Fernández Moores en una columna del diario La Nación: “Los mandatarios llegan juntos al estadio Ataturk, de Bursa, sede turca de la revancha, en un auto con banderas de ambos países. La policía, casi dos mil agentes, impide el ingreso de nacionalistas turcos con banderas de Azerbaiyán, en protesta contra Armenia por la guerra de 1991-94 en la región de Nagorno Karabaj. Antes del partido hay suelta de palomas y se recuerda al periodista turco Hrant Dink, defensor de la causa armenia, asesinado a balazos en 2007 por un nacionalista turco de 17 años. Pero La Diplomacia del Fútbol fracasa. Hoy, ambos países siguen con sus fronteras cerradas”.
Antes de la cumbre de 2008, el gobierno turco publicó un comunicado que decía lo siguiente: “Se estima que este partido levantará los obstáculos que impiden el acercamiento de dos pueblos que comparten una historia común, y creará nuevas bases”. La Unión Europea también celebró el hecho: “Este viaje histórico constituye un gesto muy alentador para las relaciones de ambos países”. Aunque sectores nacionalistas de ambos países protestaron, todos creían que aquel duelo futbolero podía marcar el comienzo de una nueva era.
Según publicó el diario El País el día después del primer encuentro, “los dos dirigentes se expresaron en términos positivos sobre el futuro. Sarkisián se refirió a la voluntad de resolver los problemas existentes y “no dejárselos a las siguientes generaciones” y dijo haber visto en su interlocutor el “deseo de dar estabilidad a la región”. El turco invitó al armenio a devolverle la visita cuando se juegue el partido de vuelta entre ambas selecciones y manifestó que ayer se había expresado “voluntad política de crear una atmósfera que permita resolver los problemas entre Armenia y Turquía”.
Pero “la diplomacia del fútbol” no funcionó. En 2009 ambos gobiernos firmaron un protocolo para la normalización de sus relaciones. Se acordó, entre otros asuntos, una “investigación científica independiente” de los acontecimientos de 1915 y una apertura de las fronteras. Sin embargo, nada de eso se llevó a cabo. Las fronteras siguen cerradas y ni siquiera pudieron ponerse de acuerdo para homenajear a las víctimas como es debido en el centenario del primer genocidio del siglo XX.
La Selección turca ganó los dos partidos por 2-0, pero no pudo clasificarse al Mundial 2010. La futura campeona, España, se impuso con puntaje ideal en ese grupo y Bosnia Herzegovina finalizó en el segundo lugar. Los goles del juego disputado en Ereván fueron de Tuncay Sanli y Semih Senturk, mientras que en Bursa anotaron Cetin y Halil Altintop. Ese día salió a la cancha un joven Henrij Mjitaryan, el mejor jugador armenio de la modernidad.
Aquel encuentro entre los presidentes fue sólo un intento fallido por restablecer los vínculos. Turquía sigue negando el genocidio y eso hace imposible cualquier acercamiento. Ni siquiera el fútbol y todo el poder que ejerce sobre las masas logró mediar en esta situación.